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(CNN) — Todos los días de la semana, “Juan Andrés” maneja a través de la frontera México-Estados Unidos desde su casa en Ciudad Juárez, México, hasta la Universidad de Texas, en El Paso.

El tramo de cinco kilómetros le lleva un mundo de distancia, desde una de las zonas más álgidas de la estrategia mexicana contra los cárteles de la droga, una ciudad con una de las tasas de homicidio más altas del mundo.

Juan Andrés, quien accedió a hablar con CNN bajo la condición de que su nombre fuese cambiado, siempre ha sido muy consciente de la seguridad de él y de su familia mientras viven en Juárez.

“La ciudad ya era bastante peligrosa. Tratábamos de no ir a restaurantes y lugares por el estilo en donde (los secuestros) podrían ocurrir”.

Hace unos años, Andrés se alejó en México de su carrera de optometrista para seguir su pasión: la música.

“No fue una decisión difícil, porque la música es algo que siempre quise hacer”, comentó este padre de dos hijos, que hoy tiene treinta y tantos años.

Con el fin de agilizar su viaje diario a la Universidad de Texas, en El Paso, en donde estudia educación musical, Andrés recibió un pase especial por parte de Aduanas y Protección Fronteriza de EU, después de aprobar una rigurosa revisión de antecedentes. A los solicitantes les toman las huellas dactilares y tienen que completar una entrevista personal con un funcionario de Aduanas y Protección Fronteriza. No pueden tener ningún antecedente penal.

El pase RESIRV (que quiere decir Red Electrónica Segura para la Inspección Rápida de Viajeros) permite a Andrés prescindir de la normal revisión vehicular en el cruce fronterizo. La mayoría de las veces, los guardias sólo observan el interior de su vehículo y le indican que pase.

Las autoridades estaban seguras de que él representaba poco o ningún riesgo de transportar drogas o armas a través de la frontera. Lo que no sabían es que algunos de los que tienen pases especiales, entre ellos Juan Andrés, estaban en la mira de los cárteles mexicanos.

“Fue una pesadilla, como si de repente estuviera en una pesadilla”, dijo Andrés. “(Dije) Dios, ‘¿Por qué permitiste que algo así sucediera?’”

“Sabía que no era correcto”

Al vivir del otro lado de la frontera estadounidense, en Ciudad Juárez, Andrés sabía de los peligros de inmiscuirse con los cárteles de la droga. Dice que hizo todo lo posible para evitarlos, manteniéndose alejado de los centros comerciales y de zonas concurridas, en donde los cárteles son conocidos por ‘cazar’ a posibles víctimas.

“Trabajaba y estudiaba mucho, así que no tenía mucho tiempo libre”, comentó sobre cómo era su vida previa al último otoño.

En Ciudad Juárez, cuerpos mutilados con frecuencia se dejan como señales de advertencia a las pandillas rivales. A pesar de la reciente baja en el índice de homicidios, muchos habitantes aún viven con miedo, en tanto que la policía parece prácticamente indefensa.

En la mañana del 16 de noviembre del 2010, Andrés conducía su Ford Focus modelo 2007 hacia Stanton Street Bridge en el cruce fronterizo, tal y como lo había hecho todos los días durante años.

Ese día, agentes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. lo seleccionaron para una revisión aleatoria y descubrieron dos bolsas de marihuana en la cajuela de su coche. Le dijo a los agentes que no tenía idea sobre cómo habían llegado hasta ahí las drogas, pero ya que no había pruebas de que su cajuela hubiese sido forzada, fue arrestado y encarcelado.

“Sabía que no estaba bien, no sabía lo que era”, dice, refiriéndose a las dos bolsas negras de lona que encontraron los agentes. “Estaba tan asustado. …Todo lo que pensaba era: ‘¿Cómo pudo pasar?’ No tenía idea”.

Andrés fue encerrado en aislamiento en el lado estadounidense de la frontera, y fue interrogado.

“Tenía miedo de lo que le podría pasar a mi familia. Intentaba entender quién podría haber hecho tal cosa, y nada me vino a la mente. De verdad no tenía enemigos ni conocía a personas que estuvieran involucradas en eso”, dijo, en alusión a la marihuana. “No estaba trabajando, estaba dedicado completamente a la escuela, mi rutina era ir a la escuela, regresar a casa y hacer la tarea”.

Horas más tarde, Andrés pudo telefonear a su hermano, quien a su vez llamó a la esposa del estudiante de música.

“Estaba asustada. No sabíamos quién lo hizo, por lo que tuvimos que sacar a mi esposa de la casa”, comentó.

La esposa de Andrés tomó a sus dos jóvenes hijas y se fue a quedar con su hermano en Estados Unidos, mientras esperaban conocer el destino que le aguardaba a su marido.

Seis meses en prisión

Los poseedores del pase RESIRV puede utilizar carriles especiales cuando cruzan la frontera y tienen que cumplir con requisitos específicos, entre ellos tener vacía la cajuela.

Andrés dice que estaba seguro de que no había nada en la cajuela cuando el año pasado se dirigió a cruzar la frontera.

“La noche anterior, fui a comprar abarrotes, (y) saqué todos los abarrotes (de la cajuela)”, recordó. “Sabía que ahí no había nada”.

Andrés fue acusado de posesión de drogas con intención de distribuirlas. Pasó seis meses en diversas prisiones estadounidenses, en espera de juicio.

“Realmente fue muy difícil estar ahí, a sabiendas de que estás rodeado por criminales. Traté de no hablar con las personas del lugar. A veces, daba miedo debido a las pandillas… Fue deprimente”.

Podría haber tomado lo que legalmente se denomina como petición de “válvula de seguridad”, que es una opción en caso de por primera vez ser acusado por tráfico y posesión de drogas para infractores con pocos o nulos antecedentes penales.

Andrés se declaró inocente y en su lugar optó por un juicio con jurado, con la esperanza de que sus pares pudieran ver la verdad. Pero no lo hicieron.

El 10 de mayo, Andrés fue declarado culpable de posesión e intento de distribuir marihuana. Se enfrentó a un máximo de tres años de cárcel. Si hubiera contado con antecedentes penales, podría haber sido condenado hasta con 20 años de prisión.

Cómo funciona la estafa

Los cárteles de la droga conocían bien el sistema de pase RESIRV y elaboraron un plan sacarle ventaja. Jesús Chávez y Carlos Alberto Gómez, ambos ciudadanos mexicanos con residencia en Texas, fueron hace poco acusados ​​en un demanda penal de 20 páginas por precisamente hacer eso.

Según la demanda, Chávez y Gómez supuestamente pagaron a guardias para monitorear a los conductores con pase RESIRV —anotando la hora del día, así como la marca, modelo y color de sus coches— cuando cruzaban el puente.

Los vigías tenían en la mira a estudiantes y profesionales que por lo general tienen rutinas sistemáticas.

Una vez que identificaban un posible objetivo, seguían al coche cuando regresaba al lado mexicano de la frontera. Después, se acercaban por la noche al automóvil, copiaban el número de identificación vehicular (NIV) del tablero y le entregaban los números a Chávez y Gómez.

También ponían dispositivos de localización GPS en el coche para que pudieran monitorear sus movimientos entre Juárez y El Paso.

La denuncia sostiene que Chávez y Gómez llevaron el NIV a un cerrajero con sede en Texas que tenía acceso a fuentes de código de clave para los vehículos. Con esa información, el cerrajero elaboró dos llaves para cada vehículo, una para Chávez y Gómez, y la otra para cómplices en Ciudad Juárez.

El par de conspiradores supuestamente utilizaron su copia de la llave para, por la noche, abrir la cajuela del vehículo objetivo y poner dos bolsas de lona dentro. Cada bolsa contenía alrededor de 30 kilos de marihuana y ambas fueron aseguradas con bridas para cables.

Sin percatarse, el desprevenido conductor transportaba la droga a través de la frontera, y según la denuncia, Chávez y Gómez recuperaban la droga utilizando la llave una vez que el conductor estaba en Estados Unidos.

Era un plan sencillo y eficaz. Pero había un problema: Todos los casos eran muy parecidos. Y eso llamó la atención de un juez, pero no hasta después de que personas inocentes, como Andrés, había sido sentenciadas por contrabando de drogas.

“Un patrón común”

Tres días después de su sentencia, Andrés fue de nuevo llamado a la corte para comparecencia de procedencia.

“Ahí es cuando me enteré que mi abogado había presentado una moción de absolución”, dijo Andrés. “(El juez) dijo que se habían presentado casos parecidos al mío, (y) le dijo a la fiscalía que investigara”.

El juez superior de Distrito en EU, David Briones, con 17 años de veteranía en el aparato judicial, se dio cuenta del patrón de los casos.

“Tengo información sobre el juicio de esta semana de (el juez de distrito Philip R.) Martínez y que tiene exactamente casi los mismos hechos: dos bolsas en la cajuela, atadas y cada una con aproximadamente 30 kilos, y el individuo también fue inspeccionado en el carril (especial), le dijo Briones a los abogados de Andrés y a los fiscales esa tarde de mayo en la comparecencia de procedencia.

“Yo, francamente, creo que se ha cometido una injusticia”, afirmó.

El juez desechó el caso en contra de Andrés, y ese mismo día fue liberado.

“Cuando el juez desechó (el caso), pensé que era de verdad un sabio”, dijo Andrés. “¿Cómo pudo ver todas las cosas que lo rodearon, los casos anteriores, la falta de pruebas? Estaba verdaderamente impresionado de escuchar esas palabras de su boca. Estoy muy agradecido por la sabiduría que mostró”.

Seis semanas después, los cargos en su contra fueron desechados. Para entonces, el juez había alertado al FBI, el cual había iniciado una investigación. A finales de julio, investigadores federales emitieron una denuncia penal.

Andrés fue uno de las por lo menos cinco de las llamadas mulas ciegas (personas utilizadas por los cárteles para transportar narcóticos) identificadas en la demanda federal de 20 páginas.

Entre otros estaba un maestro de cuarto grado y un doctor en medicina deportiva. Las mulas ciegas tenía unas pocas cosas en común: todas las bolsas fueron aseguradas de la misma forma, cada una contenía aproximadamente la misma cantidad de marihuana, y la mayoría de los capturados manejaba un vehículo Ford. (Las fuentes de código de llave necesarias para elaborar duplicados de llaves eran de mucho más fácil acceso para los Ford que para otros tipos de vehículos, según la demanda.)

El agente especial del FBI, Michael Martínez, dice que la astucia de los cárteles no le sorprendió del todo.

“No teníamos conocimiento (antes) de algo así”, dijo. “(Los cárteles) se están haciendo muy creativos, esto fue algo relativamente nuevo”.

La investigación está en curso, y el presunto colaborador de Jesús Chávez, Carlos Gómez, sigue prófugo. Los intentos por conseguirle un abogado a Chávez, que está bajo custodia federal, no fueron exitosos.

A pesar de la amplia investigación y revisiones de antecedentes, a veces personas con intenciones criminales pasan la Aduana y Protección Fronteriza de los EU. La semana pasada funcionarios informaron que un ciudadano estadounidense de 30 años y poseedor del pase RESIRV presuntamente intentó cruzar la frontera desde Tijuana, México, hacia el sur de California con cerca de 25 kilos de metanfetaminas en su coche.

A pesar de ser un hombre libre con un nombre limpio, Juan Andrés sigue angustiado por su experiencia.

“Estar de nuevo en la escuela fue muy, pero muy extraño. Ver a mis amigos que tomaban clases conmigo, y que ahora están avanzados, fue difícil.

El no saber si seguía siendo espiado le pesaba: “Tenía miedo del primer día de clases, miedo de salir del estacionamiento”.

Y aunque los seis meses de encarcelamiento han afectado el nivel de ejecución del saxofón de este amante del jazz, no guarda rencor.

“Creo que lo más importante es que no guardamos resentimiento o enojo o algo por el estilo. No fue mi culpa; no había manera de haberlo poder evitado. Lo tomamos como un, ‘las cosas pasan’ ”.

Nota del editor: Esta historia es parte de una serie que observa la violencia vinculada con los cárteles mexicanos de la droga, sus conexiones globales en crecimiento y cómo afectan la vida cotidiana de la gente.