Por Ivan Watson, CNN
(CNN) — A medida que nos aproximábamos a las ruinas del aeropuerto de Tacloban, en Filipinas, me iba quedando atónito, al contemplar el principal centro de población del país asiático que recibió el embate del supertifón Haiyan.
La fuerza de la tormenta arrasó con bosques de palmeras completos que se encontraban en lo alto de las lomas. Nunca había visto algo igual. Los demás pasajeros filipinos que iban a bordo de nuestro avión tampoco habían visto algo así.
Conforme nos acercábamos a la ciudad, podíamos distinguir aldeas y caminos completamente inundados. Luego vimos Tacloban: lucía totalmente devastada. Fue como si una mano gigantesca hubiera bajado del cielo y simplemente la hubiera aplastado.
Un muro de agua proveniente del océano, una marejada, fue el principal causante del daño. Fue tan poderoso que incluso levantó barcos y los arrojó a tierra firme, donde alguna vez hubo casas. Esas escenas hicieron evidente que una ciudad de más de 200.000 habitantes había quedado destruida.
Me encontraba en un recorrido aéreo sobre la región afectada por la tormenta junto con unos funcionarios. La escena era bastante abrumadora; había personas vagando por una ciudad en ruinas y buscaban de todo: agua, refugio y comida caliente.
Algunas personas estaban preocupadas por la anarquía. A una de las primeras personas con las que hablé le preocupaban los saqueos de lo que había quedado tras la tormenta. Era propietario de una cadena de tiendas de donas. Me dijo que la gente estaba robando los muebles de una de sus franquicias.
Dijo que él y otros dueños de propiedades estaban armándose para protegerse. Llevaba un pequeño silbato verde colgado del cuello que usaba como sistema de alarma improvisado para proteger su calle. “Tenemos armas de fuego, dispararemos dentro de nuestra propiedad”, advirtió. “Tememos que nos roben”.
Volamos una vez más hacia el oeste para inspeccionar las otras regiones a las que Haiyan afectó. Vimos los daños que causaron las inusitadas ráfagas de viento —donde quiera que mirabas, veías casas sin techo—, pero el daño no era igual de grave que el que vimos en Tacloban porque esas zonas no sufrieron el embate del muro de agua del océano Pacífico durante la parte más intensa de la tormenta.
Hablé con el presidente de la Cruz Roja de Filipinas, Richard Gordon. Estaba preocupado por las demás comunidades que se encuentran a lo largo de la costa oriental de la isla de Leyte —en donde se localiza Tacloban— y por la isla vecina de Samar.
Explicó que el general estadounidense Douglas MacArthur eligió esta tierra para que desembarcaran sus fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial porque se puede llegar fácilmente desde el Pacífico, lo que explica por qué quedó tan vulnerable a los efectos de la marejada.
Cifras provisionales
Me dijo que temía que otras comunidades hubieran resultado afectadas, pero no pudo ofrecer un estimado de víctimas en este momento porque había dificultades para llegar a muchas partes de esta región. Señaló que los trabajadores de asistencia estaban impactados porque ya habían visto muchos cadáveres.
Es importante señalar que cuando hay comunidades enteras destruidas, los trabajadores de los servicios de emergencias, que a menudo viven en las mismas zonas, también son víctimas. Eso obstaculiza gravemente las labores de rescate ya que los policías, bomberos y conductores de ambulancias probablemente también sufrieron grandes pérdidas, están impresionados y tratan de salir adelante. Hay muchas incertidumbres en este punto: no se sabe, por ejemplo, a cuántas personas arrastró el mar durante la marejada.
El director de Aviación Civil de Filipinas con quien viajé —un excomandante de la Fuerza Aérea— me dijo que el mar arrastró al comandante de la base de la Fuerza Aérea de Tacloban. Increíblemente, lo encontraron en otra isla unas horas más tarde y se está recuperando en el hospital.
Sin embargo, en muchas zonas la escena es deprimente porque se sabe que entre más rudimentarias sean las viviendas, son más vulnerables a los elementos. La gente más pobre es siempre la más afectada. Perdieron lo poco que tenían y ahora no saben a dónde acudir.
Tacloban es un lugar pequeño si se compara con el resto de Filipinas, pero de cualquier forma estás hablando de unas 200.000 personas que quedaron sin hogar en cuestión de horas.
Ya hay indicios de recuperación en algunas de las zonas menos afectadas mientras la gente se dispone a reconstruir sus hogares y sus negocios. Sin embargo, muchas de estas personas que se encontraron lejos de la marejada —incluso personas de la tercera edad— dijeron que esta había sido la peor tormenta que habían visto, aunque este es un país en el que usualmente ocurren al menos 20 tifones al año.
Aunque el gobierno emitió alertas para evacuar antes de la llegada del tifón, nadie esperaba que la tormenta generara una marejada tan poderosa como para sobrepasar el muro rompeolas que protege al aeropuerto de Tacloban.
Literalmente rompió el muro y se llevó edificios de concreto. Eso es algo nuevo en este país, un país que está familiarizado con los tifones e incluso con los terremotos.