By Stephen Phelan
(CNN) — No es difícil encontrar al último ninja vivo. Vive y trabaja en la ciudad de Noda, una zona de Tokio, transmitiendo sabiduría desde el dojo Hombu, un lugar de entrenamiento bajo las vías del tren.
El interior es fresco y oscuro, lleno de retratos, velas y repisas con misteriosas armas blancas; un santuario dentro de una galería en un almacén que parece un arsenal.
En medio de la sala, los domingos por la tarde, el gran maestro Masaaki Hatsumi enseña a todo aquel que quiera aprender.
El arte de los ninjas no es secreto, pero las lecciones pueden ser dolorosas. Hoy es mi primera clase.
“Si lo haces correctamente, le romperías la mejilla”, dice Hatsumi a través de un traductor, demostrando un golpe casual, casi improvisado, en la cara de un joven y fornido estudiante australiano al que le saca muchos años.
La práctica te hace letal
Hatsumi cumplirá 80 años, pero dice que sigue siendo un estudiante, incluso después de más de medio siglo de práctica.
En ese tiempo, ha sido el instructor y líder espiritual de más de 100.000 seguidores de su sistema de combate: Bujinkan Budo Taijutsu. La mayoría de sus alumnos no son japoneses; muchos peregrinan hasta su dojo para entrenar con Hatsumi en la ciudad de Noda.
Mi compañero de entrenamiento de ese día, el policía alemán y veterano de las artes marciales Dirk Rummel, describe su visita al dojo Hombu como un shugyou musha, o un viaje del guerrero.
“Creo que es importante llegar a las raíces del Bujinkan”, dice Rummel, mientras me derriba educadamente.
El Bujinkan es una combinación moderna de nueve escuelas tradicionales de artes marciales japonesas, tres de las cuales han estado históricamente vinculadas con la enseñanza de las técnicas ninjas, ahora conocidas como ninjutsu.
El auge ninja
Vine a rendir homenaje a mi niñez. Me crié en Irlanda bajo la sombra del llamado “auge ninja”, un periodo en la década de 1980 en el que los guerreros japoneses se infiltraron en Occidente a través de películas baratas, dibujos animados y cómics violentos.
Pasé gran parte de mi infancia cuidándome de estos escurridizos mercenarios. Creía verlos entre los arbustos de los suburbios de Dublín, y estaba resentido con mis padres por no haberme entrenado desde niño en el uso de venenos, disfraces, y esas malvadas estrellas ninja.
Ahora me dicen que los ninjas reales e históricos del Japón feudal no tienen nada que ver con los asesinos acróbatas de los cuentos tradicionales y la cultura pop.
Según Hatsumi, quien ha escrito varios libros sobre el tema, los originales eran una clase inferior de clanes paramilitares que habitaban en las montañas y poseían habilidades esotéricas y filosofías enseñadas por místicos generales desterrados de la dinastía Tang, de China.
La línea continúa
La autoridad de Hatsumi le fue heredada de los 33 grandes maestros que le precedieron, en un linaje que supuestamente se remonta a Daisuke Nishina, el fundador de la escuela Togakure Ryu, en el siglo XII.
Él admite que no hay pruebas documentales de todo esto, al margen de los manuscritos que se han salvado que describen las técnicas básicas.
La tradición ninja se pasa de boca a boca y practicándola. El conocimiento está muy bien, dice Hatsumi.
“Nos da la ley, la cultura y la ciencia. Pero el conocimiento no es suficiente. Hay que equilibrarlo con el Budo, el cual nunca se podrá explicar. Sólo puede se entiende al hacerlo”.
Sus aforismos zen suenan aún más convincentes cuando se refuerzan con una violencia suave y magistral.
“Debes convertirte en una mota de polvo o de nieve o basura en el aire”, dice Hatsumi sobre otra técnica, mientras camina con un bastón de madera y lo dirige hacia su asistente, que termina en el suelo con el palo presionándolo la mandíbula, como una palanca para despegarle la cabeza.
Victorias que satisfacen
Los matices de estos movimientos son difíciles de seguir para un principiante, y demuestro tener la misma habilidad que Winnie Pooh al intentar emular los golpes, bloqueos y defensas del gran maestro.
“Todos somos principiantes”, dice, y empiezo a entender la fe que inspira a tantos otros.
“Hai, ok, juega”, dice Hatsumi en cada demostración, como si fuéramos niños. Sin embargo, cuando de repente las cosas me salen bien, y mi nuevo amigo Dirk cae como debe ser, me siento más como un niño pequeño que como un arma letal: en éxtasis y asombrado.
El Bujinkan da la bienvenida a nuevos miembros. Cualquier persona interesada en unirse o asistir a una clase en el dojo Hombu debe ponerse en contacto directamente con la oficina. Los principiantes pueden asistir sólo a ciertas clases, incluida una sesión los domingos por la tarde. Visita el sitio web para más detalles.