Por Piero Trepiccione
Nota del editor: Piero Trepiccione es politólogo, especialista en gerencia social, profesor universitario, consultor de opinión pública y analista político en diversos medios de comunicación en Venezuela. También es Coordinador del Centro Gumilla. Síguelo en su cuenta de twitter: @piertrepiccione
(CNNMéxico) — La realidad política que ha aparecido en Venezuela luego de estas elecciones es contraria a la visión única que desde el poder ha querido proyectar el “gran polo patriótico” que respaldó la candidatura de Nicolás Maduro.
Prácticamente, e independientemente de lo que suceda después con el reclamo opositor, me parece que el país ha quedado dividido justamente a la mitad.
La participación en las elecciones en Venezuela, según cifras emitidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), fue de 79,78%, muy similar a la registrada en octubre del 2012, cuando fue de 80,48%.
El resultado dado a conocer por el organismo electoral la noche del domingo 14 de abril de este año arrojó ganador a Nicolas Maduro Moros con un total de 7’505.338 votos, equivalentes al 50.66%, mientras Henrique Capriles Radonski obtuvo 7’270.403, lo que representa el 49,07% de la votación.
El resto de los candidatos que participaron en la contienda apenas obtuvieron el 0,24% dando cuenta de lo polarizada que sigue la sociedad venezolana, entre las opciones que representan al denominado “socialismo del siglo XXI” y la “mesa de la unidad democrática”. La misma noche del 14 de abril y luego de anunciado el primer boletín oficial, el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, no reconoció los resultados ofrecidos por el organismo electoral y solicitó el recuento de todos los votos.
A partir de ese momento, la temperatura política del país comenzó a subir nuevamente. El lunes 15 amaneció una Venezuela llena de exigencias, tanto por parte de los líderes opositores como de su base partidaria, que a lo largo y ancho del territorio nacional, decididamente, pedían que no se hiciera la proclamación oficial por parte de los rectores del Consejo Nacional Electoral.
Esto no se logró ya que en horas de la tarde, las rectoras encabezaron el acto que formalmente le otorgaba a Nicolás Maduro, presidente encargado y candidato presidencial del chavismo, el acta que declaraba su victoria oficial.
Esta situación ha dado pie para que regresen los temores de nuevos episodios de violencia política, como los que se registraron en 2002 y años sucesivos.
No es nada fácil lo que se vive en este país. El denominado chavismo, herencia del expresidente Hugo Chávez, con Nicolás Maduro al frente, me parece que simbólicamente, pero más bien con una dirección colectiva cívico-militar (como el propio Maduro la ha denominado) ha dado muestras contundentes de no querer abrir ningún tipo de diálogo con factores de la oposición en torno a temas puntuales de la política pública. Inclusive, resaltada esta posición en pleno discurso del candidato oficialista la propia noche del domingo 14, inmediatamente anunciados los resultados —que le señalaban como triunfador—.
Es importante destacar que las filas oficialistas perdieron aproximadamente unos 700,000 electores con respecto a las elecciones de octubre en las que participó directamente Hugo Chávez.
Mientras, Henrique Capriles sumó esa cantidad adicional a lo que había obtenido en 2012. Siendo los niveles de abstención similares en ambos procesos, se pudiera inferir que se dio un proceso de suma cero con una ganancia directa de la oposición, o se modificó la composición de los abstencionistas en favor de la alternativa opositora.
En cualquier caso, es claro que la conexión emocional que lograba Chávez con sus seguidores no es la misma que logra Nicolás Maduro, aún utilizando el gobierno durante toda la campaña la voz y la simbología de Chávez y convirtiendo los comicios en una especie de plebiscito alrededor de la figura del ahora llamado “comandante eterno” de la revolución.
La noche del lunes 15 se produjo en buena parte del territorio nacional un fenómeno particular.
En muchos hogares del país sonaron las cacerolas como una forma de exigir al CNE que ordene el recuento de los votos y se hagan las auditorías al 100 por ciento de las urnas donde están contenidas las boletas de votación.
Como contrapartida, el gobierno fomentó el lanzamiento de cohetones para silenciar u opacar el sonido estruendoso de las cacerolas, algo que, sin embargo, me parece que no consiguió en esta oportunidad, porque además, en muchas zonas populares y humildes también retumbó la protesta, algo que no se había visto anteriormente en el país, salvo en zonas residenciales de clase media.
En todo caso, lo que ocurra en Venezuela los próximos días será relevante para América Latina. Son demasiados los intereses geopolíticos y económicos que ligan a los países de la región con la economía petrolera de este país.
El panorama luce complicado y no se observan visos de solución en el corto plazo. Si a esto le sumamos un déficit fiscal que complica las cuentas del país, es claro que se debe invocar responsabilidad en el liderazgo.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Piero Trepiccione.