By Hilary Whiteman, CNN
(CNN) — La imagen dura solo cuatro segundos en pantalla durante la secuencia inicial de un programa filipino de noticias que se publicó en internet.
Se trata de un hombre anciano arrodillado en la banca de una iglesia; sus labios se mueven como si estuviera rezando y ha renovado las esperanzas de una mujer que se encuentra en Hong Kong y que no ha sabido nada de sus 30 familiares desde que el Haiyan arrasara Tacloban, en Filipinas, el 8 de noviembre.
“¡Creemos que es mi tío! ¡Es idéntico!”, escribió Daisy Nemeth en un correo electrónico dirigido a CNN, luego de recibir un mensaje de su hermana, Merceditas Tan Østergaard, quien se encuentra en Dinamarca y ha estado revisando las noticias en línea con la esperanza de encontrar un rostro conocido.
Y allí estaba. El anciano solitario que rezaba en silencio se parece mucho a Rogelio Tan, de 68 años, patriarca de la extensa familia Tan, que prácticamente desapareció completa durante la tormenta.
“Ella miraba los videos y él estaba en uno de ellos. Sin embargo, no estaba su esposa ni sus hijos”, dijo Nemeth desde su hogar en Hong Kong. La alegría de ver a su tío aminoraba al pensar en los que faltaban o no se veían en la imagen.
La familia identificó la iglesia como la del Santo Niño de Tacloban, una notoria iglesia católica de color rosa que se encuentra a una calle de la costa, por donde entró la devastadora marejada que cobró la vida de cientos, si no es que de miles de personas.
La iglesia soportó la tormenta, aunque arrancó la torre al igual que gran parte de la nave principal. Sin embargo, allí se puede ver al hombre que supuestamente es Tan, quien reza como lo ha hecho en incontables ocasiones. Su familia vivía a solo unas calles de allí.
El posible hallazgo de su tío, cuatro días después del tifón, no fue la única noticia que dio esperanzas a Nemeth de encontrar a más familiares. El mismo día se enteró de que su prima, Hazel Tan, y sus cinco hijos —de entre nueve y 19 años— habían escapado de la tormenta. Nemeth no tiene idea de cómo están ni en dónde, pero un familiar le avisó que estaban a salvo y que habían dejado Tacloban.
Nemeth dice que esperaba sentirse eufórica luego de encontrar a algunos de sus familiares desaparecidos, pero que los días de preocupaciones la han dejado emocionalmente exhausta.
“Piensas en qué va a pasar cuando los encuentres, que sentirás alivio, alegría y regocijo, pero no fue así”, dijo. “Los borré de la lista y seguí con mi tío. Ahora ya lo borré de la lista, ahora voy con alguien más. Están pasando muchas cosas, es imposible sentir alivio en esta situación”. Ahora está pensando en su otro primo, y en la esposa y los hijos de este.
El supertifón golpeó la costa de Filipinas justo antes de las cinco de la mañana del 8 de noviembre y arrasó con edificios, derribó casas, inundó negocios y dejó un rastro de destrucción que las autoridades y los habitantes siguen tratando de asimilar.
“Estoy muy cansada a estas alturas. No tengo una actitud negativa al respecto, pero a estas alturas, que pase lo que tenga que pasar”, dijo Nemeth. “Pero quiero que los niños salgan de allí. Pensar que viven entre los cadáveres que bordean las calles… allá hay solo miseria”.