Por Tim Lister
(CNN) — Los europeos están rebelándose contra sus líderes, contra los partidos políticos en el poder y contra el plan de austeridad impulsado por Alemania. Se resisten a un futuro que augura el descenso del nivel de vida y la reducción de los servicios públicos.
En los últimos días, los griegos huyeron hacia los extremos opuestos del arco parlamentario, con el repunte de los partidos de extrema izquierda y extrema derecha, casi insignificantes hace dos años.
Los franceses echaron a la calle al presidente, que quería hacerlos más competitivos y menos endeudados, y votaron a favor de un candidato que se comprometió a adelantar la edad de jubilación. Dos millones de electores anularon intencionalmente su voto, imitando a la líder del Frente Nacional, de extrema derecha, que logró un récord histórico para su partido en la primera ronda de las elecciones.
En las elecciones locales celebradas en Gran Bretaña, los dos partidos de la coalición de gobierno volvieron a ser castigados.
En las elecciones en Italia de este lunes, a los grupos de izquierda y de protesta les fue bien mientras apaleaban al partido del exprimer ministro Silvio Berlusconi. El cómico Beppe Grillo, quien quiere que Italia no pague su deuda, obtuvo el 21% de los votos en la ciudad de Parma.
Y en Alemania, la canciller Angela Merkel sufrió un desaire el domingo en una elección estatal, con un electorado al parecer cansado de la dura “rectitud fiscal” de Alemania.
Aunque Europa todavía está fuera de cuidados intensivos en términos financieros, tras una serie de cumbres en las que básicamente se aprobó el proyecto alemán y se trató de estabilizar el sistema bancario, las perspectivas económicas y de empleo siguen siendo sombrías.
La mano tendida a la izquierda
En respuesta al descontento popular, la retórica está cambiando: menos énfasis en la austeridad, más énfasis en echar a andar el crecimiento. De ahí que Merkel haya extendido su mano en son de paz al nuevo presidente de Francia, el socialista François Hollande: “Hablamos de dos caras de una misma moneda, el progreso sólo se alcanza a través de las finanzas sólidas y el crecimiento”.
Aunque un aliado de Merkel, Volker Kauder, de los cristianos demócratas, fue menos diplomático. “No habrá nuevos programas públicos para impulsar la actividad, como los que los (opositores) socialdemócratas alemanes y François Hollande exigen”, dijo a un periódico alemán.
Hollande ha prometido no ratificar el tratado de la Unión Europea en materia de disciplina fiscal si no hay nuevas iniciativas de crecimiento. Si lo dice en serio, a los mercados no les gustará. Es probable que, según Ian Bremmer del grupo consultor Eurasia, esto se haya dicho para obtener buenos resultados en la campaña electoral. “Su agenda de crecimiento de la UE significa muy poco en la sustancia política real”, escribió Bremmer este lunes. “Un cambio en la retórica política, el cual la canciller alemana, Angela Merkel, ya ha dado varias veces, debería ser suficiente para mantener las relaciones por el buen camino”.
Por lo tanto, se descarta una crisis en las relaciones francoalemanas, y en su lugar se busca un compromiso poco claro, junto con una guerra de guerrillas sobre si el Banco Central Europeo debe entrometerse en el asunto de crecimiento.
Un futuro de recortes
Cualquiera que sea el gobierno que se forme en Grecia, el cual probablemente sea una coalición improvisada, no llevará a Europa a diluir la misma medicina que se ha aplicado al país mediterráneo hasta ahora. Las opciones para quien asuma el cargo en Atenas son escuetas: seguir el rumbo establecido internacionalmente y recibir más apoyo, o detener eso por completo y salir de la eurozona.
El electorado griego, después de ver disminuir sus ingresos en casi un tercio en promedio en tres años, tiene un humor muy malo y volátil. Y el mes que viene, quienquiera que esté en el poder en Atenas tendrá que buscar otros 15,000 millones de dólares en recortes de gastos para mantener felices a los acreedores internacionales.
Los viejos partidos de centroizquierda y centroderecha no alcanzan una mayoría parlamentaria, ni siquiera si se alían, mientras que el partido Amanecer Dorado, repleto de simbolismos neonazis y amenazando con una guerra contra los inmigrantes, logró de repente 21 diputados. El encabezado del lunes en el periódico griego Ta Nea, tituló sin indicios de exageración: La pesadilla de la ingobernabilidad.
En lo esencial, los políticos europeos que son tan denostados por el electorado pueden maniobrar muy poco. Ni Alemania ni los mercados financieros consentirán un aumento del endeudamiento o el retroceso de las metas para reducir el déficit.
Las propuestas alemanas de reforma laboral para crear una Europa más competitiva es una aventura a largo plazo. También lo es reducir la deuda pública, la cual ha crecido desde antes de la última década.
Las cifras en contra
En Grecia y en gran parte de Europa, los electores más jóvenes padecen las mayores tasas de desempleo y se van hacia los extremos políticos. En los 17 países de la eurozona, más de una décima parte de la fuerza laboral está varada, según las estadísticas más recientes de Eurostat. El 51% de los españoles menores de 25 años están desempleados, mientras que en Italia el desempleo alcanzó su máximo en 12 años el mes de marzo.
El nuevo gobierno conservador de España ha intensificado los recortes de gastos y ejerce presión sobre los gobiernos regionales despilfarradores con el fin de lograr un equilibrio en el presupuesto.
En enero, el gobierno central tuvo que intervenir para asegurar que la ciudad de Valencia pudiera pagar una deuda de 160 millones de dólares al Deutsche Bank, a la par de que los bancos españoles han padecido un fuerte aumento de la morosidad y los precios de la propiedad continúan en picada.
La situación de Italia es igual de lamentable. Su gobierno intenta identificar los recortes de gastos para evitar aumentar la tasa máxima del impuesto a las ventas (conocido como IVA) al 23%. El gobierno espera que la economía se contraiga este año en un 1,2%.
En un artículo para el Financial Times del pasado octubre, el ex primer ministro británico, John Major, describió un escenario europeo que parecía el equivalente económico del cuadro de El Grito, de Edward Munch.
Los estados del sur “deben disminuir su calidad de vida y promover reformas para mejorar la eficiencia. Esto llevará años. Mientras tanto, los salarios deben caer, el desempleo aumentará y el malestar social se incrementará. La potencia de esta medicina tal vez no sea soportable en una democracia liberal”. Y cuando Major fue primer ministro, nunca exageraba.