Por Jim Bittermann
(CNN) — Vestido con un traje de buzo, cargando tanques de aire en su espalda y siempre a punto de lanzarse al agua de cabeza: esa es la imagen que la mayoría de la gente reconocería de Jacques Costeau.
Era una rutina que el explorador francés repitió una y otra vez. Cientos, tal vez miles de veces a lo largo de su larga vida llena de aventuras. Pero lo cierto es que pocas veces es reconocido por su genio inventivo.
“De lo que más me acuerdo es que estaba encantado con las ideas … Era como un niño pequeño, pero era la persona más creativa e imaginativa que he conocido”, dice Susan Schiefelbein, una colaboradora cercana de Costeau por más de dos décadas, quien también le ayudó a escribir su autobiografía.
“Hacía conexiones que a otras personas les costaba más tiempo hacer. Un científico que estuviera involucrado y tuviera pasión en su trabajo podía ir con Costeau y decir ‘A, B’ y Cousteu se saltaría a la ‘Q’ y entendería inmediatamente los pasos intermedios”, dijo ella.
El francés prácticamente inventó el buceo cuando desarrolló la válvula reguladora que hizo posible respirar bajo el agua con tanques de aire.
Aparte de su equipo de buceo, al que llamó “pulmón acuático”, Costeau era probablemente mejor conocido por su fotografía submarina. Sus increíbles documentales producidos para la televisión y el cine tuvieron su origen en la curiosidad de su infancia aventurera.
“Estaba fascinado por las películas desde que era pequeño, de hecho se robó unos químicos de la farmacia de su abuelo y aprendió a revelar las cintas sin ayuda de nadie, e hizo películas de sí mismo y sus amigos”, dijo Schiefelbein.
La meta de Costeau era forjar una carrera naval y aeronáutica, asistiendo a la Academia Naval en Brest, al noroeste de Francia. Pero un serio accidente automovilístico en el que se rompió ambos brazos, acabó con cualquier sueño de convertirse en piloto.
“Se estaba fortaleciendo con la natación y se convirtió en un explorador naval por default”, contó Schiefelbein.
Si acabó en el buceo por accidente, realmente fue un afortunado accidente. Llevó a Costeau a una búsqueda por encontrar lo que yace debajo de la superficie de los océanos del mundo.
La curiosidad sin fin de Costeau lo llevó a explorar aguas aún más remotas y profundas. Pero necesitaba de algo que le ayudara a resistir las altas presiones del agua y poder maniobrar silenciosamente sin molestar la vida acuática a su alrededor. Los submarinos no funcionarían por la turbulencia y el peligro de sus aspas. Nada de lo que él tenía en mente existía, así que lo inventó.
“Se le ocurrió a la hora de la comida. Sacó un pequeño plato y después le puso otra encima y dijo: ‘(necesito) algo como esto’, y en dos semanas tenía a científicos trabajando en la idea”, recuerda Schiefelbein.
Con la ayuda de Jean Mollard, del Centro Francés para la Investigación Submarina, Costeau creó el platillo submarino, o el SP-350 como era conocido formalmente, un submarino para dos personas que podía sumergirse a profundidades de 350 metros durante varias horas seguidas.
Muchas veces él insistía en probar sus nuevos aparatos y técnicas él mismo, arriesgando frecuentemente su propia vida en el proceso.
“Aquí tenías a un hombre que llevaba estos aparatos a grandes profundidades, sin tener ni idea de lo que podría pasar y que tenía que descubrirlo él solo. Entonces realmente era prueba y error, en un sentido muy peligroso. Y siempre sobrevivía”, explicó Schiefelbein.
Pero la visión del explorador francés no se limitaba al mundo del buceo. Observó la necesidad de cubrir problemas más grandes, especialmente aquellos que tenían que ver con el medio ambiente y los mares.
En la década de 1960 hizo campaña para detener la descarga de desechos nucleares en el Mar Mediterráneo y ayudó a restringir la caza de ballenas comercial en la década de 1980, poniendo de su parte para proteger el mundo que tanto disfrutaba explorar.
“Si alguien le preguntaba: ‘¿Qué esperas ver en el fondo de la Fosa de Romanche?’ –de la que fueron los primeros en fotografiar– él decía: ‘Si supiera lo que espero, entonces para qué iría? ¿Por qué buscaría siquiera?’ Entonces decía ‘allez voir’”, contó Schiefelbein.
Allez voir (anda y ve) era el consejo que el mismo Costeau siguió hasta el final.