Por Emma Daly, especial para CNN
Nota del editor: Emma Daly es directora de comunicaciones de Human Rights Watch.
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La tecnología se ha vuelto en contra de los derechos humanos, o eso parecía a partir de las revelaciones de Edward Snowden el año pasado. Los avances tecnológicos que permitieron la Primavera Árabe y fortalecieron a los periodistas ciudadanos se revelaron también como facilitadores de una vigilancia internacional sin restricciones y desbordando las protecciones legales.
Aprendimos que el Gran Hermano de los regímenes totalitarios también opera en Washington. La Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) observaba y recopilaba datos de millones de personas, con lo que muchos han visto como un descuido incompetente del Congreso, bajo un exceso de autoridad aprobado por cortes secretas. Resultó que la agencia se saltó incluso esos débiles controles, tal y como mostraron auditorías internas.
Está claro que las leyes sobre privacidad aprobadas antes de que existieran Internet y los teléfonos móviles dieron una protección discutible en 2013. Los gobiernos tienen el deber de proteger la seguridad nacional y prevenir el crimen, pero eso no les autoriza a controlar las comunicaciones de millones de personas que no están bajo sospecha. ¿Cuál es el precio de la libertad de expresión cuando el gobierno de Obama intenta extraditar a Snowden por una presunta violación de la seguridad que muchos ven como una denuncia legal?
El gobierno británico ha dicho que no ha hecho nada malo e incluso que se sincerará en cuanto a sus prácticas de vigilancia y su impacto en la vida privada. En Estados Unidos, las revelaciones de Snowden, con su efecto de bola de nieve, provocaron finalmente una protesta reformista. Hay muchas soluciones legislativas propuestas. Un equipo de asesores de Obama ha recomendado nuevos límites a la vigilancia para satisfacer mejor el equilibrio entre la necesidad de privacidad y la seguridad nacional. Un juez federal dictaminó que el espionaje colectivo probablemente se consideraría inconstitucional.
Y en Naciones Unidas, una resolución de la Asamblea General ha calificado la vigilancia global indiscriminada de profundamente perjudicial para los derechos humanos.
Nosotros documentamos la muerte de muchos civiles por aviones no tripulados, utilizados para el asesinato selectivo por las fuerzas estadounidenses de presuntos milicianos. El gobierno de Obama prometió más limitaciones en el programa, aunque el efecto es desconocido. Y se hizo una campaña para convencer a estados en todo el mundo de que consideren una prohibición preventiva de los “robots asesinos” para detener el desarrollo de “armas totalmente autónomas”, que serían capaces de decidir autónomamente y abrir fuego sobre objetivos sin intervención humana.
Por supuesto que hubo muchos otros, posiblemente los más evidentes han sido los abusos de los derechos humanos en todo el mundo durante el año pasado. En muchos casos, la tecnología desempeñó un papel fundamental en la denuncia de estas atrocidades, especialmente en zonas remotas o peligrosas para llegar en persona. En Siria, activistas de ambos bandos en el atroz conflicto confían en Skype, el correo electrónico y YouTube para difundir información, ya sea por medio de vídeos de los ataques con armas químicas o de entrevistas que dan testimonio de otros delitos.
Las imágenes de satélite expusieron la magnitud de la destrucción en Nigeria cuando los soldados quemaron barrios enteros en una gran ciudad, pero declararon que solamente 30 casas habían sido dañadas, y también en Myanmar, cuando los musulmanes fueron atacados repetidamente y sus barrios fueron arrasados en varias áreas. Amnistía Internacional publicó imágenes de los campos de prisioneros de Corea del Norte. Y Human Rights Watch, junto con varios blogueros expertos, utilizó imágenes de satélite, medios sociales y otras herramientas tecnológicas para verificar información de Siria.
Twitter y Facebook han permitido a los activistas y disidentes movilizarse en Arabia Saudita, uno de los países más represivos del mundo. El vídeo de Manal al-Sharif en #Women2Drive y en YouTube en donde desobedece abiertamente la prohibición de que las mujeres conduzcan provocó el apoyo mundial a la reforma en el reino. Una campaña en línea de 2010 a favor de la liberación de Samar Badawi, encarcelada por un juez saudita por “desobediencia de los padres”, obtuvo la atención de los medios internacionales, lo que llevó a las autoridades a liberarla.
De hecho, las historias de los derechos de las mujeres resonaron fuertemente entre los seguidores en línea de Human Rights Watch el año pasado. La mayoría de respuestas en Twitter fueron para comentar a nuestro director en Egipto, Heba Morayef, sobre un juicio a una joven manifestante en Alejandría: “La locura es cuando los fiscales procesan a quinceañeras por haber participado en una manifestación pacífica el 31 de octubre”. Los vídeos sobre el abuso sexual en la India y sobre la violencia sexual contra las mujeres manifestantes en Egipto encabezaron nuestra lista de videos con más visitas en YouTube, mientras que el encarcelamiento de la banda punk feminista rusa Pussy Riot fue lo más compartido en Facebook.
Sin embargo, hay muchas violaciones de derechos humanos que, porque ocurrir en sitios tan remotos corren el riesgo de ser ignoradas.
Un ejemplo es la República Centroafricana, que no tiene conexiones fiables de electricidad, telefonía móvil e Internet, y mucho menos usuarios de Twitter o Facebook. Allí el sonido de un vehículo, como informó un investigador de Human Rights Watch, puede aterrorizar a un pueblo entero.
Rebeldes de mayoría musulmana en la República Centroafricana tomaron el poder en un golpe de estado en primavera y lanzaron brutales ataques contra los opositores, en especial los presuntos partidarios del presidente depuesto. En represalia, los pobladores cristianos se unieron en milicias para vengar sus bajas. La situación de los derechos humanos sigue siendo grave, con ataques sectarios en las comunidades. Pero en las últimas semanas, tanto a través de los medios tradicionales como los electrónicos, los activistas de derechos humanos y los periodistas han dado la voz de alarma sobre los peligros que afrontan los civiles desesperados y, al hacerlo, han dado lugar a la acción internacional por medio de más tropas, ayuda y protección.
Y, por supuesto, algunos abusos están ocultos a la vista. Incluso mientras Rusia tomaba medidas enérgicas contra la disidencia y legalizaba la discriminación en contra de las personas LGBT, promovía los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi como un evento de clase mundial; luego surgieron las historias de los residentes de los pueblos locales que presuntamente eran acosados y desplazados para la construcción de las sedes olímpicas y de los trabajadores de la construcción abusados a los que se negaban los salarios.
En Estados Unidos ha habido miles de voces, por medio de los medios sociales así como por las vigilias, ayunos y actos de desobediencia civil, para poner la reforma inmigratoria en la agenda del Congreso. Los republicanos de la Cámara de Representantes dicen que en enero será una prioridad y los defensores esperan que el Congreso actúe finalmente para arreglar el sistema y abra un camino justo hacia la legalización.
Posiblemente 2014 será también el año que (con retraso) el Senado ratifique la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, restableciendo el liderazgo de los EE.UU. en el esfuerzo mundial para mejorar los estándares de derechos humanos de este grupo marginado.
La tecnología también puede contribuir en esta labor. Un gran reto en 2014 será el uso de nuevas herramientas y técnicas para lograr un cambio positivo y al mismo tiempo poner freno a los intentos de quien dedican todo su esfuerzo en utilizar la tecnología para robar, espiar o reprimir a la disidencia.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Emma Daly)