Por Micah Sifry
Nota del Editor: Micah Sifry es cofundador del Foro de Democracia Personal, un sitio de internet que examina cómo la tecnología está cambiando la política y es autor de “WikiLeaks and the Age of Transparency”.
(CNN) — Julian Assange regresó a los reflectores de los noticieros este jueves 16 de agosto porque, después de casi dos meses de estar en la embajada de Londres en Ecuador para evitar ser extraditado a Suecia, donde es requerido para interrogarlo, el gobierno ecuatoriano le otorgó asilo político.
La decisión desató un enfrentamiento diplomático ya que el gobierno del Reino Unido amenaza con revocar el estatus diplomático de la embajada con el país ecuatoriano.
Es irónico y triste ver al fundador de WikiLeaks pedir ayuda a un país con un terrible récord en libertad de prensa para evitar caer en las manos de otro gobierno o gobiernos como el de Estados Unidos que también quiere interrogarlo.
La promesa original de WikiLeaks era la de una nueva organización de noticias sin país y así, como lo dijo el crítico de prensa Jay Rosen, podría escapar a las presiones con las que casi todas las agencias de medios deben lidiar en sus países anfitriones.
WikiLeaks pudo haber evitado el escándalo si Julian Assange no hubiera insistido en mantener el control total de la organización aún después de que emergieran sus problemas legales personales.
Desde el 20 de agosto del 2010, cuando las autoridades suecas emitieron una orden internacional de arresto en contra de Assange por sospecha de violación, acoso sexual y coerción ilegal, el sitio ha estado en crisis.
“Nos imaginamos a nosotros mismos como una plataforma neutral, de tecnología pura y no un agitador político con una cuenta de Twitter”, escribe Daniel Domscheit-Berg, quien alguna vez fue socio de Assange, en su valioso libro Inside WikiLeaks.
“Julian tomaba las decisiones. El resto de nosotros fuimos demasiado indecisos y volubles o simplemente nos faltaba valor para poner límites. Por lo tanto Julian se convirtió en la cabeza autocrática de WL, no le rendía cuentas a nadie y no toleraba cuestionamientos hacia su autoridad”.
Cuando los cargos sexuales se hicieron públicos, Domscheit-Berg y otros voluntarios clave de WikiLeaks, incluyendo a Birgitta Jonsdottir, la diputada de Islandia que ayudó a publicitar el famoso “video del tiroteo de un helicóptero”, intentaron que Assange se hiciera a un lado por el bien de la organización.
No hace falta decirlo, pero aquellos que quieren mantener a otros en altos estándares éticos deben retirarse sin reproches. Desafortunadamente, en la semana que surgió lo de los cargos, Assange se aferró mucho más que antes, una historia que Domscheit-Berg detalla en su libro.
Durante una junta en línea el 14 de septiembre del 2010, el círculo interno de WikiLeaks, en donde también estaba un codificador máster misterioso al que se referían como “el arquitecto”, se reunió para lo que sería su última conversación de grupo.
Assange estaba enojado por los comentarios que Jonsdottir le había hecho al Daily Beast: “No estoy enojado con Julian, pero esta es una situación que claramente se nos ha ido de las manos”, le dijo al reportero Philip Shenon.
“Estos problemas personales no tendrían porqué tener algo que ver con WikiLeaks. Yo le he pedido insistentemente que se enfoque en las legalidades con las que está lidiando y que dejara que otras personas carguen con la antorcha”.
Pero Assange se negó a hacerse a un lado con su frase: “Wikileaks c’est moi”. De acuerdo con la cuenta de Domscheit-Berg, Jonsdottir respondió, “Entonces lo que dice Julian es que él es WL y todos los demás son solo sirvientes a los que reparte confianza”.
Existe una razón por la que es difícil censurar la conversación en línea. El Internet fue diseñado para facilitar la movilidad de la información y evitar los puntos de fallas. Cuando WikiLeaks empezó a publicar sus cables sobre la guerra de Afganistán e Irak, y después la información del Departamento de Estado, era imposible pararlo.
Cuando el gobierno de EU presionó a empresas como Amazon para dejar de proveerle servicios de red a WikiLeaks, otros sitios florecieron para asegurar que este material siguiera disponible aún cuando el dominio original de WikiLeaks.org fue extraído del sistema. La idea de que alguna organización de noticias internacional pudiera filtrarse de una manera segura y anónima en sitios oficiales o documentos para sacarlos a la luz, parecía imparable.
Pero WikiLeaks tenía un punto débil. Cuando Assange tambaleó en su vida personal, por decirlo de alguna forma, su respuesta a la crisis fue el inicio de la desintegración de WL. Domscheit-Berg, Jonsdottir y el “arquitecto”, quien se llevó el software que alimentaba el sitio con las filtraciones, dejaron de trabajar para WikiLeaks.
Desde entonces, WikiLeaks ha producido cosas poco relevantes gracias a lo que los hackers conectados a Anonymus han ofrecido, como los recientes correos electrónicos del gobierno de Siria. El año pasado, Assange quemó el poco capital moral que le quedaba cuando decidió postear la base de datos del Departamento de Estado sin importar exponer a gente inocente a un daño potencial y que no tiene nada que ver con las usuales publicaciones de documentos sobre malas conductas corporativas y gubernamentales que exhibía WikiLeaks.
Para evitar una posible extradición a Suecia y después, hipotéticamente, a Estados Unidos, Assange tiene esperanza en Ecuador, cuyo gobierno ha sido amigable con su causa. Pero el gobierno ecuatoriano es todo menos un refugio seguro para la libertad de prensa, tal y como reportó recientemente el Washington Post:
“Los defensores de la libertad de prensa dicen que ningún otro país en América Latina es tan eficaz para restringir a los medios como el pequeño productor de bananas de Ecuador. El presidente Rafael Correa, un economista izquierdista educado en Estados Unidos y quien ha forjado alianzas cercanas con Cuba e Irán, demandó por difamación a los tres directores del periódico más grande del país, cerró el periódico, con 90 años de historia, y los metió a la cárcel. Dicen los grupos de libre expresión que el gobierno formuló un marco de leyes y revisiones constitucionales para limitar la libertad de prensa, mientras construyen un conglomerado para desacreditar los reportes de los medios críticos e independientes”.
No hay razón para creer que WikiLeaks se centrará en Ecuador y no será sujeto a presiones similares.
La verdadera transparencia está lejos, muy lejos de los problemas legales de un individuo brillante, valeroso, pero últimamente lleno de fallas. Gran Bretaña debería dejar que Assange huya a Ecuador, porque hay menos posibilidad de que pueda tener un juicio justo. Ni en Suecia ni en Estados Unidos sucederá algo como lo que le esperaría en América Latina.
Los que queremos libertad de información para propserar deberíamos aprender una lección clave del caso de Assange. Para que la información fluya libremente, no debe de haber ni un solo punto de control.
Este comentario es adaptado de un ensayo que apareció en el Techpresident.com
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Micah Sifry