Nairobi, Kenia (CNN) — El Parque Nacional de Nairobi es de esas cosas muy singulares: un lugar de conservación dentro de una ciudad, y el ejemplo de la batalla entre los humanos y los animales en Kenya.
Al igual que los habitantes de la periferia, la fauna es víctima del crecimiento incontrolable de la urbe. La falta de planeación en la capital ha provocado que las personas invadan la zona protegida y comprometan el bienestar de los animales, a través de los desechos industriales y la contaminación doméstica.
Para garantizar el futuro de las especies, la Fundación M-Pesa —un fideicomiso de beneficencia— y algunos inversionistas privados emprendieron el Proyecto Greenline Nairobi, que consiste en sembrar 300.000 árboles nativos y crear un límite de 30 kilómetros de largo y 50 metros de ancho alrededor del parque, reforzado con una cerca electrificada de 32 kilómetros de largo.
Dorothee Von Brentano, oficial en jefe de Asentamientos Humanos de ONU Hábitat en Kenya, señala: “La cerca es un símbolo y una señal que llama la atención sobre un tema que necesita abordarse con más propiedad”. Este tema es lo que ella llama ‘la avidez enfermiza de tierras’, la fuerza motriz de la intrusión del desarrollo urbano en el parque”.
“Ellos (los locales) consideran que la tierra es una materia prima y no un recurso”, dice George Onyiro, gerente del programa ONU Hábitat.
Espacio público
Onyiro y sus colegas creen que el parque es un espacio público esencial para el desarrollo social y urbano saludable.
“El espacio público es una parte realmente importante de cualquier expansión urbana”, dice Jeannette Elsworth, funcionaria de Información Pública de ONU Hábitat. “De hecho, las ciudades que consideramos realmente densas, como Manhattan, dedican el 30% de la tierra a espacios públicos. Nairobi opera con el 10 o 15%, eso es muy poco”.
Elijah Ndegwa, profesor de Planeación Urbana en la Universidad de Nairobi, cree que la “infiltración en el parque nacional refleja a una sociedad que no ha aceptado que la fauna es uno de los actores en el desarrollo de la ciudad”.
Agrega: “Cuando planeemos Nairobi, debemos ver al parque como parte esencial de la ciudad, no como un apéndice que hay que extirpar”.
El valor del Parque Nacional todavía no encanta a los habitantes locales. Es el caso de Angelina, una abuela keniana cuya casa improvisada está a unos cuantos kilómetros de la zona. Recientemente recibió una carta de desalojo del ayuntamiento — por un asunto no relacionado con el Proyecto Greenline— y no puede hacer más que contar los días que faltan para que un tractor destruya su hogar.
“He vivido aquí desde 1972 y pronto demolerán mi casa, pero protegen continuamente la casa de los animales”, dice.
Los expertos creen que es necesario cambiar esta mentalidad para que Nairobi progrese.
Axemite Gebre-Egziabher, directora de la División Mundial de ONU Hábitat, considera crucial la participación de los habitantes locales.
“Si la ciudad va a entrar en un ámbito sostenible, sano y competitivo, es importante que se apliquen los reglamentos de planeación urbana, pero en coordinación con todos los interesados. Entonces no necesitarás una cerca: ellos son la cerca, ellos son los únicos que pueden protegerlo (el parque)”, dice.
Involucrar a personas como Angelina en la toma de decisiones podría fortalecer el sentido de propiedad pública de lugares como el Parque Nacional de Nairobi. Además, promover la importancia de conservarlo ayudaría a que lo reconocieran como parte integral del desarrollo futuro de la capital.