Por Julia Lull y Brittany Rivera
Nueva York (CNN) — En ciudades sobrepobladas como Manhattan, donde la mayoría de la gente camina y vive en edificios altos, existe un deseo latente por un espacio verde y aire fresco.
En lugar de pensar en otro parque encima del suelo, dos diseñadores han propuesto LowLine, un sitio al que llaman “el primer parque subterráneo del mundo”.
El proyecto, fundado por Dan Barasch y James Ramsey, tomaría la vieja terminal de tranvía de Essex Street, ubicada al este de Manhattan, para convertirla en un parque de juegos subterráneo alimentado con luz solar.
Después de que un amigo y exempleado del Metropolitan Transportation Authority (MTA) le dijo a Barasch y a Ramsey acerca de la cantidad de espacio subterráneo sin usar, ellos decidieron construir algo para aprovechar ese espacio, en lugar de agregar una construcción más al de por sí ya denso paisaje urbano.
“Estos enormes rascacielos tapan la vista del cielo. Entonces, la pregunta sobre dónde construir nuevos espacios públicos provocó que una nueva generación de urbanistas piensen creativamente acerca de qué hacer con los espacios de la ciudad”, dijo Barasch.
Del financiamiento de su campaña de lanzamiento que recaudó 155.187 dólares, Barasch y Ramsey pusieron el plan en acción. Una parte se invertirá para desarrollar tecnología para la iluminación subterránea.
Los discos solares especialmente diseñados recolectan la energía del nivel del suelo y lo llevan bajo tierra a través de una serie de cables. La resultante luz UV es lo suficientemente fuerte como para hacer que crezcan las plantas, pero no tan fuerte como para broncearse.
Muchos miembros de la comunidad están emocionados por los aspectos económicos que el LowlIne podrá aportar al área.
“Parece que el concepto será asombroso. Cuando el mundo vea el LowLine, así como ocurrió con el High Line, el área se verá radiante”, dijo Mark Hernández, propietario del Berkli Parc Café, ubicado en Delancey Street 63.
“Tratamos de involucrar profundamente a la comunidad en el proceso desde el principio”, dijo Barasch. “Contamos con muchas personas que realmente apoyan lo que hacemos y nos retroalimentan directamente”.
El MTA es dueño de la propiedad y no acepta propuestas por el momento.
En un video de YouTube subido el año pasado, el MTA se enfocó a buscar “proyectos creativos que pretendan tener un plan que genere ingresos”. Las ideas mencionadas en la grabación incluyen establecimientos de diversión, de ventas o un restaurante/club nocturno.
Sin embargo, Barasch y Ramsey no pierden la esperanza. Buscan todo el apoyo de la comunidad que puedan. En septiembre, el antiguo Edificio de Mercado de Essex será transformado en una pequeña instalación de prueba para que la vea el público.
La exhibición mostrará la tecnología que Barasch y Ramsey desarrollaron, al igual que dará la oportunidad a la gente de “involucrarse en una discusión más amplia sobre la idea del proyecto y de qué manera podría afectar positivamente a la zona”, explica Barasch.
Aparte de involucrar a la comunidad, otro elemento importante de LowLine es la conservación histórica. La terminal del tranvía fue construida en 1903 para que fuera el hogar de los trolleys del Williamsburg Bridge y de acuerdo con Ramsey, la historia es esencial para el proyecto.
Las calles del Lower East side son angostas y sinuosas, los edificios son pequeños y anchos. El vecindario es uno de los más antiguos y diversos de la ciudad. Desde el siglo XVIII ha sido el hogar de millones de inmigrantes, desde alemanes e italianos hasta rusos y chinos. Hoy en día, hay una creciente influencia puertorriqueña y dominicana en el área.
También se ha convertido en un área de contención. Edificios históricos son demolidos mientras que los propietarios de negocios se mudan al área en busca de propiedades más baratas y un lugar en el que puedan instalar nuevos hoteles, bares y restaurantes.
Este aumento de nivel económico ha colocado a la zona en la lista del Fideicomiso nacional para la Preservación Histórica de Ciudades en Riesgo de Estados Unidos desde el 2008.
En su sitio web el Fideicomiso dice que el área ha sido añadida a la lista porque las construcciones emergentes “amenazan con erosionar la tela de la comunidad y borrar la memoria colectiva de generaciones de familias inmigrantes”.
Para Barasch y Ramsey, construir el LowLine en el Lower East side es un tema de justicia social.
“Es un vecindario que muchas veces ha sido ignorado por los poderes que rigen el área y por los constructores, por lo mismo tiene muy pocos espacios verdes. El Lower East side está perfectamente posicionado como un lugar en el que se pueden combinar los caminos para que la comunidad pueda usar un espacio público y un espacio verde al mismo tiempo”, dice Ramsey.
“No solo es un parque”, concluye, “es su propia experiencia. Es un proyecto loco y sería increíble si lo pudiéramos hacer”.