Por Frida Ghitis*
(CNN) — Si tú usas Google, y sé que lo haces, seguramente has notado un pequeño banner que sale arriba de la página anunciando: “Estamos cambiando nuestras políticas de privacidad y nuestros términos”. Te da la opción de “Saber Más” o la otra, que seguramente, han elegido todos: “Ignorar”
Y es que, ¿quién quiere leer lo que Google planea hacer con toda la información que tiene de nosotros?
En mi caso, también, le di clic a “Ignorar”. Y es que el sólo hecho de pensar en todo lo que Google sabe de mí me provoca dolor de pecho. Y si eso me pasa, tendré que buscar en Google “Dolores de pecho”, y después me preguntaré si mi aseguradora sabrá que estaba buscando “dolor de pecho”, o peor, que un día que quiera cambiar de aseguradora me rechacen la solicitud por los efectos secundarios de haber solicitado los conocimientos de Google. Pero sólo estoy divagando.
Cuando creó su nueva política y amablemente explicaba que se debía a “nuestro deseo es crear una experiencia bellamente sencilla e intuitiva a través de Google”, las autoridades europeas inmediatamente le dijeron al monstruo del internet que aplazara su fecha del 1 de marzo hasta que los oficiales de la Unión Europea tuvieran oportunidad de revisar su simplificada y embellecida herramienta de búsqueda.
Resulta que, en comparación con los estadounidenses, los europeos son menos confiados en lo que respecta a la invasión a la privacidad electrónica. En Estados Unidos le tienen una gran aversión a la intervención del gobierno. Si el FBI quisiera examinar las búsquedas de Google, los de derecha y los de izquierda se unirían, el ALCU, Tea Party y los liberales alzarían juntos sus puños para pelear por la privacidad de la libertad. La Suprema Corte se uniría, como lo hizo en el caso de la vigilancia GPS, y concluiría que la gente tiene el derecho a su privacidad, un derecho en contra de cualquier “búsqueda irracional”, como lo dice la Constitución.
Sin embargo, en el caso de la última jugada de Google para concentrar la información de los usuarios, muchos estadounidenses no le pusieron mucha atención.
Si los estadounidenses, o la gente de cualquier otro sitio, decidiera tomarle la palabra a Google y revisara su nueva política de seguridad, descubrirían cosas tan alarmantes y espantosas, que revertiría la costumbre nacional de dejar que las compañías, como Google y ahora Facebook, que saben más de nosotros que incluso nuestros amigos más cercanos, hagan dinero como les dé la gana.
Esto es lo que Google sabe de ti, lo que tiene en sus servidores y que, por lo tanto, corre riesgo de ser hackeado:
Google tiene cualquier mail que hayas mandado o recibido desde Gmail. Tiene cada una de las búsquedas que has hecho, cada chat que has tenido en Google Talk. Tiene un registro de cada llamada que has hecho usando Google Voice, conoce cada Google Alert que has programado. Tiene tu Google Calendar con todo su contenido desde el primer momento que lo usaste, incluyendo todo lo que has hecho cada día desde entonces. Conoce tu lista de contactos con toda la información que incluiste acerca de ti y de las personas que conoces. Tiene tus imágenes de Picasa, tu configuración de tu página de noticias en donde indica los temas que más te interesan. Y mucho más.
Si alguna vez usaste Google mientras estabas conectado a tu cuenta para buscar a una persona, un sinónimo, un efecto secundario médico, una idea política; si alguna vez “chismoseaste” usando uno de los servicios de Google, todo eso está guardado en los servidores de Google. Y gracias a la magia de los algoritmos de Google, es muy fácil encontrar toda esa información porque el buscador de Google trabaja perfecto. Incluso Google puede hacer búsquedas en tu computadora sin que hayas estado conectado por un periodo de hasta seis meses.
Facebook tiene cosas más interesantes: tus fotos, tus comentarios, tus gustos, tus amigos, tu no-amigos.
Lo que has hecho, dicho, tecleado, buscado o googleado. Nunca podrás desaparecerlo. Permanecerá ahí por siempre. A menos que la gente le exija al gobierno que haga algo al respecto.
La Comisión Europea tiene una nueva propuesta de privacidad conocida como el “Derecho a ser olvidado”. Le permitiría a usuarios en 27 países de la Unión Europea demandarle a las compañías de internet que borren su información personal.
El famoso lema de Google es “no hagas el mal”. No acusaré a Google de hacer el mal a propósito. Ha hecho bastante para mejorar nuestras vidas. No guarda sus intenciones de que está interesado en tener ganancias, lo cual es válido. Pero lo que sí creo es que nos está tratando de engañar a propósito cuando dice que su nueva política busca “ofrecerte la mayor cantidad de opciones y transparencia que sean posibles”.
Seguí las instrucciones, y, con algo de trabajo, eventualmente logré descargar páginas y páginas de material personal acerca de mí en Google. Lo que yo estaba buscando era un simple, digámoslo de una forma elegante, botón que le dijera a Google que no salve nada que yo no le diga específicamente que quiero que guarde. Pero nunca encontré ese botón.
Google, al igual que Facebook, es dueño de millones si no es que trillones de bits de información. Los extrae, los usa para vender anuncios, los hace algoritmos. Pero mi miedo verdadero no es Google. Mi miedo verdadero es que la tecnología de las computadoras se ha convertido en una carrera de armas entre los buenos y los malos. Google se puede ver a sí mismo como un alegre portador de sombrero blanco, protegiendo valientemente toda nuestra información. Y lo puede estar haciendo lo mejor que puede. Pero los hackers trabajan duro todo el tiempo.
Google y Facebook se están enriqueciendo con nuestra información personal de una manera que ninguno de nosotros dimensiona o aprueba. Pero los hackers pueden hacer cosas peores, como lo hemos visto en varias ocasiones alrededor del mundo. Los hackers ya han abierto los candados y han dispuesto de la gran cantidad de información que hay en la red respecto a nuestras tarjetas de crédito, documentos privados y todo tipo de correos personales. Imagina que tus correos y tus conversaciones estuvieran disponibles en la red para que cualquiera los pudiera leer.
La acumulación en línea de toda nuestra información personal no es algo que podemos darnos el lujo de “ignorar”. La única manera efectiva para cambiar la forma en que actúan estas grandes corporaciones, y también las pequeñas que ya siguen las mismas prácticas, es obligar a las autoridades a considerar dichas acciones como prácticas ilegales. Podemos empezar siguiendo el ejemplo de Europa.
El escenario más obvio, ético y estandarizado, debería establecer que nuestra información personal nos pertenece a nosotros y a nadie más, ni a Google ni a Facebook. Deberíamos abogar porque existieran leyes que les exijan modificar sus condiciones de servicio para que los usuarios puedan decidir si brindan o no su autorización para que su información privada sea almacenada.
*Nota del Editor: Frida Ghitis es una columnista de asuntos internacionales para el Miami Herald y para el World Politics Review. Ex productora/corresponsal de CNN, es autora de “The End of Revolution: A Changing World in the Age of Live Television”.
(Los comentarios expresados en esta columna son únicamente los de Frida Ghitis).