Hoy, 83% de los países tiene una legislación adecuada para combatir el tráfico de personas. En 2009 esta cifra era solo de 60%.

Por Yury Fedotov

Nota del editor: Yuri Fedotov es Director Ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen.

(CNN) — Anjali, de 13 años, no solo empacó sus maletas y huyó del circo, sino que firmó un contrato de 10 años con el dueño de un circo después de huir de largas horas de servidumbre doméstica en Nepal.

Fue llevada a India, donde sufrió terribles y peligrosas condiciones de trabajo sin paga durante años. Una organización de beneficencia británica ayudó a Anjali por fin a despedirse del circo.

La historia de Anjali no es la misma que la de otras víctimas, pero existen similitudes alarmantes: amenazas, explotación sexual y laboral, crueldad frecuente y algunas veces brutalidad. (Para leer la historia de Anjali, por favor vaya a la publicación del 2013 de la UNODC titulada Hear Their Story. Se cambió su nombre para proteger su identidad).

A pesar de sus terribles experiencias, Anjali es una de las afortunadas. Hay millones de mujeres, niños y hombres a lo largo del mundo que enfrentan experiencias similares. Actualmente, el tráfico de personas representa alrededor de 32 mil millones de dólares anuales para los criminales y sus redes. Es uno de los delitos más rentables a nivel mundial.

Recientemente acudí a un debate sobre el tráfico de personas en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Entre otros oradores se encontraba Mira Sorvino, ganadora del Oscar y embajadora de buena voluntad de la ONU contra el tráfico de personas. Habló con dignidad y pasión, lo que encontró eco en muchas de las palabras de otros oradores, incluyendo al Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon.

El debate aseguró que este crimen permanece en las pantallas de los radares de los estados miembros de las Naciones Unidas, una década después de que el Protocolo sobre Tráfico de Personas entrara en vigor.

También hay buenas noticias. Hoy, 83% de los países tiene una legislación adecuada para combatir el tráfico de personas. En 2009 esta cifra era solo de 60%. Hasta ahora, 175 países son miembros de la Convención contra el Crimen Organizado Trasnacional y 154 son parte del Protocolo sobre Tráfico de Personas, que es la base para nuestro trabajo contra este crimen atroz. Quince países también han ratificado el Protocolo desde 2010.

Sin embargo, esto deja pendiente la ratificación de 39 estados miembros, lo que permitiría la unidad del mundo entero contra el tráfico de personas. La impunidad es otro tema de encono. Dieciséis por ciento de los países nunca han registrado una sola condena por tráfico de personas. Las tasas de condenas permanecen bajas

Con base en el Informe Global de la ONU sobre el Tráfico de Personas de 2012, entre 2006 y 2009, el número de casos detectados de tráfico de personas para trabajos forzados se duplicó de 18 a 36%. Esto muestra que los cuerpos del orden público toman acción contra este crimen, pero todavía hay oportunidad para mejorar.

También hay problemas con la recolección y el análisis de los datos. Nuestro informe de tráfico de personas contenía información de 132 estados miembro. Casi una tercera parte de los países omitió proporcionar información para el reporte.

Afortunadamente existe un mapa internacional: el Plan de Acción Global de tres años.

Mediante este plan se creó el Fideicomiso para las Víctimas, administrado por la ONU. Hasta ahora el Fideicomiso ha permitido a 11 organizaciones comunitarias ayudar a las víctimas en situaciones similares a la de Anjali.

Pero aún cuando las mejoras son alentadoras son demasiado lentas para ayudar a los millones de víctimas. Lo que se necesita es un catalizador. Mi sugerencia es una meta inspiradora, pero realista: una década de acciones concretas para terminar con el tráfico de personas. Una acción basada en la cooperación y la coordinación internacionales.

Si somos verdaderamente serios para confrontar este tema, sugeriría cuatro pasos para mejorar la situación de inmediato:

Primero, aumentar la protección y el apoyo a las víctimas; segundo, la ratificación universal y la implementación total de la Convención de las Naciones Unidas contra el Crimen Organizado Transnacional, así como de su protocolo; tercero, contribuciones frescas al fideicomiso por parte de los gobiernos, el sector privado y el público para ayudar a las organizaciones comunitarias, y cuarto, el suministro de datos comprensivos para entender la naturaleza de este crimen global.

Sin embargo, la legislación solo es un trampolín para la acción. Cada país necesita un plan de acción nacional vinculado estrechamente con los esfuerzos regionales e internacionales contra el tráfico de personas. También necesitamos incautar las ganancias provenientes de este horrible crimen.

Prevenir el lavado de dinero significa trabajar de cerca con los bancos y con el sector financiero para reportar movimientos financieros sospechosos y crear un círculo virtuoso entre las unidades de inteligencia financiera, los cuerpos del orden público y las autoridades penales.

Sin embargo, no basta simplemente con encarcelar a los traficantes culpables, debemos incautar su dinero y cerrar las redes y las rutas de tráfico para siempre.

Estoy consciente de los peligros de hacer promesas poco realistas, pero creo que podemos lograr esta meta. Después de todo, nuestro alcance siempre debe exceder a nuestro agarre. Demos vuelta al reloj de arena y comencemos una década de acción para tratar de eliminar del mundo la miseria y el sufrimiento causados por el tráfico de personas.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Yury Fedotov.