Por Kevin Powell
Nota del Editor: Kevin Powell es activista, orador, autor y editor de 11 libros, incluyendo Barack Obama, Ronald Reagan, and The Ghost of Dr. King: Blogs and Essays. Su correo electrónico es kevin@kevinpowell.net, síguelo en Twitter @kevin_powell.
(CNN) – Mi primo Aarón rápidamente me envió la noticia mientras nos escribíamos acerca de otras cosas: un jugador de los Jefes de Kansas mató a su novia, después fue a las instalaciones donde entrena su equipo y se suicidó frente a su coach y el administrador general. Dejó huérfana a la bebé de 3 meses que tuvo con su pareja y que se encontraba en el otro cuarto cuando le disparó a su madre varias veces. Como tantos estadounidenses, estábamos en shock.
Después nos enteraríamos que ese jugador era Jovan Belcher, un joven de 25 años que jugaba como apoyador en los Chiefs. Él era un hombre atlético del que todos hablaban maravillas, desde los compañeros de su equipo estudiantil y entrenadores, hasta sus compañeros de otros equipos. También ellos estaban sorprendidos.
De hecho, ¿qué llevaría a un hombre que amaba a su familia, a sus amigos y al futbol americano y quien había superado muchas cosas para llegar a la Liga Nacional de Futbol Americano (NFL por sus siglas en inglés) sin ser un jugador predilecto de la Universidad de Maine a tomar ese tipo de decisiones? Un hombre que fue criado por una madre soltera y que había logrado tanto en tan poco tiempo que ya hasta había sido considerado como un gran modelo a seguir de lo que podía lograrse con trabajo duro, determinación y coraje.
Ya que el asesinato y el suicidio son tan recientes, realmente no sabemos qué lo guió hasta esas acciones extremas y terribles.
Pero las reacciones trágicas no se hicieron esperar en las redes sociales. “Cobarde” es el término común para describir a Belcher. Pero eso es demasiado sencillo, simplista, y poner sobrenombres nunca soluciona el problema.
Belcher vivía en el ambiente machista del futbol, un mundo que muchos estadounidenses comparten, ya sea por el deporte o no. A gran parte de nosotros nos enseñan sobre la hombría de una manera que no es saludable. “Tienes que ser fuerte, los hombres no lloran, sé un hombre”, estas son las cosas que he escuchado toda mi vida, y ahora me avergüenzo cuando escucho que esto lo transmiten a los niños o los maestros, entrenadores, padres, mentores y líderes a los jóvenes.
Usamos palabras despectivas y sexistas u homofóbicas para describir a aquellos que no cumplen con los “lineamientos normales” de lo que supuestamente debería ser un hombre. Algunas de estas figuras masculinas de autoridad no tienen mala intención, simplemente repiten lo que conocen, y no se dan cuenta de que describen a la hombría como una forma de ser que no da cabida para expresar dolor, decepción y pena.
Sí, Belcher y su novia había discutido, pero en mi trabajo como activista, incluyendo sobre la prevención de la violencia de género, he visto el patrón clásico de los hombres que, en el calor del coraje, han matado a sus novias, esposas o amantes, como si no conocieran otra emoción para poder lidiar con los desacuerdos o la ruptura.
No podemos olvidar a Kassandra Perkins en esta historia. Porque cuando los hombres se comportan de esta manera, quiere decir que la vida de una mujer no tiene ningún valor. Un ejemplo claro es el hecho de que los medios se han enfocado en Belcher y pocos han mencionado a Perkins.
A finales de la década de 1990, después de haber obtenido cierto nivel de éxito por mi participación en el reality The Real World de MTV y como escritor para la revista Vibe de Quincy Jones, descendí a un período oscuro que incluía beber en exceso, dolorosos encuentros con la ansiedad, estrés, depresión y sí, muchas veces pensaba en suicidarme.
Me habían despedido de Vibe. La pasaba mal lidiando con la vida en esa época, y lo aguantaba todo a causa de ese mundo en el que los hombres no expresan nada.
Ese es el problema con la mayoría de nosotros. No hablamos más allá de los deportes, las mujeres y el sexo. Todo lo demás se ignora por rutina. O es reprimido. Hasta que explotamos.
Lo que me ayudó a superar esos años sombríos, en los que también hubo violencia –hacia mí mismo y los demás en diferentes maneras-, era un compromiso renovado hacia mi formación espiritual, un regreso a terapia de una manera formal y constante, rodeándome de gente, incluso hombres, que estaban dispuestos y podían ofrecerme un espacio seguro para hablar de cualquier cosa y de todo.
Desde hace algunos años, he aconsejado de manera particular a varios atletas profesionales y amateur, y sus entrenadores, todos hombres enredados en varias definiciones de hombría. El tema recurrente una y otra vez es el miedo de expresarse totalmente, a decepcionar a los demás, a no ser el hombre fuerte que dijeron que tenías que ser. Y como resultado, muchos de ellos están dañados interiormente. La definición de hombre es más una prisión emocional que cualquier otra cosa.
Probablemente por eso tengo muy grabada en mi mente una escena en especial, la de Belcher agradeciéndole a su entrenador y a su administrador general por lo que hicieron por él. Después caminaba y se disparaba en la cabeza.
Debemos de luchar, más duro que nunca, como hombres, como jóvenes, como una nación, para lograr un punto en común, el de impulsar una conversación sincera y no la violencia.
Las vidas de Jovan Belcher y Kassandra Perkins habrán sido completamente en vano si no hacemos un ejercicio de introspección para enseñar y mostrar a nuestros hijos, esposos, novios, padres, hombres y jóvenes, que hay otro camino.
(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Kevin Powell).