Suu Kyi dijo a sus seguidores que no los olvidaría y que lucharía por sus derechos.

Por Andrew Stevens

Bangkok - (CNN) — Cuando Aung San Suu Kyi llegó a Tailandia, lo hizo sólo con su médico y un hombre de seguridad. El resto de su equipo se había adelantado para preparar su visita por el país donde realiza un excepcional viaje y de negocios.

El viaje inició la mañana del martes en medio de un intenso calor en Mahachai, un centro de la industria pesquera y comida de mar en Tailandia, una ciudad inclasificable llena de mercados y canales.

Al momento de su llegada, un par de horas antes de lo que se esperaba, los dos puntos de encuentro a donde iría estaban repletos de miles de birmanos que esperaban para ver a la líder de la oposición en Myanmar, quien está realizando su primer viaje al extranjero en más de 20 años.

En el mercado de pescado, donde escaseaba el viento y un fuerte olor a camarón permeaba el aire, esperaron pacientemente sosteniendo banderas y fotografías de Suu Kyi y su padre, el exprimer ministro Aung Sang, quien liberó del domino inglés al país que era conocido como Birmania.

Cuando Suu Kyi llegó a Mahachai era un caos. No se esperaba que bajara del carro –su gente había advertido que podría ser demasiado peligroso debido a la multitud–, pero para deleite de sus compatriotas de todas maneras lo hizo.

En el centro comunitario ubicado cerca de ahí, una multitud aún mucho mayor coreaba su nombre y cantaba el himno nacional. Hombres jóvenes, mujeres y familias reían y sudaban bajo el sol.

Cuando llegó, inicialmente no pudo bajar del auto debido a la cantidad de gente por lo que fue llevada a un callejón por donde pudo entrar al centro. Momentos después, apareció ante una multitud desde el balcón de un tercer piso para decirle a sus seguidores que no los olvidaría y que lucharía por sus derechos.

El efecto fue eléctrico. Muchas sonrisas se convirtieron en lágrimas de alegría. Muchos de los asistentes tienen la esperanza de volver a su país y encontrar un empleo.

Adentro del centro comunitario, Suu Kyi habló con líderes comunitarios y trabajadores. Cada uno dijo una historia de los juicios que enfrentaron. Después de 40 minutos llegó la hora de volver a la capital para cumplir con una apretada agenda de reuniones.

Habló con los medios brevemente y dijo que no respondería preguntas sino que repitió algo de lo que le habían dicho las personas con la que había hablado. Su imponente presencia en los espacios públicos se amplificó al interior de la habitación.

En total, su visita duró sólo cerca de tres horas. No mucho, pero suficiente para enviar un mensaje claro de que su nuevo viaje a la libertad será usado para impulsar la democracia y los derechos humanos en Myanmar con más fuerza que nunca.

Suu Kyi volverá a Yangon el fin de semana. Su próxima parada, Europa.