Por Patricia Janiot, enviada especial a Caracas
Caracas (CNN) – Se siente la polarización; la intransigencia, el enfrentamiento agudo como en ningún otro país que he visitado.
El sólo hecho de estar presente en las primarias es visto por algunos que apoyan al gobierno de Hugo Chávez como un decidido apoyo a la oposición. Y algunos en la oposición ven un aliado en nuestro compromiso de informar sobre estas primarias. Nada más alejado de la realidad.
Estamos en Venezuela para reflejar una realidad. Un evento que hace unos años se pensaba imposible. Diferentes partidos políticos dejaron a un lado sus diferencias electorales para escoger a un candidato único de oposición que derrote a Chávez en las elecciones presidenciales de octubre de este año.
Aunque ya se ha cuestionado la verdadera unidad de la oposición, especialmente por reservas que expresaron algunos de los precandidatos en torno a los lineamientos de lo que sería el programa de gobierno opositor, la aspiración de quien resulte elegido es no sólo unir a la oposición sino a todo el país, unir a Venezuela en torno a un nuevo futuro.
Chávez, que lleva 13 años en el poder, descalifica con frecuencia al contrario en sus mensajes.
El país, desde el discurso presidencial, pareciera estar dividido entre pobres y ricos; entre socialistas y capitalistas, bolivarianos y piti yanquis; los dignos revolucionarios y los indignos imperialistas. Esos, los “malos”, “más nunca volverán a gobernar a Venezuela”, dice Chávez.
Su discurso le ha servido para entusiasmar a las masas populares y, por supuesto, ganar elecciones, varias elecciones.
Su apuesta a un estado social, paternalista, de inclusión con los que comparten sus ideales; de lucha frontal y exitosa contra la pobreza extrema, apoyado en ingresos provenientes de la exportación de petróleo, le han dado altísimos niveles de popularidad que le sirven para aspirar con muchas posibilidades a una tercera reelección presidencial.
Gane el presidente Chávez o la oposición, es probable que la mitad de la población se sienta “odiada” por la otra mitad.
Ojalá me equivoque. Pero es hora de que con Chávez o sin él en el poder, las cosas en Venezuela se vean con matices, con claros y sombras, con la diversidad que nos rodea, sin los estereotipos odiosos, con la tolerancia y el respeto por la opinión contraria aunque no se comparta, donde se le dé cabida a la pluralidad que hace que las cosas no se simplifiquen en blanco y
negro.
Un buen comienzo para esa nueva etapa que serviría de ejemplo y sentaría un precedente formidable para el país sería uno, dos o varios debates respetuosos de confrontación de ideas y propuestas entre el presidente Chávez y su contendor; donde se contrasten las diferencias y haya lugar a edificar sobre las coincidencias. Ahí quiero estar para ver esa otra Venezuela.
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