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(CNN) — Cuando una locutora entre lágrimas dio la noticia a los norcoreanos de que su líder, Kim Jong ll, había muerto, la audiencia en la sala se quedó sin aliento.

Entonces empezó la histeria, junto con los fuertes llantos y los sollozos.

“¡Padre!”, lloraron los dolientes. Una mujer en llanto dio un puñetazo contra su pecho en señal de dolor. Parecía que algunas personas tenían convulsiones. Otros ciudadanos de Corea del Norte lloraban tan fuerte que apenas podían mantener el equilibrio.

Incluso el reportero que sostenía el micrófono de la KCNA inclinó su cabeza y tembló.

En los videos de los medios de comunicación de Corea del Norte que vio CNN, la gente lloraba en proporciones irregulares, de una manera teatral. Y el dolor masivo está en duda.

Cada cultura muestra su dolor de forma diferente. Por ejemplo, en Corea del Sur es aceptable expresar el dolor en voz alta, dice Sung-Yoon Lee, un investigador del Programa Nacional de Investigación de Asia.

Pero Corea del Norte presenta un caso único.

“Es una sociedad uniforme y con tantos reglamentos, que la gente está condicionada desde sus primeros años a alabar y adorar a su líder”, dice. “La muerte de su líder Kim Jong Il sería un indicio para mostrar dolor adecuadamente para que no los estigmaticen por no poder realizar el duelo adecuadamente. Siempre hay formas para que la gente te vea; si no estás devastado por la noticia, podrías meterte en problemas”.

Mientras que algunos pueden exagerar, para otros el dolor es auténtico, dice Lee.

“Pueden mostrar un gran nivel de sinceridad, porque están tan programados y acondicionados y tienen un incentivo para superar a sus familiales y vecinos en mostrar el duelo adecuadamente”, dice. “Los norcoreanos están educados para elogiar a su líder, al igual que los cristianos para (hacerlo) con Dios. Parte de la retórica de los norcoreanos es agradecerle a su líder paternal. Para ellos enterarse de la muerte de su líder que se asemeja a Dios, sin duda tiene una reacción emocional”.

Cuando las cámaras se acercaron a los dolientes norcoreanos, algunos estaban tan abrumados que casi no podían articular frases coherentes.

“Cuando una figura pública muere, todo el mundo tiene la ilusión de que la conocieron o que en algún punto tuvieron una conexión con ellos”, dice Darcie Sims, una especialista de Administración del Dolor y directora de la American Grief Academy en Seattle.

“La histeria colectiva ocurre rápidamente y es muy contagiosa. Cuando vemos que las personas hacen cosas en grandes grupos, eso se extiende como el fuego. Sólo se requiere de unas pocas personas, y las reacciones se extenderán entre la población”.

Los norcoreanos que fueron entrevistados por la televisión estatal agradecieron por todo, por los trenes, por los teatros e incluso por sus cálidas casas. Al parecer muchos se negaban a creer que había muerto.

El duelo de la población ilustra la fuerza del poder de Kim, dice Scott Atran, director de Investigación y Antropología del Centro Nacional Francés de Investigación Científica, y profesor de Psicología de la Universidad de Michigan.

Para mantenerse en el poder, muchos dictadores identifican y juegan con los temores de la gente. Después de una historia de ocupación por parte de otras potencias asiáticas, Kim y su padre dependieron en su lema de autosuficiencia de nombre juche, para justificar la naturaleza de aislamiento del país.

Debido a esa filosofía, que prohibió los puntos de vista extranjeros, Atran dice que la gente en Corea del Norte “no tiene una visión alternativa de la realidad”.

También ayudo que la familia Kim controla a la policía y al ejército.

Atran dice que cree que el llanto de los norcoreanos es “absolutamente sincero. Claramente están ligados emocionalmente con el dictador”.

“Hasta cierto punto estamos acostumbrados a la crítica institucional y a la oposición, y en estos países no hay nada de eso. Hay un control uniforme de la información. La única información es la que proviene del liderazgo político y (que se da) en la forma en que la desea, ves al mundo como una amenaza y con temor, y el dictador se hace pasar como la forma de alejarlo”.

Atran comparó la reacción de la muerte de Kim con la de la muerte del dictador español Francisco Franco en 1975. “En el lugar en donde se encontraba su apoyo, hubo un duelo e histeria colectiva al momento de su muerte”, dice.

Otra comparación histórica. Lee dice que le recordó cuando el padre de Kim Jong ll, Kim ll Sung, murió en 1994.

“El nivel de dolor, lo sabemos por los desertores de Corea del Norte, fue que la gente de Corea del Norte tenía una admiración generalizada por el padre, porque tenía las credenciales revolucionarias”, dice Lee. “Los norcoreanos no pasaron hambre bajo el régimen de Kim padre”.

Sin embargo, los dolientes fueron efusivos con los elogios para Kim Jong ll en la estación controlada por el estado.

“Nos amaba mucho. No podremos retribuirle”, dijo un doliente.

Otro dijo, “¡Es demasiado¡ ¡es demasiado! Líder, por favor regresa (…) no nos puedes dejar. Líder, te esperaremos por siempre”.