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Esa pastilla de jabón que utilizaste una o dos veces durante tu última estancia en un hotel podría ayudar ahora a combatir las enfermedades infantiles en los países en desarrollo.

Derreck Kayongo y su Global Soap Project (Proyecto Global de Jabón), con sede en Atlanta, se dedican a recoger jabones de hotel usados en todo Estados Unidos. En lugar de tirarlos, las pastillas se limpian, se reprocesan y se envían a países pobres como Haití, Uganda, Kenya o Swazilandia.

“Me impresionó ver cuánto jabón termina en la basura diariamente”, dijo Kayonngo. Todos los años, se tiran a la basura cientos de millones de pastillas de jabón solamente en Estados Unidos. “¿Estamos tirando todo ese jabón a expensas de otras personas que no tienen nada? No es justo”.

A Kayongo, oriundo de Uganda, se le ocurrió la idea a principios de la década de 1990, cuando llegó a Estados Unidos por primera vez y se alojó en un hotel de Filadelfia. Allí se dio cuenta de que todos los días le ponían jabón nuevo, aunque no hubiera terminado el otro.

“Fui a devolverle el jabón nuevo al conserje porque pensé que me lo iban a cobrar”, contó Kayongo. “Cuando me dijo que era la política del hotel proporcionar un jabón nuevo diario, no podía creerlo”, comentó. Le sorprendió tanto que llamó a su padre, un ex fabricante de jabón en Uganda, y se lo contó.

“Mi padre dijo que en Estados Unidos la gente puede permitirse el tirar cosas a la basura. Y yo pensé: ‘¿y si utilizara parte de ese jabón para reciclarlo, hacer un nuevo jabón y enviarlo al país para la gente que no lo puede pagar?”.

Para Kayongo, la recogida de este jabón es la “primera línea de defensa” en la misión para combatir la mortalidad infantil en el mundo.

Cada año, más de dos millones de niños mueren por enfermedades diarreicas. Según la Organización Mundial de la Salud, estos fallecimientos afectan sobre todo a los niños más pequeños en países de bajos recursos.

“El problema no es la disponibilidad del jabón, sino su costo”, explicó Kayongo. “Si uno gana un dólar diario, el jabón cuesta 25 centavos. No soy muy bueno en matemáticas, pero te digo que no voy a gastar 25 centavos en una pastilla de jabón. Compraré azúcar, medicinas. Todas las cosas que creo que me permiten vivir”.

“Cuando te enfermas por no lavarte las manos, es más caro ir al hospital y recibir tratamiento, y es ahí donde comienza el problema y muere la gente”, agregó.

Kayongo, a sus 41 años, no es ajeno a los problemas generados por la pobreza y el desplazamiento. Hace casi 30 años, tuvo que huir de Uganda con sus padres por las matanzas y torturas del ejército del dictador militar Idi Amin, dijo.

El haber sido testigo de semejante horror sigue influyendo en la misión de Kayongo. El recuerdo sigue atenazándole.

“Es un proceso de dolor a largo plazo que en cierto modo nunca termina”, comentó. “Siendo niño, salir del colegio y encontrarte con cadáveres en la calle durante 10 años ‘no es bonito’ que diría mi hijo. No es bueno. Muchos de mis amigos se quedaron huérfanos, yo tuve suerte”, agregó.

Kayongo y sus padres huyeron a Kenya, donde vivió en campamentos de refugiados. Pero tiempo después logró emigrar a Estados Unidos, estudiar en la universidad y obtener la ciudadanía, pero no olvida sus raíces, y el hecho de que muchos refugiados en Africa siguen careciendo de lo mínimo para su higiene.

Con el apoyo de su esposa, amigos y hoteles de Atlanta, Kayongo fundó su Global Soap Project en 2009.

Hasta ahora, 300 hoteles se han sumado a su iniciativa, que genera 100 toneladas de jabón. Algunos de estos hoteles incluso han donado jabones de marcas como Bvlgari, que tienen un precio en las tiendas de hasta 27 dólares la pastilla.

Voluntarios en distintas partes del país se encargan de recoger el jabón de los hoteles y de enviarlo a un almacén que tiene la organización en Atlanta. Los sábados, un grupo de voluntarios se reúne para limpiarlos, reprocesarlos y empaquetarlos.

“No mezclamos los jabones porque vienen con diferentes pH, diferentes tipos, colores y olores”, explicó Kayongo. “Primero los esterilizamos, los calentamos a altas temperaturas, los enfriamos y los cortamos en barras. Es un proceso simple pero lleva mucho trabajo”, contó.

Hasta la fecha, el Global Soap Project ha suninistrado más de 100.000 barras de jabón a comunidades en nueve países.