Por Adriana Hauser, CNN
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Miami (CNN Español) – El sur de la Florida es la tercera región de Estados Unidos con mayor incidencia de comercio sexual. Las autoridades intentan combatir este delito con diversos operativos. Uno de ellos consiste en recorrer calles y recintos conocidos por este tipo de actividad para dialogar con prostitutas en lugar de arrestarlas.
La idea es persuadir a estas mujeres para que abandonen las calles y tratar de obtener información sobre posibles redes de tráfico de menores. CNN en Español acompañó a un grupo de agentes encubiertos de la policía de Miami-Dade para ver de primera mano qué tan común es este delito en las calles de Miami.
El operativo comenzó pasadas las 9 de la noche. A esa hora había poca actividad, pero después de la media noche las chicas comenzaron a salir a recorrer las calles en busca de clientes.
“Enviamos a un agente encubierto para asegurarnos de que están trabajando. Si son menores, las intentamos rescatar. Si son adultas, les ofrecemos asistencia para que dejen las calles”, dice Nicole Donnelly, sargento del Departamento de la Policía de Miami-Dade.
Marianne es una prostituta de 49 años que aceptó hablar con nosotros. Cuenta que comenzó a trabajar como prostituta a los 15, después del suicidio de sus padres
“Intento sobrevivir”, dijo.
Aunque asegura que fue su decisión, el FBI considera que cualquier menor involucrado en prostitución es víctima de tráfico o explotación sexual.
“Trabajaba en burdeles por todo Estados Unidos. Era toda una aventura”, nos relató Marianne. Agregó que es así como paga su renta, su comida y las actividades que denomina “extracurriculares”.
“Me gusta fumar, beber cervezas y divertirme”, dice Marianne, quien también afirma que consume drogas por placer y no por adicción. “Es solo crack, no consumo heroína, ni nada de eso”.
Cuenta Marianne que se siente afortunada, porque aunque ha visto de cerca del peligro, nunca ha sufrido lesiones graves. Pero reconoce que teme por su vida con frecuencia.
Sus intentos por encontrar un trabajo más convencional no han tenido frutos porque -según explica con frustración- no tiene una educación formal y su historial policial la perjudica.
“Si no hablas español… prostitución y drogas… esa es mi situación”.
Así que por ahora, ésa es la vida de Marianne. “¡Conozco esto desde hace tanto tiempo! Es lo único que conozco”. Al preguntarle si algún día querría dejarlo, ella contesta: “Dios sabe que sí”.