(CNN) — Un día después de que Benedicto XVI renunciara como sumo pontífice, muchos católicos chinos tienen expectativas altas en relación a la sucesión.
“Oramos por el nuevo papa”, dijo el padre Francis Zhang, originario de Beijing. “Esperamos que sea espiritual, dinámico y de mente abierta. Esperamos que sea más abierto a China, más pragmático y alguien que entienda bien la Iglesia católica en China”.
En días recientes, el padre Zhang, sacerdote la iglesia de Yongning, al norte de la capital, ha viajado por diversas ciudades chinas dando conferencias a otros sacerdotes, seminaristas y laicos.
“Algunas veces la audiencia tiene 4,000 personas”, dice. “Hablo sobre religión y manejo de la Iglesia”.
Los católicos chinos como Zhang han estado atrapados en medio de un conflicto de décadas entre el Partido Comunista y el Vaticano. Caminan en una delgada línea entre la lealtad a la Santa Seda y su país.
“Por supuesto que creemos en una Iglesia santa, católica y apostólica”, dice Zhang. “Estamos en unión total con la Santa Sede en términos de liturgia, teología y los ritos. Como un sacerdote chino, amamos a nuestro país, nuestra patria. Somos respetuosos con la ley”.
China es en su mayoría atea, pero a pesar de ello, las iglesias como la de Zhang han atraído a creyentes antiguos y conversos.
La Administración de Asuntos Religiosos del Estado de China sostiene que unos seis millones de católicos acuden a servicios religiosos, pero que otros practican su fe en secreto en iglesias católicas que están bajo el control del gobierno.
Expertos dicen que hay millones de creyentes que acuden a iglesias secretas que son ferozmente leales al Vaticano y están contra las restricciones del gobierno así como la represión continua.
Tras la revolución de 1949, el Partido Comunista denunció a la religión como el “opio” de las masas.
China cortó los vínculos con el Vaticano en 1951 y ambas partes han tenido una relación distante desde entonces.
La persecución religiosa alcanzó su punto más alto durante la Revolución Cultural (1966-1976) cuando los clérigos y los laicos fueron perseguidos, encarcelados e incluso asesinados.
Tras la muerte de Mao, en 1976, China reabrió “iglesias patrióticas” donde la gente puede practicar su religión bajo el control gubernamental.
Con una ideología comunista menos estricta, muchos chinos han buscado un sistema de valores al cual anclar su vida para lidiar con el materialismo rampante, la adoración al dinero y la corrupción generalizada. Otros han buscado consuelo en la religión.
“Están buscando paz y estabilidad para la purificación espiritual”, dijo el padre Zhang.
Un hombre que se casó en la iglesia del padre Zhang el otoño pasado respondió entonces a la pregunta de por qué se había vuelto católico: “La religión ayuda a la gente, a los jóvenes y a los viejos, a dibujar una línea roja entre lo que es moral y apropiado, y que no lo es”, respondió.
Zhang dice que los funcionarios chinos han aprobado la religión porque ayuda a promover la estabilidad social: “Promueve la armonía social”, dijo.
En los ocho años del papado de Benedicto XVI, ambas partes hicieron intentos de romper el distanciamiento con un éxito modesto.
China ha permitido practicar la fe católica en su territorio y ha aceptado el liderazgo espiritual del papa, pero también le ha advertido al Vaticano “no intervenir en los asuntos internos de China”, incluido el asunto de ordenar obispos. China ha ordenado obispos en años recientes sin la aprobación del papa.
El papa entrante tendrá poco margen para maniobrar la “ambigua pero aún conservadora línea” seguida por Benedicto XVI debido a que la línea dura del Vaticano sencillamente es demasiado fuerte, dijo un analista a CNN bajo condición de anonimato.
Si el próximo papa toma un rol más conciliador con China, añadió, su credibilidad podría ser cuestionada por los conservadores.
Los líderes comunistas chinos, por otra parte, todavía están luchando con cómo lidiar con este impredecible boom religioso.