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Por John Avlon*

(CNN) — Quedó muy claro el mensaje del supermartes: Mitt Romney todavía no puede cantar victoria a pesar de contar con el apoyo de la base de los votantes conservadores, ganar seis estados y gastar cuatro veces más que sus rivales. A pesar de que ya acumula 404 delegados, necesita 740 más para amarrar la victoria, y por lo que se ve, la disputa se extenderá a mayo o incluso hasta la convención republicana.

El impresionante triunfo de Santorum en Tenessee —además de sus triunfos en Dakota del Norte y Oklahoma— fortaleció sus opciones de convertirse en la alternativa frente a Romney.

Mientras, Newt Gingrich se anotó una importante victoria al ganar con 20 puntos de ventaja en Georgia, su estado natal, pero ocupó la tercera posición en el resto de las votaciones. Seguramente crecerá en torno a él la presión para que se haga a un lado de la disputa, lo que permitiría que Rick Santorum se hiciera de más seguidores. Pero Newt seguirá en pie de guerra y podrá hacerse de suficientes recursos para seguir en la contienda.

El apretado triunfo de Romney con apenas 1% de diferencia en Ohio ilustra con claridad cuál es el problema que se presenta en el Partido Republicano. Romney ha vencido en las áreas urbanas que suelen votar por los demócratas en las elecciones presidenciales, mientras que Santorum muestra fortaleza en las áreas rurales, típicamente afines a los republicanos.

Es evidente el peso del factor económico: Romney gana el voto de las personas que ingresan más de 100,000 dólares al año, y Santorum el de los que ganan menos de esa cifra. De igual manera, Santorum ha captado el voto de quienes se consideran “muy conservadores” en materia fiscal o de temas sociales, mientras que Romney acapara los de quienes se consideran conservadores moderados.

Los seguidores del Partido del Té y los evangélicos apoyan a Santorum, mientras que los opuestos a ambas corrientes están del lado de Romney. Dichas tendencias dejan ver que Romney sería un mejor candidato en las elecciones generales en términos de percepción ciudadana, aunque no sería suficiente.

Esencialmente, Romney ganó Ohio porque las mujeres votaron por él, aparentemente desilusionadas por la postura de Santorum respecto a asuntos como la anticoncepción. Y sorpresivamente, Romney derrotó a Santorum con el apoyo de los católicos, a pesar de que públicamente ha reconocido que profesa otra fe.

La evidencia de los problemas que enfrenta Romney son visibles a partir de su derrota en Dakota del Norte a manos de Santorum, a pesar de haber ganado allí hace cuatro años. Pero fue el caso de Virginia el que en realidad pudo haber evidenciado el profundo sentimiento anti Romney, ya que se intuía que acapararía las preferencias, con excepción del apoyo que recibiría Ron Paul.

El congresista, de corte liberal, recibió hace cuatro años el 4.5% de los votos, pero ahora obtuvo el 40%, mientras que Romney registró 60%. Este dato marca un precedente respecto a la orientación del voto que privará en los conservadores para votar por alguien que no sea Romney.

El Partido Republicano enfrenta ahora el escenario de una prolongada lucha por la nominación presidencial. Las próximas votaciones serán en Kansas, Alabama y Mississippi —estados predominantemente conservadores que resultarían afines a Romney—.

Sin embargo, las tendencias de esta contienda dejan ver que a menos que alguno de los candidatos se retire, las elecciones se extenderán, especialmente si consideramos el hecho de que si Romney ganara los delegados de todas las elecciones por venir, no podría hacerse de la nominación republicana sino hasta mayo.

Y matemáticamente, todavía es posible que Romney no logre reunir a los 1,144 delegados necesarios para evitar que la convención sea impugnada.

Estos factores podrían dar forma al peor escenario posible para los republicanos: Romney no puede propinar un golpe contundente para hacerse de la candidatura republicana, pero Santorum, Gingrich y Paul sí pueden interferir, a pesar de que ellos no sean capaces de ganar por su propia cuenta.

*Nota del Editor: John Avlon es colaborador de CNN y columnista de Newsweek y The Daily Beast. Coeditó el libro Deadline Artists: America’s Greatest Newspaper Columns.

(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a John Avlon).