Por Melinda Gates*
(CNN) — El año pasado viajé a una pequeña aldea en Uttar Pradesh, India, donde conocí a una joven madre llamada Rukmini, que acababa de dar a luz a una hija. Fue el sexto día de vida de la bebé Durga, y de acuerdo con la costumbre india, Rukmini se preparaba para una ceremonia para celebrar el vínculo especial entre madre e hija.
Conforme Rukmini bañaba y vestía a su hija en ropas nuevas y sostenía en el aire a Durga para presentarla al dios Sol y pedir bendiciones, me quedé pensando en la increíble alegría y la esperanza que sentí cuando nació cada uno de mis tres hijos.
Estos son sentimientos universales que las madres tienen, sin importar donde viven. Sin embargo, millones de mujeres —sobre todo en los países más pobres del mundo— nunca llegan a tener un bebé sano en sus brazos. A pesar de que los avances en materia de vacunas, nutrición y la salud familiar han reducido drásticamente el número de muertes de niños en los últimos 50 años, casi 8 millones de menores de 5 años mueren cada año.
Para mí, esta cifra es inaceptable, porque la mayoría de estas muertes podrían ser evitadas.
Muchos de los niños que mueren son recién nacidos. Hasta 70% de los bebés podrían salvarse con herramientas de bajo costo como los antibióticos para las infecciones, las navajas esterilizadas para cortar el cordón umbilical y la educación sobre la importancia de la lactancia materna exclusiva y mantener a los bebés en calor a través del contacto piel a piel.
Las madres y los niños necesitan alimentos ricos en vitaminas y minerales, y cuando no los obtienen, la desnutrición aumenta el riesgo de complicaciones durante el embarazo para las madres y las infecciones y muerte para los niños.
Y más de 200 millones de mujeres en los países en desarrollo necesitan tener acceso a anticonceptivos eficaces. Sin ellos, seguirá habiendo una innecesaria mortalidad materna e infantil asociada a los embarazos no deseados o no planificados.
En una visita no hace mucho tiempo a Nairobi, me encontré con una mujer que utiliza anticonceptivos y se limita a su familia de tres hijos, lo que significaba que tenía los recursos para abrir un negocio de costura. Con las ganancias de ese negocio —y una familia más pequeña para atender— fue capaz de asegurarse de que todos sus hijos estuvieran bien alimentados y asistieran a la escuela.
No importa a dónde vaya, encuentro que esto es lo que las madres quieren para sus hijos: comida suficiente y la oportunidad de ir a la escuela para que puedan crecer de manera sana y próspera.
Al centrarnos en estas cuestiones fundamentales y soluciones simples, podemos salvar millones de vidas. Y lo mejor es que no tenemos que esperar a que haya un avance científico importante para saber exactamente qué hacer a continuación.
Ya hay maneras simples y probadas para salvar a millones de niños, reducir los embarazos no deseados y mantener a las madres fuertes y sanas. Pero para que eso suceda, la gente de todo el mundo necesita hablar para que los gobiernos tengan como prioridad la salud de la familia. Trabajando juntos podemos ayudar a crear un futuro donde las mujeres del mundo tengan el conocimiento y el poder de salvar sus vidas y las vidas de sus bebés.
* Nota del editor: Melinda Gates es copresidenta de la Fundación Bill & Melinda Gates.
(Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las de Melinda Gates).