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Por Amanda Enayati

(CNN) — ¿Qué tienen en común los adictos a las drogas, las personas que están constantemente a dieta y los niños que viven en hogares conflictivos? Más de lo que podrías imaginar.

El estrés puede jugar un papel perjudicial al desencadenar un círculo vicioso en el que las personas se sienten abrumadas por impulsos incontrolables y distraídas por sentimientos negativos que, a su vez, desencadenan ciclos subsecuentes de recaídas, atracones y fracasos.

A lo largo de tres décadas de carrera, Rajita Sinha, psicóloga y directora del Centro para el Estrés en Yale, ha buscado entender los procesos que yacen debajo de esos ciclos de estrés con la esperanza de prevenirlos algún día.

La danza de los sentimientos humanos

Para Sinha, todo empezó con los sentimientos. Tenía nueve años y vivía en su natal India cuando empezó a practicar danza tradicional india, que se concentra principalmente en experimentar y expresar los sentimientos. Las bailarinas indias recurren a los gestos y a los ademanes para contar la historia de la vida sagrada de las personas.

“La danza me unió a los poderosos efectos de nuestros sentimientos”, recuerda.

Sinha practicó esta forma de arte durante la universidad, cada vez se sentía más fascinada por la forma en la que el cerebro y la fisiología afectan a los sentimientos y cómo estos motivan la conducta.

Inició su carrera trabajando con los sentimientos individuales como la ira y la tristeza. Examinaba la forma en la que afectan al cuerpo y cómo cambian nuestra respuesta a los diferentes estímulos del ambiente. Lo que observó entonces fue que la gente generalmente no tiene sentimientos puros, es decir, que no solo sienten ira o temor, sino que a menudo presentan una combinación de sentimientos.

“Si les preguntabas cómo se sentían, decían que estaban estresados o molestos”, dice. Se dispuso a entender cómo interactúan los sentimientos, tanto para protegernos como para provocar el estrés que puede agotarnos.

El hábito de las adicciones

En 1994, Sinha dirigía la unidad de tratamiento para el abuso de sustancias en Yale. Como directora clínica, estaba haciendo investigaciones acerca de los tratamientos cognitivos conductuales con los que se enseñaba a los adictos en recuperación a identificar los problemas y a superar la ansiedad.

Aunque las investigaciones demostraron que estas habilidades funcionaban, solían tener efectos modestos; se beneficiaron varias personas, pero no eran muchas.

“Estudiaba a esos grupos en mi clínica y notaba que los mismos individuos regresaban una y otra vez”, recuerda Sinha. “Me decían: ‘ya sé qué tengo que hacer, tengo las habilidades, pero cuando estoy allá afuera y algo pasa, simplemente no puedo evitarlo’”, cuenta.

“El principal reto con las adicciones es, desde luego, la recaída; me dispuse a entender qué provoca la recaída; qué provoca que esas conductas regresen”, dijo.

Se hizo evidente que con frecuencia había un momento en el que alguna clase de reto o detonante impedía que la persona en recuperación tuviera acceso a sus recursos cognitivos. La forma en la que los sentimientos inundaban a la persona aumentaba de alguna forma el riesgo de recaída.

En cada caso, Sinha observó que el estrés jugaba un papel esencial en la pérdida del control. Estaba claro que Sinha y sus colegas no podían estar allá afuera con cada persona durante su recaída, pero se dispusieron a reproducir la conducta en un laboratorio.

“Empezamos a llevar al laboratorio a personas adictas en recuperación y les presentábamos una serie de retos en experimentos controlados. Descubrimos que cuando los individuos adictos están bajo estrés, quieren volver a consumir drogas casi automáticamente”.

La investigación empezó a delinear el patrón de la necesidad de consumir drogas inducida por el estrés, tanto para quienes se encontraban en las etapas tempranas de su recuperación como para quienes estaban consumiendo activamente. No solo los altos niveles de ansiedad y sentimientos negativos provocaban que los adictos en recuperación buscaran un alivio del estrés, sino que el estrés incrementaba la necesidad de consumir la droga.

Los experimentos subsiguientes demostraron que el estrés jugaba un papel importante en la pérdida del autocontrol en una gama de conductas, como en la adicción al juego o el consumo de tabaco, alcohol y comida.

“Empezamos a estudiar el cerebro para ver qué estaba pasando y descubrimos que durante esos periodos de excitación, se activaron las regiones del cerebro que controlan los hábitos”, dice Sinha.

Ella y sus colegas dedicaron mucho tiempo a desentrañar este mecanismo en un intento por descubrir cómo romper el ciclo de las adicciones.

“Tenemos muchos hábitos que son muy importantes para la supervivencia. Es una respuesta evolutiva muy arraigada que proviene de la necesidad primitiva de reaccionar rápidamente. Es muy difícil romper ese vínculo”, señala.

Las drogas, la comida y las conductas habituales tienen un efecto directo en la biología del estrés. Es un modelo de prealimentación, señala Sinha. Sus investigaciones han demostrado que el estrés provoca más estrés. Esto es particularmente preocupante porque existe una relación directa entre el estrés, la ansiedad, la depresión y las enfermedades crónicas.

“Ahora estamos estudiando los medicamentos y las intervenciones que reducen el estrés y la promoción de hábitos”, dice.

El estrés y el cerebro

Aunque desde hace mucho sabemos que hay una conexión entre las adicciones y el estrés y que el estrés puede hacernos más susceptibles a las enfermedades crónicas, tiene poco tiempo que empezamos a entender sus mecanismos biológicos.

Ese estrés desencadena la respuesta evolutiva de “pelear o huir”, por lo que todo el cuerpo se prepara para moverse rápido para salir del peligro. Como parte de esta excitación, el cuerpo libera la hormona del estrés —cortisona— y se estimula por medio de nuestras reservas de energía, con lo que se libera glucosa e insulina para que los músculos tengan energía para lidiar con el estrés.

Las sustancias como el alcohol, la nicotina y la cocaína —y los alimentos altos en grasas y calorías— pueden modificar poderosamente el sistema del estrés. Cambian las vías que sigue nuestro estrés y afectan la forma en la que podemos controlar nuestra reacción.

La zona del cerebro más vulnerable al estrés, incluso al estrés en la niñez temprana, es la corteza prefrontal, que es crucial para la homeostasis o estabilidad metabólica y para la supervivencia y la adaptación.

“La corteza prefrontal también es una región importante para las actividades autorreguladoras de todas clases, tanto sentimentales como cognitivas, e incluye el control de impulsos y la regulación de los sentimientos, de la cognición y los deseos”, dice Sinha.

El ataque constante del estrés agota nuestra capacidad para contrarrestar los deseos potencialmente poderosos, como la necesidad de consumir sustancias o alimentos adictivos. También puede decaer el control sobre las conductas impulsivas o peligrosas. Esta dinámica provoca que los niños que viven en ambientes conflictivos y que las personas que tienen adicciones estén en mayor riesgo.

Aquí termina la responsabilidad

La clínica del Centro para el Estrés de Yale ofrece cuidados de salud tanto conductual como física que incorpora intervenciones tradicionales como medicamentos y terapia con terapias alternas como el yoga, la meditación reflexiva, la acupuntura y la biorretroalimentación.

“Estamos descubriendo que las intervenciones para reducir el estrés, como la meditación reflexiva, pueden ser sumamente útiles para influir en el ciclo del estrés”, señala Sinha. “Sin embargo, la dificultad estriba en que la meditación por sí sola puede no ser suficiente para ayudar a los individuos adictos”, asegura.

El trabajo de Sinha, que comenzó con la interacción entre el estrés y la conducta adictiva, finalmente se extendió a la gama de adicciones conductuales como la adicción a la comida, al juego o al sexo. También empezó a observar los efectos del estrés en conductas motivadas como el ejercicio y una alimentación adecuada.

En este momento, está particularmente interesada en la adicción a la comida; está preocupada por la epidemia de la obesidad y por el impulso de comer originado por el estrés.

Sinha coincide en que son muy importantes las intervenciones sociales y de salud pública. Cuando se implementó el impuesto a los cigarrillos y se prohibió fumar en lugares públicos, hubo un descenso marcado en el consumo. Sin embargo, sigue habiendo una cantidad considerable de fumadores.

“Además, no puedes prohibir realmente el alcohol y los alimentos altos en grasas. La responsabilidad es de cada individuo. Lo que me interesa es la conexión entre el estrés y el comportamiento, el encontrar formas de fortalecer la mente y el cuerpo para que podamos resistir las enfermedades mentales y físicas”, dijo.

Sinha no ha bailado mucho últimamente. “Estoy completamente comprometida con mi trabajo”, dice. “Sin embargo, me parece interesante que lo que bailé durante mi niñez y juventud se volvió la piedra angular de mi trabajo, la forma en la que eso moldeó mi carrera”.

Además, Sinha se encuentra en un consultorio clínico en el que recurren al yoga y a la reflexión; a menudo se siente como si hubiera cerrado el círculo porque “parte de la danza clásica india se basa en los principios del yoga”.

De forma particular, dice, ha sido un viaje interesante e inesperado de vuelta a casa.

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