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Por Jeff Anderson

Nota del Editor: Jeff Anderson es abogado y fundador de Jeff Anderson and Associates, en St. Paul, Minnesota. Durante 28 años ha representado a las víctimas de abusos sexuales cometidos por el clero y otras autoridades.

(CNN) — Tras la renuncia de Benedicto XVI, la autoridad moral y el futuro de la Iglesia católica depende de que el próximo papa enfrente enérgicamente los casos de abusos sexuales infantiles dentro de su congregación.

Benedicto XVI tenía el poder para lograr, desde la cúpula, un cambio institucional fundamental que habría protegido a los niños de las generaciones futuras. Falló en ese aspecto y permitió que siguieran los abusos sexuales infantiles con miles de casos más pendientes.

Antes de tomar posesión como papa, el cardenal Joseph Ratzinger era el guardián de la tradicional reserva papal en torno al abuso sexual, siendo él líder de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Emitió órdenes directas a cardenales, arzobispos y obispos para mantener a sacerdotes acusados en el ministerio, trasladarlos a una parroquia diferente o dejarlos en el sacerdocio debido a que eran demasiado jóvenes, débiles y su remoción causaría un escándalo.

En su papel de papa condenó el abuso con más fuerza que sus predecesores, pero no hizo nada para actuar conforme a sus promesas.

¿Qué debe hacer el futuro sumo pontífice para recuperar la confianza y la autoridad moral?

Hay siete medidas concretas que el próximo papa puede y debe llevar a cabo para lograr un cambio dentro del clero en torno al abuso sexual infantil.

En primer lugar revelar al Vaticano y el mundo, los nombres de todos los miembros acusados y conocidos, así como al país, estado, parroquia o escuela donde presuntamente fueron cometidos los delitos. Más de una docena de obispos ya han creado y hecho públicas esas listas.

La divulgación pública de todos los documentos del Vaticano referentes a los informes sobre abuso sexual infantil, las respuestas y el papel desempeñado, sería el segundo paso.

La Iglesia debe comenzar a reparar el daño para los sobrevivientes. Revelar los secretos y las cosas ocultas en dichos documentos es un paso fundamental.

En tercer lugar, revisar el derecho canónico de la iglesia y los protocolos del Vaticano para que el tema del abuso sexual infantil no sea algo que se pueda ocultar. El ocultamiento es dañino y, en él, florece el abuso infantil.

En cuarto lugar, exigir que cada obispo y autoridad eclesiástica reporte a los acusados ante las autoridades.

En quinto lugar, contratar profesionales independientes y externos para llevar a cabo una auditoría para asegurar el cumplimiento y confiabilidad. Un ejemplo de un caso en el cual trabajó esta investigación independiente es el Informe Louis Freeh respecto a Penn State y el escándalo de abuso sexual de Jerry Sandusky.

Como sexto paso sería el de contratar profesionales independientes y externos, que no rindan obediencia al papa y a los obispos, para llevar a cabo las investigaciones sobre delitos sexuales contra menores cometidos por el clero.

Y en último lugar, capacitar, instruir y modernizar los procedimientos y protocolos de protección infantil en todas las diócesis del mundo.

Para avanzar, la Iglesia Católica Romana y su líder tendrán que manejar con transparencia y honestidad el asunto del abuso sexual infantil, y no internamente o en secreto.

Entonces, y solo hasta ese momento, recuperarán cualquier autoridad moral y lograrán que la Iglesia pase del siglo XVI al siglo XXI.

¿Será posible esta misión? Por supuesto. Pero si el pasado es prólogo, el Vaticano continuará operando por encima de la ley, sumido en la negación, minimización y culpa.

Sin embargo, creo que hay esperanza y un futuro prometedor con una actitud transformadora y transparente en la cúpula eclesiástica, con un nuevo papa dedicado a la apertura y a la rendición de cuentas para todos los clérigos que han participado o son cómplices en estos delitos.

Yo represento a los miles de sobrevivientes de abuso sexual por parte del clero, y en dos de esos casos, he nombrado a Benedicto XVI y a la Santa Sede como acusados, debido a que realmente creo que todos los caminos llevan a Roma y, por lo tanto, la responsabilidad reside en ese lugar.

Hasta que haya un verdadero cambio tendrán que seguir afrontando las crisis globales y los montajes, las presiones externas y la descontrolada caída de un imperio moral. Sin una transformación a fondo, será lo mismo de siempre.

(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Jeff Anderson).