By Stan Chu Ilo, Especial para CNN

Nota del editor: Stan Chu Ilo es profesor de religión y educación del St Michael’s College, de la Universidad de Toronto, Canadá. También es autor de “The Face of Africa: Looking Beyond the Shadows” y de “The Church and Development in Africa: Aid and Development from the Perspective of Catholic Social Ethics”.

Al cardenal John Onaiyekan de Abuja, Nigeria, le preguntaron la semana pasada, en la celebración del mes de la Historia Negra en Toronto, si creía que había llegado el momento de tener un papá africano. Su respuesta fue muy aplaudida por la multitud de más de 500 católicos de ascendencia africana.

Dijo: “El tiempo de un Papa africano ya estaba maduro en la época de los padres apostólicos en el primer siglo de la Iglesia”.

“No digo que desee que me consideren para el papado, pero el hecho de que el Evangelio deba predicarse a todos los pueblos, lenguas y razas significa que el liderazgo de la Iglesia debería estar abierto a cualquiera de cualquier raza, idioma y nación. No me sorprenderá ver un papá africano durante mi vida”.

Ninguno de los que lo escuchamos esperábamos que una semana después, la posibilidad de un papa africano fuera sometida a prueba en el próximo cónclave, en marzo, tras la repentina renuncia del papa Benedicto XVI.

Para muchos católicos, la procedencia del Papa no es tan importante como quién es el Papa, pero para la mayoría de los africanos católicos la elección de un Pontífice de ese continente sería un signo maravilloso de que el Catolicismo africano ha llegado a la madurez, y esperan que un Papa así afronte los particulares desafíos que enfrentan los africanos de hoy e integre las prioridades culturales y socioeconómicas de África en el Catolicismo.

En las tres últimas décadas ha habido un cambio global en el Catolicismo. El centro de gravedad del mundo cristiano se ha desplazado desde el oeste hacia el sur global.

Esto no sólo ocurre con el Catolicismo africano sino también con el Cristianismo africano en general.

El misiólogo Andrew Walls argumenta: “La Cristiandad de África debe ser considerada una parte fundamental y representativa de la Cristiandad contemporánea… Necesitamos fijarnos hoy en África para entender el Cristianismo”.

Este punto de vista es compartido por muchos otros que han visto el crecimiento exponencial y la diversidad del Cristianismo africano en un momento en que el Catolicismo padece en el corazón de Europa, debilitado por los escándalos de abuso sexual, una crisis de liderazgo y una crisis de fe y secularismo.

Según cifras recientes, el 70% de los católicos vive ahora en las Américas (48%) o en Europa (24%) y más de una cuarta parte vive en la región de Asia-Pacífico (12%) o en el África Subsahariana (16%).

Por primera vez en la historia, Latinoamérica y África forman más de la mitad de la población de católicos en el mundo de hoy.

En una época en la que las iglesias de Europa y Norteamérica están vacías y muchas diócesis se declaran en bancarrota, las iglesias de África están llenas a reventar todos los domingos. Mientras que las celebraciones de las iglesias europeas se consideran demasiado formales, medievales y ritualistas, sin alegría ni sabor, las celebraciones litúrgicas en África son entusiastas, comunitarias y alegres.

Siempre hay algo nuevo y sorprendente en muchas iglesias africanas los domingos, lo que refleja la innovación impredecible y la apertura de las creencias y prácticas religiosas africanas al dinamismo del Espíritu Santo. Como un canadiense blanco que asistió a la misa africana en Toronto me dijo recientemente: ¡el Catolicismo africano es genial!

Mientras cae el número de vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa en el norte de América y Europa, las vocaciones religiosas viven una época de esplendor en África y puede verse a sacerdotes africanos por todo el mundo occidental ayudando en la reevangelización de los descendientes de misioneros occidentales que llevaron el Cristianismo a África.

El Catolicismo también es una influencia cultural fuerte en la continua búsqueda de África de respuestas a los desafíos de la pobreza, las enfermedades, los conflictos étnicos y religiosos, las guerras, los problemas políticos y económicos, el fundamentalismo radical islámico y cómo mitigar los efectos del cambio climático los desastres naturales.

Las iglesias de África se están convirtiendo en fuertes capitales sociales cuyos valores van más allá del un apoyo espiritual, para fortalecer la sociedad civil.

El papa Benedicto XVI también reconoce este cambio. En noviembre de 2011, visitó Contonou, en Benin, para presentar la exhortación apostólica Africae Munus, que contiene la hoja de ruta del segundo sínodo africano para el futuro del Cristianismo en ese continente. Entre otras cosas, Benedicto XVI argumentaba que África se ha convertido en el pulmón espiritual que despertará a las iglesias durmientes de occidente, y que África debería convertirse en el centro de la renovación del pensamiento, filosofía y teología católicos.

El Papa ve al catolicismo africano y a los católicos de ese continente en una posición privilegiada para liderar el Cristianismo hacia el futuro. La elección de un Papa africano reivindicaría el puesto de África en el nuevo centro del Catolicismo y el mundo cristiano.

Preguntas fundamentales son: ¿está la Iglesia Católica preparada para un papa negro? ¿Vivirá la Iglesia, que se define como universal, hasta las últimas consecuencias de su identidad y dará lugar a una nueva realidad que podría ayudar a reconectarla con el movimiento de la historia, que parece haber abandonado bajo el papado del papa Benedicto?

¿Aceptará la Iglesia Católica el tipo de Catolicismo de África y será un Papa africano más romano que africano?

¿Estaría un Papa africano en mejor situación de hacer frente a los desafíos del hambre en África y a la vez dar una nueva energía y renovación a una cansada Iglesia en occidente?

Sea quien sea el próximo Papa, africano o no africano, debería ser un Papa para todo el mundo. No debería ser prisionero del Vaticano o de una noción medieval eurocentrista de un catolicismo romano u ortodoxo.

Además, tampoco debería ser esclavo de algunas estructuras y enseñanzas desfasadas de la Iglesia Católica.

Por el contrario, debería ir a los confines del mundo y llegar a todos los pueblos, especialmente a aquellos católicos marginados, como las mujeres divorciadas, los católicos separados, los homosexuales y lesbianas, las víctimas del abuso sexual de sacerdotes, y aquellos que se sienten alienados por su rigidez moral y espiritual.

Los límites del discurso ético y doctrinal están cambiando de forma radical; debería ser tarea del nuevo Papa hacer de la Iglesia Católica una comunidad de fe de personas de muchos colores; una Iglesia que abrace el cambio social y las culturas como a un amigo y reconozca en sus leyes y prácticas la dignidad de las diferencias.

De esta forma, la Iglesia Católica se convertirá en la verdadera casa de Dios, en la que blancos y negros, santos y pecadores, hombres y mujeres, liberales y conservadores, ricos y pobres, homosexuales y heterosexuales son todos tratados igualmente como hijos de Dios.

(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Stan Chu Ilo)