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Por Ernie Reid*

Han transcurrido 84 años desde la primera vez en que la industria del cine decidió premiar el trabajo de sus creadores. En una ceremonia llevada a cabo el 16 de Mayo de 1929 en el Hollywood Roosevelt Hotel de Los Ángeles, los primeros Oscars se entregaron en 15 minutos. Por aquel entonces, eran sólo 12 categorías, que no incluían a la música.

Desde entonces, la ceremonia de entrega de los premios de la Academia de Artes y Ciencias del Cine de EE.UU. ha evolucionado hasta convertirse en el evento social y mediático más importante de la industria del entretenimiento en cualquiera de sus manifestaciones. Anoche, los ojos del mundo entero estaban centrados en cada detalle de la octogésimo-cuarta entrega de los premios Oscar.

A tal punto, que los detalles fueron, por momentos, más importantes que el verdadero protagonista. Desde las ya clásicas polémicas sobre los vestidos y apariencia física de las estrellas al pasar por la alfombra roja, hasta las sátiras y chistes que abrumaron cada una de las categorías en las que se premiaban los trabajos más sobresalientes. Así, en el afán de amenizar una ceremonia extensa, la sobrecargaron con tantos detalles, que parecían más importantes los sketches o chistes de los presentadores, que la naturaleza e importancia misma del trabajo premiado. En algunos casos, casi hasta pasando por alto contribuciones y protagonistas que, por su relevancia, merecieron tener un lugar preponderante. Creo que la música es el caso más notorio de todos.

La música no es importante en una película. Es fundamental. Es uno de los recursos más poderosos del arte cinematográfico. Ya desde los comienzos del cine mudo, la proyección de películas incluía un pianista en vivo, que con su interpretación acompañaba y sugería los estados de ánimo, ritmos y situaciones que el director planteaba en la pantalla. Con el tiempo, el arte de crear bandas de sonido para el cine se convirtió casi en una ciencia.

Hoy en día, cada nota, cada acorde, cada melodía, cada compás, cada arreglo y cada textura de los instrumentos empleados en la orquestación de una obra cinematográfica, como así también cada punto de edición y cada forma en que se utiliza una melodía o textura, están estudiados hasta el más mínimo detalle. Es por ello que el trabajo de los músicos que crean música para cine, más que acompañar la obra, es hacernos sentirla. Algunos lo logran con precisión quirúrgica. Así como los violines y los vientos no suenan por casualidad en la escena final de “Casablanca”, tampoco los tin whistles y Uilleann pipes (o gaitas irlandesas) estaban presentes en “Corazón Valiente” o “Titanic” sólo porque sí. Cada segundo de su inclusión, fue absolutamente deliberado. Maravillosamente deliberado. Los instrumentos, tonalidades, estructuras, melodías y texturas sonoras son las armas con que cuenta el director para hacernos sentir aquello que vemos en pantalla. La música constituye un verdadero cimiento sobre el que se apoya e impulsa el mensaje visual.

Es así como el director logra hacernos parte de su película. Nos hace sus cómplices, logrando que por empatía entendamos y sintamos lo que está ocurriendo, casi como si nos estuviera ocurriendo a nosotros mismos. La música es la que hace que una determinada escena “salga” de la pantalla hasta envolvernos en su trama. Todo es un truco. Es parte de la fascinante magia del cine. Es gracias a la música que, cuando la función termina, salimos de la sala de proyección con una sonrisa en los labios; una lágrima en los ojos; tarareando una melodía; recordando un beso o cantando una canción.

El músico que crea una banda de sonido entiende el guión hasta sentirlo. Caso contrario, le resultaría imposible hacer su trabajo. En cada tiempo de cada compás, nos enseña a sentir las escenas de la película: se enamora de la protagonista; sueña los sueños del héroe; camina con ellos cada paso de la trama; derriba la pared imaginaria que divide la pantalla del público, y con todos sus conocimientos técnicos, entrega a la película el arte surgido de su inspiración musical, para completar una obra de arte que no existiría como tal sin él. Es un trabajo extenuante. Y en mi libro, eso merece ser premiado. A algunos directores y músicos, los iría a visitar a su casa para darles un Oscar cada vez que vuelvo a ver su película.

El valor de la música en el cine fue reconocido por primera vez en la séptima entrega de los premios Oscar, durante la ceremonia de 1935, que premiaba las producciones de 1934. La primera canción en recibir la distinción de “Mejor Canción Original” fue “The Continental”, incluida en la película “The Gay Divorcee” (La Alegre Divorciada), dirigida por Mark Sandrich y protagonizada por Fred Astaire y Ginger Rogers. Letra y música de Herb Magidson y Con Conrad, respectivamente.

Asimismo, la primera orquestación original en recibir el Oscar a la “Mejor Banda de Sonido Original” fue la correspondiente al fim “One Night Of Love” (Una Noche De Amor), dirigida por Victor Schertzinger y protagonizada por Grace Moore y Tullio Carminati. La música fue compuesta por el mismo Victor Schertzinger y Gus Kahn.

La música para cine ha evolucionado dramáticamente desde entonces y, este año, la ganadora en la categoría de  “Mejor Banda de Sonido Original” fue la correspondiente a “The Artist”, del brillante joven compositor francés Ludovic Bource, que ya había ganado un Globo de Oro por su increíble trabajo en esta película. Al tratarse de una película muda, la música tiene en “The Artist” un papel central, y Bource aprovechó cada segundo de ese protagonismo con maestría.

Los otros nominados en la categoría fueron:

Howard Shore, por “Hugo”. Nacido en Toronto, Canadá, el 16 de Octubre de 1946, Shore es protagonista de un Curriculum demoledor: Compuso la música de más de 80 películas, y obtuvo tres premios Oscar por la trilogía de “El Señor De Los Anillos” en 2001, 2002, y 2003 respectivamente.

John Williams, por “Caballo De Guerra” y “Las Aventuras de Tintin”. Nacido en Floral Park, Nueva York, el 8 de febrero de 1932, Williams es uno de los compositores más prolíficos y talentosos de la historia de la televisión y el cine. Fue nominado en nada menos que 47 oportunidades y obtuvo 5 premios Oscar por su trabajo en: “El Violinista En El tejado (adaptación)” (1971), “Tiburón” (1975), “La Guerra De Las Galaxias” (1977), “E.T. El Extraterrestre” (1982) y “La Lista De Schindler” (1994). Williams es, además, el compositor de las bandas de sonido más inmediatamente reconocibles de la historia. Entre ellas: “Superman”, “Indiana Jones”, “Hook”, “Jurassic Park”, “Home Alone”, y las tres primeras producciones de “Harry Potter”. Además, ganó 4 Globos de Oro, 7 premios BAFTA, y 21 premios Grammy. El tamaño del aporte de John Williams a la industria del cine es imposible de medir.

Cerrando la lista de nominados, encontramos a Alberto Iglesias, por “Tinker Tailor Soldier Spy”. Nacido en San Sebastián, España, en 1955, Iglesias es el compositor de la música de 26 películas, muchas de ellas dirigidas por Pedro Almodóvar. Tiene dos nominaciones previas en su haber: “El Jardinero Fiel” (2005) y “Cometas En El Cielo” (2007).

Es una verdadera pena que, contando con el lujo de la presencia en la platea de estas verdaderas leyendas vivientes del cine, el tiempo que se brindó a la presentación de sus nominaciones fuera sólo de unos escasos minutos, de los cuales la mayor parte fue acaparada por un sketch. Casi no se habló de la obra de estos auténticos genios, ni de lo enorme de su contribución.

Algo parecido ocurrió con las nominadas a “Mejor Canción Original”. Estoy de acuerdo en que ha habido años de mejor cosecha en esta categoría, pero  tanto “Man Or Muppet” del neozelandés Bret McKenzie como “Real In Rio” de Sergio Mendes, Carlinhos Brown y Sediah Garrett merecieron un lugar de mayor protagonismo.

Por supuesto, es incuestionable destacar el trabajo de todos los que intervinieron  en la organización de la ceremonia. Desde el punto de vista de la producción, han hecho un trabajo realmente impresionante. El regreso de Billy Crystal a la conducción de la ceremonia es un acierto que no pasó desapercibido. Pocos dominan el arte y los tiempos de la comedia como él.

No tengo dudas de que si existiera un Oscar a la mejor producción de una ceremonia de entrega de premios, la Academia de Artes y Ciencias del Cine se lo llevaría sin discusión.

*Nota del editor: Ernie Reid se desempeñó como Gerente de Marketing Estratégico y Productos Especiales, PolyGram/Universal Music Group”. Actualmente es consultor en Marketing Estratégico y en piratería fonográfica.

( Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Ernie Reid)
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