Nota del editor: Ruben Navarrette Jr. es un colaborador de CNN y columnista reconocido a nivel nacional y comentarista NPR.
En agosto de 2005, como parte de un proyecto de artes públicas, David Smith – mejor conocido como la bala humana – fue disparado de un cañón cruzando la frontera de Tijuana, México hacia San Diego. Cayó en una red a 150 pies de la frontera y llevaba su pasaporte a la mano en caso de tener que enseñárselo a la Patrulla Fronteriza estadounidense.
Durante varios años, ese fue considerado el mejor show de la frontera. Ya no más. Esta semana, el presidente Obama –quien ya declaró que buscará su reelección—arrancó sus esfuerzos por conquistar el voto de la comunidad latina con un viaje a la frontera con México en El Paso, Texas, donde ofreció un discurso sobre la inmigración.
No fue sencillo. Encontrar la frontera puede ser complicado si esta es tu primera visita en los 26 meses que llevas siendo presidente.
Además, el tema migratorio no es el favorito de Obama. ¿Recuerdas esa materia en secundaria que odiabas porque no te interesaba y que por lo tanto no eras bueno en ella?
Para Barack Obama esa materia es la inmigración. Es pésimo en ella. Parece que no la entiende. Y parece que no le interesa. Por lo tanto, se conforma con utilizarla como herramienta política.
Hay una considerable comunidad de inmigrantes –legales e ilegales—en Illinois. Sin embargo, durante su gestión como senador del estado, Obama mostró poco interés en el tema y no presentó ninguna propuesta dirigida específicamente a los inmigrantes.
Cuando Obama ascendió al Senado federal, votó por la denominada “píldora envenenada” a favor de una comprensiva reforma de inmigración que culminaría con un programa de trabajadores invitados después de cinco años. Todo esto fue para complacer a los sindicatos, pero terminó acabando con el acuerdo.
Después de convertirse en presidente, Obama rompió su promesa con los votantes latinos de darle gran prioridad a una reforma migratoria y abordarla a principios de su administración. Posteriormente, pasó de la herida al insulto con una cifra récord de deportaciones –cerca de 800,000 durante los primeros dos años de su administración. El Departamento de Seguridad Interior deporta alrededor de 1,000 personas al día.
Lo sabemos porque en un intento inútil para convencer a los críticos de Obama de que es muy firme respecto a la seguridad fronteriza, la Secretaria Janet Napolitano presume estas cifras en sus discursos ante el Congreso tal cual un pescador posa orgulloso para la foto con su pesca del día.
¿Cómo llegas al punto de estar deportando a más inmigrantes ilegales que cualquier otro presidente desde que Dwight D. Eisenhower lanzara la “operación espaldas mojadas” en 1954? Utilizas a las policías locales como un multiplicador de tu fuerza, dejando que los municipios apliquen la ley migratoria y te entregue a los inmigrantes detenidos – todo mientras presentas una demanda contra Arizona por hacer lo mismo.
Todo esto nos lleva al discurso en la frontera. Hubiera sido una buena oportunidad para disculparse por los excesos de su administración y quizá anunciar una nueva política que –aún siendo dura– sea más justa y humana.
Pero ese no es el estilo de Obama. Él presenta un discurso como si fuera una oportunidad para verse bien y que sus oponentes se vean mal. Parte del contenido fue grandioso; parte fue absurdo. En general, el discurso del presidente fue “menudo”, con un poco de todo.
Del lado positivo, tienes historias como la del Dr. José Hernández, hijo de inmigrantes trabajadores de granjas, quien creció recogiendo vegetales en California Central y se convirtió en astronauta. Había un sentido común sobre lo tonto que es de nuestra parte el educar a estudiantes foráneos para enviarlos de vuelta a casa porque les hacemos muy difícil su estancia. Había esta reconfortante garantía de que la gente podía estar orgullosa de sus orígenes y aún así amar a los Estados Unidos.
Pero en el lado negativo, este fue un discurso político. Y como tal estuvo lleno de engaños y verdades a medias, señalamientos y evasión de responsabilidades.
Nos enteramos de que los republicanos fueron los que exigieron la construcción de una barda en la frontera. (Cierto, pero Obama omitió la parte en que él votó a favor cuando estuvo en el Senado). Nos enteramos también de que mientras estuvo en el Senado, Obama contribuyó para forjar una “coalición bipartidista” para que la reforma migratoria avanzara. (En realidad, Obama socavó esa coalición cuando ayudó a torpedear la reforma migratoria).
Nos enteramos de que los republicanos acabaron con el DREAM Act. (No lo hicieron. Fueron cinco demócratas en el Senado –Jon Tester, Max Baucus, Mark Pryor, Kay Hagan y Ben Nelson– cuando se enfrentaron a los líderes del partido y votaron en contra).
Supimos que la administración se enfoca en deportar a criminales extranjeros. (Es cierto – a través de iniciativas como Comunidades Seguras, un acuerdo cooperativo entre las autoridades migratorias locales y federales – que el número de criminales extranjeros que han sido deportados es mucho mayor que el de la administración pasada. Pero aún así, según las autoridades de Migración y Aduanas, la cifra total es menor a 200,000. Esto deja aún a cientos de miles de deportaciones “no criminales”. De hecho, Obama admitió que aquellos sujetos a deportación incluyen a “familias que sólo buscan ganarse la vida, estudiantes brillantes y entusiastas o gente decente con las mejores intenciones”).
Finalmente, nos enteramos que Obama piensa que Estados Unidos no debería estar “en el negocio de separar familias”. (¿Sabes qué? Ese es exactamente el negocio en el que estamos metidos. La administración de Obama, por razones puramente políticas, separa a cientos de familias diariamente).
¿Ya terminamos? Basta de juegos señor Presidente. ¿Qué tal algo de liderazgo? Ha demostrado que puede enfrentar los problemas que le preocupan. Intente preocuparse más por éste.
El presidente Obama fue a la frontera la semana pasada para compartir su común mensaje de campaña de esperanza y cambio. Cerró echando fertilizante.