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Por Jethro Mullen

(CNN) — Cabezas inclinadas, solemnes, hacían filas.

Ricos, poderosos; familiares, celebridades. Todos quieren despedir al ícono antiapartheid, cuyo cuerpo permanecerá en una capilla ardiente durante tres días desde este miércoles, en la sede del gobierno de Sudáfrica.

Primero se acercó el presidente sudafricano, Jacob Zuma; luego llegaron la viuda de Mandela, Graça Machel, y su exesposa, Winnie Mandela, ambas con turbantes negros.
Casi en silencio, decenas de familiares de Madiba pasaron por el ataúd, mientras militares vestidos de blanco lo flanqueaban en cada esquina.

También había otros exlíderes de Sudáfrica, como Thabo Mbeki y Frederik Wilhem de Klerk, el último presidente del apartheid y ganador del premio Nobel de la Paz. Bono, de U2, hizo una breve pausa frente al cuerpo, lo mismo que el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe.

El primer día estará reservado para la familia y mandatarios, mientras que el público en general podrá visitarlo este jueves y viernes, probablemente solo durante el día.

Este sábado continuarán los homenajes. Un avión militar llevará los restos de Mandela de una base aérea de Pretoria a Mthatha, la principal ciudad de la provincia Oriental del Cabo.

Se espera que miles de personas se formen en las calles que van desde el aeropuerto de Mthatha hasta la villa de Qunu, donde el líder sudafricano pasó su infancia.

Un lugar histórico

La carroza fúnebre de Mandela, quien murió la semana pasada a los 95 años, llegó temprano este miércoles. Recorrió las calles de Pretoria entre multitudes hasta el edificio gubernamental.

El ambiente solemne fue distinto a la atmósfera de celebración que se vivió durante su homenaje un día antes, en Johannesburgo.

“Este es un momento emotivo”, dijo Khehla Shubane, quien estuvo en prisión junto a Mandela. “Este no es el mandela que controlaba todo lo que pasaba a su alrededor, inspirando a la gente. Este es Mandela muerto”.

Cuando el cuerpo llegó,  una multitud en silencio observaba cómo ocho militares cargaban el ataúd, liderados por un capellán. Mientras, helicópteros de la policía sobrevolaban el lugar y una bandera sudafricana a media asta ondeaba afuera.

El nieto de Mandela, Mandla Mandela, y el ministro de Defensa, Nosiviwe Mapisa-Nqakula, encabezaban a un grupo de dolientes vestidos de negro que caminaba detrás del cuerpo.

El ataúd fue puesto bajo una cúpula, muy cerca del lugar donde él tomó juramento de su cargo para convertirse en el primer presidente democráticamente electo de Sudáfrica el 10 de mayo de 1994.

Ese día extraordinario, las multitudes se reunieron alrededor del edificio para presenciar el acto histórico protagonizado por Mandela, un preso político que logró lo que una vez fue impensable y se convirtió en el primer líder negro de Sudáfrica.