Por Khaled Elgindy
Nota del Editor: Khaled Elgindy colabora en el Centro Saban de Política para Medio Oriente de la Institución Brookings. De 2004 a 2009 fue consejero con el liderazgo palestino en negociaciones permanentes con Israel y fue un elemento clave en los tratados de Annapolis, Maryland, en noviembre de 2007.
(CNN) – El martes hubo reportes de un posible cese al fuego en Gaza negociado por Egipto, pero sin un acercamiento a profundidad que trate la dinámica disfuncional de la política palestina, cualquier tregua probablemente no durará más que las anteriores.
Esta última ofensiva israelí marca la sexta operación mayor en contra de Gaza desde que Israel retiró a sus soldados y colonizadores en 2005. Y la primera desde su compaña militar masiva conocida como Operación Plomo Fundido de hace cuatro años.
Hillary Clinton, secretaria de Estado de EU, llegó a la región para hablar sobre las negociaciones de Egipto con el fin de llegar a un acuerdo. Egipto –es uno de los interesados en la estabilidad de Gaza y uno de los pocos capaces de hablar directamente con todos los actores principales– es el que juega el mejor papel de pacificador. Habrá un alto al fuego.
Pero los eventos en Gaza han tensado aún más las relaciones entre Egipto e Israel, provocando que Mohamed Morsi, presidente de Egipto, removiera a su embajador en Tel Aviv mientras que enviaba a su primer ministro a Gaza como muestra de solidaridad con Hamas. Con la administración de Obama como aliada explícita de Israel, los lazos de Estados Unidos con Egipto también han sido dañados.
Israel señala que su ofensiva está destinada a terminar con los ataques desde Gaza de una vez por todas. Hamas quiere ver el fin del bloqueo de casi cinco años y la reapertura de las fronteras. Realmente, ni Israel ni Hamas están cerca de conseguir lo que quieren porque ninguna de las dos partes parece tener claro cómo será el final de todo. No hay manera de eliminar a Hamas. Y aunque destruyeran sus habilidades militares, lo que parece poco probable, la guerra solo incentivará su necesidad de rearmar el movimiento, justo como lo hizo con la Operación Plomo Fundido. Hasta que los problemas más profundos de ambos sean atendidos, el ciclo de violencia continuará.
Como Israel, Egipto tiene el interés de frenar a Hamas y prevenir que las armas pasen de su territorio hacia Gaza, lo que en el futuro desestabilizaría la ya volátil situación en el Sinaí. A pesar de los fuertes lazos entre el gobierno de la hermandad musulmana en el Cairo y Hamas, que por sí mismo es una consecuencia de la hermandad, los egipcios no están contentos con los movimientos en Gaza ni en Sinaí.
Para que cualquier trato dure debe de involucrar a otros interesados, por ejemplo a Mahmoud Abbas, presidente de la autoridad palestina. Lo más probable es que Hamas quede frágil tras el conflicto, pero políticamente fortalecido, si gana el respeto y la simpatía tanto de los palestinos como de los árabes en toda la región.
Sin embargo, para Abbas será lo opuesto. La crisis ha resaltado su falta de poder y su creciente irreverencia, incluso, despertó nuevas protestas en su contra en Cisjordania. Abbas y su liderazgo dominado por Fatah tienen poco que mostrar de su reinado, excepto por los 20 años de negociaciones fallidas, una autoridad irresponsable y la bancarrota. Pero el hecho de que Egipto también sea el mediador principal en las pláticas internas palestinas, que pretenden curar la división resultado de la corta guerra civil que se vive desde 2007, presenta una oportunidad para rehabilitar a Abbas mientras debilita a Hamas.
A pesar de su récord en violencia, Hamas también ha mostrado que puede gobernar efectivamente y jugar una política ordenada. La tensión natural entre la gobernabilidad y la resistencia también se refleja en la lucha interna entre sus militantes estrictos contra los flexibles.
Egipto, junto con los gobiernos “pro-Hamas” como Turquía y Qatar, quisieran separar al grupo de su relación con Irán, el país que lo provee de armas y otros apoyos. Sin embargo, la ofensiva israelí hace que esto sea más difícil, y solo detonan los elementos combativos dentro de Hamas. Lograr la reconciliación palestina con un arreglo de cese al fuego, también le dará a los egipcios un punto de ventaja sobre Hamas.
Por supuesto que cualquier dimisión tendrá que acabar con los ataques a Israel, al igual que necesitará una acción más fuerte por parte de Egipto contra el tráfico de armas que son transportadas a través de túneles en Gaza. Pero para que esto funcione, Hamas (sin mencionar a los civiles) deben de ganar algo, particularmente en cuestión del bloqueo.
Porque ni Israel ni Egipto confían en Hamas para que cuide la frontera. De reabrirse los cruces, se requerirá el regreso de la autoridad palestina. Pero ya que el grupo tendrá que permitirlo, esto solo sucederá si se logra una reconciliación y un resurgimiento coherente de una palestina unificada. De esta manera, no solo todos ganan algo, sino que cada uno obtiene algo de los demás.
Un arreglo como ese sería extremadamente difícil, pero no imposible. El principal obstáculo es la oposición de Israel y de Estados Unidos. Esta política ha sido desastrosa para todos, pero sobre todo fallida.
Hamas tiene más legitimidad internacional que nunca, mientras que el bloqueo de Gaza se desmorona poco a poco. Mientras que la autoridad palestina de Abbas se tambalea y va hacia la ruina financiera, el emir de Qatar gasta cientos de millones de dólares en Hamas. La crisis solo intensifica esta tendencia mientras que Gaza cambia de líder.
Al final, la unidad palestina podría ser la única manera de salvar al grupo armado de sí mismo y rescatar a Abbas del olvido político. Fatah y Hamas no tienen que compartir las mismas políticas o estar en el mismo gobierno, pero tienen que encontrar una manera de compartir el mismo espacio. En otras palabras, no tienen que jugar para el mismo equipo, pero deben estar de acuerdo con las reglas.
Algunos argumentarán que involucrar a Hamas será un golpe fatal para el proceso de paz con Israel. Sin embargo, incluso sin ellos, el proceso de paz ya está muerto. En cualquier caso, nunca lo sabremos, ya que un liderazgo palestino débil, poco efectivo y no representativo será incapaz de tomar el mando en una negociación con Israel o un trato de paz para poner fin al conflicto ni la habilidad para implementarlo. La idea de que Israel pudiera negociar con un grupo de palestinos mientras está en guerra con otro grupo es simplemente insostenible.
Ese “gran trato” no será fácil, y claro, será riesgoso. Pero es peor seguir ignorando la realidad. Israel y el pueblo palestino junto con Estados Unidos deben entenderlo para determinar si ésta será la última guerra de Gaza o solo un preludio para la próxima.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Khaled Elgindy.