Por John Avlon*, colaborador de CNN
NOTA: Sintoniza CNN en Español a las 8 ET este jueves para ver el debate de los candidatos del Partido Republicano en Jacksonville, a pocos días de las primarias de Florida. Véalo también en vivo por CNN.com y en las aplicaciones móviles de CNN.
(CNN) – El debate presidencial republicano de este jueves en Jacksonville Florida, organizado por CNN, será uno de los más de 20 encuentros de este tipo que se han realizado en los últimos nueve meses. Dice la sabiduría popular que han sido demasiados.
La queja más habitual: los debates han quitado demasiado tiempo a los candidatos y sus equipos, los distraen de sus campañas y de su recolección de fondos y dan un papel demasiado importante a los medios en el proceso de selección de candidatos de cara al electorado.
Pero mi punto de vista es diferente: los debates han sido un aporte de gran valor al ciclo electoral. Y dos terceras partes de los votantes en las primarias de Carolina del Sur parecen coincidir con esto, diciendo que los debates jugaron un papel importante en su decisión.
Los caros anuncios televisivos, por el contrario, parecen haber perdido poder de persuasión. Esto es algo bueno ya que los debates han aportado a esta carrera por la nominación republicana un nivel de transparencia sin precedentes.
Subidos al estrado, junto al resto de rivales, los candidatos están expuestos en lugar de ocultarse tras grandes sumas de dinero, super PACs o anuncios televisivos. Los votantes los han juzgado en función de su conocimiento de la política y su capacidad de pensar y hablar. Es un buen examen hacia la carrera presidencial y ayudan a revelar el carácter así como la talla intelectual de los aspirantes.
Nadie puede decir que los debates no han tenido un impacto. Tim Pawlenty posiblemente lamente su prematura decisión de abandonar la pugna tras las consultas informales de Iowa. Pero fue un error suyo el repetir lo del “Obamney Care” a la cara Mitt Romney ya que hizo que muchos votantes y potenciales donantes a su campaña llegaran a la conclusión de que carecía de la dureza necesaria para ser presidente.
Rick Perry entró a la campaña en agosto como el salvador que buscaban los conservadores al cumplir los requisitos de las posturas conservadoras en materia fiscal y social que también atraían al Tea Party.
En su campaña para la reelección en Texas, Perry había dejado de hablar con los consejos editoriales en un repliegue con respecto a las “elites mediáticas”, pero no pudo evitar los debates. Y de nuevo, en uno de ellos, no pudo evitar su propensión a meter la pata con sus declaraciones. Y varias metidas de pata después, la reputación de Perry como político de talla se fue al piso.
El ascenso de Newt Gingrich al número dos en la carrera por la nominación se debe casi en su totalidad al buen desempeño en los debates, al lograr un buen equilibrio entre la retórica repúblicana y sus meditadas recetas políticas. Sí, cierto es que algunos de sus mejores momentos han sido al desafiar algunas preguntas que le valieron el apoyo de la audiencia, pero eso es un indicio de su capacidad para conectar con los votantes al expresar sus frustraciones. Logró resucitar políticamente, no con dinero y con organización, sino gracias a los debates.
Mitt Romney logró superar tranquilamente los primeros debates como el claro favorito, mientras los demás candidatos parecían reacios a atacarle duramente.
Eso le permitió centrar sus ataques en el presidente Obama, una estrategia que le funcionó durante algún tiempo, recordándole a la base republicana que por lo menos tenían una cosa en común con Mitt Romney: un rechazo, rayano en la falta de respeto, por el presidente. Pero fue la insistencia de otros candidatos durante los debates lo que terminó haciendo que Romney revelara sus declaraciones de impuestos e hizo que fuera un tema de interés durante la campaña.
Y las buenas actuaciones de Ron Paul y Rick Santorum en los debates les han permitido atraer nuevos seguidores, al tener la posibilidad de transmitir su mensaje a grandes audiencias que, de otra forma, quizás no hubieran alcanzado.
Para terminar de redondearlo, estos debates han tenido gran audiencia: más de 50 millones de estadounidenses hasta la fecha. Son votantes que están mirando. Y aunque esta campaña presidencial ha tenido momentos más cercanos a un “reality show”, por lo menos tienen un componente cívico más allá del conflicto. La substancia de los debates ha impulsado el ciclo noticioso de la campaña.
Entiendo que para los estrategas de campaña y algunos candidatos el tiempo que implica preparar debate tras debate les quita tiempo para captar fondos. Tienen que estudiar a fondo y aprender políticas al darse cuenta de que ya no cuelan sus frases trilladas con mentiras que sueltan en sus discursos.
Pero también es una gran oportunidad de transmitir su mensaje a un mayor número de personas y, en defitiva, es de eso de lo que se trata una campaña. El hecho de que haya cierto riesgo en los debates es un simple reflejo de los riesgos que hay en una campaña por lograr el puesto con más poder del mundo.
El debate de este jueves será el último durante casi un mes. En febrero habrá algunas asambleas partidarias y primarias, pero el siguiente gran encuentro será el Súper Martes de principios de marzo. Y anticipo que los votantes echarán de menos los debates y su papel para aclarar las cosas.
Los favoritos querrán evitar el escrutinio que suponen estos debates, pero suponen una oportunidad vitar para juzgar a los candidatos directamente y aportar más luz a este duelo por la candidatura presidencial.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a John Avlon)
*Nota del editor: John Avlon es colaborador de CNN y columnista político de Newsweek y The Daily Beast. Es co-editor del nuevo libro “Deadline Artists : America’s Greatest Newspaper Columns”.