Por Valeria Fernández
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Nogales, Arizona (CNN Español) – Mientras el Senado estadounidense comenzaba a debatir el proyecto de reforma inmigratoria, un grupo de jóvenes llegaba a la frontera para desafiar los muros y vivir un reencuentro que esperaban durante años.
Evelyn Rivera, Carlos Padilla y Renata Teodoro viajaron desde Seattle, y los estados de Massachusetts y Florida, para reunirse con sus respectivas madres, a quienes no habían podido ver en más de cinco años.
Son “dreamers”, jóvenes indocumentados que llegaron de niños a Estados Unidos siendo niños, y forman parte de los 11 millones de inmigrantes que se calcula aguardan una reforma inmigratoria que les permita abrazar a sus seres queridos sin una frontera de por medio.
Evelyn nació en Colombia y, hasta hace poco, no tenía documentos legales en Estados Unidos. Ahora, al igual que Carlos y Renata, cuenta con la protección que le da el plan de Acción Diferida y puede acercarse a la frontera sin miedo a ser deportada.
Sin embargo, no puede cruzarla.
Su madre, Yolanda Inés Rave fue deportada a Colombia después de ser detenida por la policía estadounidense cuando viajaba en su auto con Evelyn.
“No debe ser así. Yo ver a mi mamá del otro lado. Y mis hermanas no pueden estar aquí, mi papá no puede estar aquí tampoco. Necesito que los congresistas actúen rápido porque no debe ser así”, sostiene Evelyn, de 24 años.
Su madre se lamenta. “¡Cuántas mamás quisieran estar aquí con sus hijos, ver a sus hijos, tocarlos, darles un beso”.
Gorete Teodoro tomó tres aviones desde Brasil para ver a su hija Renata y se quedó literalmente sin aliento.
“¿Por qué? ¿Quiero saber por qué?. Sólo deseo estar con mis hijos. Yo viví en Estados Unidos, en Boston, por 15 años, ¿por qué deportarme? Yo limpiaba casas…”, dice entre sollozos.
Teodoro fue deportada después de que autoridades migratorias se presentaran en su casa hace cinco años. Hoy , Renata, de 25 años, se esfuerza por continuar sus estudios en Boston.
“Quiero estar con mi mamá, quiero que esté aquí para mi graduación. Quiero volver a ver películas con ella, desayunar con ella”, señala Renata.
Pero no todo fueron lágrimas en este emotivo reencuentro. Las mamás aprovecharon la ocasión para colmar a sus hijos de comida casera y regalitos que cruzaron el muro fronterizo sin problemas.
No todos los jóvenes pudieron ver a sus madres. Para ellos la urgencia de un cambio continúa. “Mi mamá desafortunadamente no pudo entrar al avión; le agarró pánico al ver al avión. Tal vez fue la emoción de no verme dos años”, explica Antonio Alarcón, de 18 años.
Ante la mirada de un vehículo de la Patrulla Fronteriza y el sol abrasador del desierto, madre e hijos convivieron un día entero, intercambiándose fotos, contándose noticias de primos, hermanos y otros familiares.
La idea de este re-encuentro surgió de una simple reunión entre amigos, que se dieron cuenta de que al contar con un permiso de trabajo gracias a la “acción diferida”, ya no podían ser detenidos por la Patrulla Fronteriza.
La otra parte del desafío era que las madres pudiesen viajar desde Brasil, Colombia y Jalisco, México hasta la franja fronteriza en Nogales, Arizona.
La “Operación Mariposa”, como la llamó United We Dream, el grupo que hizo posible la reunión, pagando los costos de los viajes, continuará en el futuro con un mensaje a los legisladores que resume muy bien Carlos, el otro “dreamer” que participó en el encuentro para reunirse con su madre Josefina Hernández.
“La reforma migratoria no es solamente una acción política, sino es algo de las familias, del amor que tenemos unos al otro y estaremos aquí siempre peleando por esto”.