Por Marco Vicenzino
Nota del editor: Marco Vicenzino es colaborador de FreeVenezuela.org y director de Global Strategy Project.
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(CNNEspañol) – Después de 14 años de mala gestión económica, corrupción endémica y violaciones continuas de los derechos humanos, Hugo Chávez enfrenta su mayor reto electoral.
Después del sistemático debilitamiento de las bases democráticas de parte de Hugo Chávez desde 1998, el cambio en Venezuela lleva mucho tiempo sin presentarse. Sus ciudadanos no pueden ejercer sus libertades civiles sin temor al miedo, la intimidación y las represalias del Estado y sus seguidores. Las recientes muertes de tres seguidores de la oposición son recordatorios lamentables.
Chávez debe asumir la responsabilidad por esos actos. Su retórica provocativamente vitriólica y sus políticas divisivas promueven un ambiente en donde la violencia se vuelve permisible. Su temerario desprecio por el civismo en el proceso político ayudan e instigan las hostilidades. Mientras que la mayoría de América Latina progresa en un camino democrático, Venezuela está consistentemente en regresión. Sus ciudadanos simplemente se merecen algo mejor.
Irónicamente, en la primera década del siglo XXI, la promesa de Chávez del Socialismo del siglo XXI ha fracasado. La corrupción endémica y la incompetencia económica prevalecen. Todo este tiempo, la supervivencia de Chávez y su capacidad de subvencionar políticas fallidas están directamente relacionadas con el alto precio del petróleo. Sin ese precio, el experimento bolivariano colapsa. Sin Chávez, su régimen se derrumba.
Chávez se ha vuelto cada vez más vulnerable. Su gastos imprudentes en el extranjero generan resentimiento en casa, en donde la infraestructura y la seguridad pública decaen. La unidad de oposición sin precedentes bajo el liderazgo del determinado Henrique Capriles, de 40 años, le representa a Chávez el mayor desafío electoral que ha tenido que enfrentar. La narrativa de Chávez de una conspiración derechista que amenaza sus programas sociales, que son muy ineficientes y politizados, es simplemente anticuada. La oposición ofrece una clara alternativa, como lo fue el ejemplo de Brasil, de una combinación de gasto social con prácticas amigables para los negocios.
Además, una nueva generación de votantes jóvenes, que constituyen casi un cuarto del electorado, puede cambiar la tendencia política. El patrón tradicional de Chávez de aumentar el gasto social justo antes de las elecciones se ha vuelto menos convincente. Los seguidores tradicionales de la clase trabajadora y de clase media-baja cada vez se desencantan más con el status quo. Después de todo, los tugurios en Venezuela han crecido y la pobreza prevalece. Chávez llegó al poder como una reacción a décadas de negligencia hacia las clases bajas. Irónicamente, pueden ser quienes eventualmente voten contra él. Sin embargo, el apoyo de los seguidores fieles sigue firme pues son siempre recompensados con privilegios y beneficios materiales.
Al usar los ingresos petroleros estatales como su cuenta bancaria personal, Chávez está mordiendo la mano que alimenta a Venezuela. Su ego insaciable está llevando al país a la ruina. La búsqueda irresponsable de ganancias políticas a corto plazo daña el interés público de largo plazo al privar a las generaciones futuras de los beneficios por los recursos naturales de Venezuela.
Si la oposición triunfa en la elección este 7 de octubre, el papel de los militares será crucial para asegurar una transición sin traumatismos. No obstante, todas las instituciones del poder estatal, incluyendo las fuerzas armadas, las cortes y la compañía petrolera estatal, están llenas de seguidores chavistas muy politizados. Enfrentarse a esas realidades institucionales en un país profundamente polarizado será el gran desafío del nuevo gobierno, así como el largo camino hacia la reconciliación.
Sin embargo, sin importar el resultado, este elección marca la defenestración ideológica de Hugo Chávez. La corriente histórica está en su contra. Su narrativa de empoderar a los pobres está en bancarrota. Su sistema actual es intrínsecamente defectuoso e ineficiente. Está siendo sostenido con el clientelismo tradicional respaldado por el dinero del petróleo. Una nueva clase de cleptócratas chavistas simplemente ha remplazado al establecimiento de la generación pasada. Aunque los rostros han cambiado, las prácticas generales siguen intactas.
Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de Marco Vicenzino.