(CNN) — Cualquier padre que tenga un hijo lo suficientemente grande para poder hablar ha padecido muchas noches de desvelo a consecuencia de las pesadillas. Algunas veces hay un monstruo escondido en el clóset, en otras ocasiones hay insectos arrastrándose debajo de la cama, o bien una bruja acechando en el pasillo.
Innumerables estudios observacionales han mostrado que existe una asociación entre los medios y los problemas para dormir en los niños. Pero un nuevo estudio publicado en American Academy of Pediatrics propone una relación causal entre contenido mediático violento o inapropiado con un sueño deficiente.
Los autores del estudio analizaron a más de 500 niños de entre tres y cinco años, el tipo de programas que acostumbraban ver y la calidad de sus horas de sueño. Los resultados mostraron que al remplazar la violencia con contenido apropiado para su edad, además de algunas alternativas educativas, realmente pueden promover una mejor calidad de sueño.
“Los resultados del estudio no me sorprenden(…) Los niños pequeños son pensadores muy concretos y literales. Simplemente no entienden el concepto de monstruos y violencia ficticia. El contenido mediático violento puede causar ansiedad en los niños pequeños y eso claramente puede trastornar su patrón de sueño”, dijo la psicóloga clínica Wendy Walsh.
Debe de hacerse hincapié en que los resultados del estudio se obtuvieron de una fuente de datos mucho más grande, que forma parte de un estudio mucho más amplio enfocado en disminuir el comportamiento agresivo y aumentar el comportamiento social (un comportamiento voluntario cuya intención es el beneficio de otro). Los métodos del estudio incluían persuadir a los padres de buscar contenidos mucho más apropiados para sus hijos, ya que muchos estudios han demostrado que la exposición a contenidos violentos puede llevar a la agresión, así como hacia otros problemas emocionales y de comportamiento en los niños pequeños.
A los padres que participaron se les pidió que intervinieran en la selección de contenidos de televisión y que reemplazaran el contenido inapropiado con programas como Curious George, Plaza Sásamo o Dora la exploradora.
A los padres también se les alentó a que vieran la televisión junto con sus hijos y que discutieran los programas que estaban viendo. Esta práctica no solamente incrementa la conciencia de los padres sobre el contenido al que están expuestos sus hijos, sino que también busca mejorar los efectos positivos de medios educativos y en favor de la sociedad (aunque otro estudio concluyó que ver y discutir los programas en familia no mitiga los efectos negativos que provocan los programas con contenido violento o de miedo).
La calidad del sueño se evaluó utilizando el Cuestionario de los Hábitos de Sueño en los Niños, que en parte cuantifica la frecuencia de la aparición latente del sueño, la frecuencia con la que el niño se despierta por las noches, las pesadillas, dificultades para despertar por la mañana y el cansancio que pueda haber durante el día. El problema de sueño más común, según los autores, era la dificultad de la aparición latente del sueño, mostrando que el 26% de los niños tardaban más de 20 minutos en dormirse la mayor parte de los días de cada semana.
Siguiendo lineamientos básicos, los niños que formaban parte del grupo de intervención experimentaron reducciones estadísticamente significativas en las interrupciones del sueño comparados con aquellos sujetos que eran parte del grupo de control. Sin embargo, seis meses después de que terminara la intervención las mejoras disminuyeron. Entonces los autores del estudio incentivaron a los padres a continuar llevando a cabo elecciones mediáticas saludables en favor de sus hijos conforme crecieran y se presentaran evoluciones dentro de los contenidos en televisión.
“Ya sea que ese programa sea violento o no, el ver televisión antes de dormir puede afectar la capacidad de dormir bien”, añadió Walsh. “La televisión es demasiado estimulante para antes de dormir, incluso para los adultos”.