(CNN) — ¿Cómo proteger a algunos de los mamíferos más grandes y exóticos del mundo ante la furtiva caza ilegal en una zona de aproximadamente seis veces el tamaño de Manhattan?

Los conservacionistas en Kenia creen que la respuesta podría venir de los cielos.

Situada a la sombra del majestuoso Monte Kenia, la zona de conservación Ol Pejeta es una reserva natural de 90.000 hectáreas que presume tener una gran variedad de vida silvestre, incluyendo rinocerontes blancos y negros en peligro de extinción, elefantes, leopardos, leones y chimpancés. Desde finales de 2009, también ha sido hogar de cuatro de los últimos siete rinocerontes blancos del norte que quedan en el mundo.

A pesar de su gran tamaño, la zona de conservación es administrada por particulares y cuenta con un equipo de tan sólo 190 guardabosques —de los cuales 40 están armados— para salvaguardar la fauna que merodea sus llanuras de hierba y la sabana salpicada de acacias.

Los rinocerontes, en particular, se encuentran en gran peligro al igual que sus cuernos —que son muy codiciados en algunas partes del mundo por sus supuestos poderes curativos— son cada vez más el objetivo de las organizaciones criminales.

Equipados con grandes armas, motosierras y equipo de visión nocturna, los cazadores ilegales tienen por objetivo los parques naturales de propiedad privada, donde a menudo la seguridad es un gran gasto que no todos pueden permitirse.

Pero ahora los encargados de Ol Pejeta quieren probar una solución innovadora para complementar sus esfuerzos de seguridad y protección a los animales en peligro de extinción: aeronaves no tripuladas podrían ayudar a vigilar y rastrear la vida silvestre de la reserva día y noche, además de alertar sobre la presencia de cazadores ilegales.

La semana pasada, los conservacionistas concluyeron exitosamente la campaña para recaudar 35.000 dólares a través de la página de financiamiento IndieGoGo, con el objetivo de ayudar a comprar su primer avión no tripulado a la empresa estadounidense Unmanned Innovation Inc.

El ‘guardabosques aéreo’ que funciona eléctricamente, con un costo final de 70.000 dólares, estará equipado con una cámara de alta definición con un poderoso zoom para operaciones de día y de imagen térmica infrarroja para sus vuelos nocturnos.

Se tiene previsto que cada misión aérea cubra un área de aproximadamente 80 kilómetros cuadrados en un vuelo de 90 minutos de duración. Volará entre tres y cuatro veces al día, vigilará los lugares en los que están las especies en peligro de extinción y transmitirá en vivo a una computadora portátil ubicada en tierra con el fin de proporcionar información clave que permitirá a los guardabosques llegar a las zonas vulnerables y ahuyentar los posibles peligros de la caza ilegal.

En los últimos años, diferentes áreas de conservación alrededor del mundo han desplegado aeronaves no tripuladas para proteger a las especies en peligro de extinción, pero esta es la primera vez que se probarán en el este de África, dice el personal de Ol Pejeta.

Rob Breare, quien encabeza el proyecto de conservación en Kenia, dice que los aviones no tripulados pueden ser un arma clave contra los cazadores ilegales, aumentando la eficacia de otras medidas adoptadas en años recientes, como lo son la intensificación de la capacitación del personal, la instalación de una valla perimetral totalmente electrificada y el rastreo, cada tres días, de cada uno de los 110 rinocerontes de la reserva.

“En el nivel más elemental, es solamente un elemento de disuasión”, dice. “Si la gente se entera, si saben que hay algo vigilando desde el cielo, lo piensan mejor antes de intentar cualquier cosa”.

Agrega: “El siguiente nivel es lo que llamamos observación, la capacidad de utilizar nuestras secuencias de la cámara para ver lo que sucede en ciertos lugares y enviar a nuestros guardabosques a esos lugares”.

La caza ilegal de rinocerontes ha aumentado en los últimos años en algunas partes de África. Ol Pejeta asegura que un cuerno de rinoceronte puede valer 12.000 dólares, aunque los precios exactos son difíciles de medir. Algunos dicen que un kilogramo de cuerno es más valioso que el oro, aunque esa afirmación es cuestionada por otros.

En África existen alrededor de 25.000 rinocerontes, según el grupo de conservación Save the Rhino. De ellos, unos 20.700 viven en Sudáfrica y unos 960 en Kenia.

Datos recientes del gobierno de Sudáfrica mostraron que 668 rinocerontes fueron asesinados el año pasado en el país, un 50% más en comparación con 2011.

Richard Vigne, director ejecutivo de Ol Pejeta, dice que Kenia pierde un número parecido de rinocerontes que Sudáfrica en términos porcentuales.

“Está muy mal y cada vez peor (la situación) para los rinocerontes y los elefantes”, añade, y señala que la reserva ha perdido siete rinocerontes en el periodo 2010-2011, pero que logró controlar la situación en los últimos 12 meses.

Vigne dice que la fuerte demanda de cuernos en China y otras partes de Oriente ha creado un lucrativo mercado para la caza ilegal que atrae al crimen organizado con métodos cada vez más sofisticados para sus actividades ilícitas.

“La ecuación es simple”, explica Vigne. “Entre más altos son los precios que se obtienen por el marfil y el cuerno de rinoceronte, más grandes son los riesgos que la gente tomará para conseguir estos productos y más atractivos se convertirán para los grupos delictivos”.

Ol Pejeta, el cual recibe unos 80.000 visitantes al año, espera poder ampliar su flota de aviones no tripulados y, finalmente, compartir su experiencia con las reservas naturales vecinas.

Pero más que una valiosa herramienta contra la caza ilegal, el personal cree que los aviones no tripulados tienen beneficios que se pueden extender a otros aspectos clave de la conservación.

Planean colocar un chip a los rinocerontes y otros animales en peligro de extinción con etiquetas de identificación de radiofrecuencia única, mismos que los aviones no tripulados podrán reconocer y localizar.

Los conservacionistas esperan que este sistema les permita recolectar datos sobre el comportamiento animal, el cual podría resultar útil para fines académicos, así como para impulsar actividades turísticas.

“Lo que en última instancia queremos conseguir es lo que nosotros llamamos como rastreo”, explica Breare. “La capacidad de utilizar aviones no tripulados, no solo para las operaciones contra la caza ilegal, sino también para conocer el movimiento y el comportamiento de los animales… En el largo plazo podemos tener algunas ideas muy interesantes en torno a la manera en que los aviones no tripulados pueden ser utilizados en el turismo”.