(CNN) – Su objetivo estaba claro cuando hace 15 años decidió estudiar medicina en la Universidad de Alabama.
“Ayudar a los demás”, dice Alyssa Rieber. “Sé que suena trillado y es lo que todo el mundo dice, pero esa es la razón por la que quería dedicarme a la medicina: ayudar a los demás”, explica.
A Rieber le encantaba la película “Doc Hollywood”, protagonizada por Michael J. Fox, en la que un médico es sentenciado a trabajar en el hospital de un pequeño pueblo.
“Es lo que quería hacer. Estaba preparada para mudarme y convertirme en la doctora del pueblo. Luego, durante los primeros meses de la universidad las cosas cambiaron un poco cuando fui diagnosticada con cáncer”, asegura.
Rieber dice que el aprendizaje sobre los diferentes tipos de cáncer y las últimas investigaciones la inspiraron a especializarse en oncología. Pero fue el encuentro con otros pacientes de cáncer lo que consolidó el camino elegido.
“Conocerlos y descubrir sus historias… Allí decidí que es a lo que me quería dedicar”, recuerda.
El diagnóstico de cáncer de Rieber fue el resultado de una lección de anatomía a los pocos meses de comenzar sus estudios. La clase discutía sobre un paciente con cáncer de esófago que tenía un nódulo linfático en su cuello.
Casualidades de la vida, a la semana sintió un bulto en el mismo lugar que el paciente estudiado.
“Claro que como una estudiante hipocondríaca, creí que tenía cáncer de esófago y que me iba a morir”.
Pasó un mes antes de que Rieber supiera exactamente qué padecía. El diagnóstico: linfoma de Hodgkin, un cáncer del tejido linfático que comprende los ganglios linfáticos y los órganos relacionados que forman parte del sistema inmunológico y del sistema productor de sangre del cuerpo.
Rieber dice que sabía que su pronóstico era bueno y que optó por seguir estudiando en la universidad mientras se sometía a tratamientos de quimio y radioterapia.
Recibió una beca de investigación para trabajar en uno de los centros oncológicos más importantes del mundo, el MD Anderson Cancer Center en Houston, y nunca dejó la ciudad. Hoy lidera el departamento oncológico del hospital Lyndon B. Johnson.
Su pasado como enferma de cáncer influyó notablemente en su interacción con los pacientes, aclara Rieber.
“Entiendo cuando tienen náuseas. Entiendo cuando no quieren comer y sus familias los presionan para hacerlo. A algunas personas les digo que tuve cáncer y a otras no”, dice Rieber.
“Lloro con mis pacientes. Me río con ellos… Siento que estoy emocionalmente más conectado con ellos. Soy de abrazarlos, soy de llorar y todos lo saben. Están acostumbrados. Y creo que a los pacientes les gusta”, concluye.