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Por Mia Bloom y John Horgan

Nota del editor: Mia Bloom y John Horgan son profesores de estudios de seguridad en la Universidad de Massachusetts Lowell. Han estado viajando a Pakistán para llevar a cabo una investigación sobre la participación de los niños en el terrorismo. Síguelos en Twitter: @Drjohnhorgan y @miambloom.

(CNN) – Inquietantes informes surgen en Afganistán respecto a que se logró prevenir que una niña de 10 años, llamada Spozhmai, llevara a cabo un ataque suicida en contra de una estación de policía en Khanshin.

Aunque las fuerzas del talibán ya están utilizando mujeres en operativos de capacidad limitada, éste fue el primer informe de una menor a quien prepararon para el martirio. Representa el acontecimiento más reciente en un largo historial del uso de niños por parte de organizaciones terroristas.

Informes de BBC sugieren que la niña es hermana de un comandante talibán. Esto no es inesperado.

De hecho, múltiples grupos islamitas explícitamente reclutan personas de sus propias familias. En Chechenia y Dagestán, hemos visto cómo hermanas, hermanos y primos se ven involucrados en actos terroristas, en ocasiones juntos. Tanto en Afganistán como en Pakistán, varias unidades del talibán se han dedicado al reclutamiento dirigido de parejas de hermanos.

En la investigación que llevamos a cabo el año pasado respecto a niños que son preparados para involucrarse en actividades terroristas en Pakistán, varios de los jóvenes que encontramos sometidos al proceso de cambiar sus ideas radicales y a la preparación para reintegrarse por medio del centro Sabaoon (el centro de rehabilitación para niños militantes) eran reclutados por familiares miembros del talibán paquistaní.

En casi todos los casos que hemos estudiado, los niños reclutados realmente no estaban conscientes de lo que se les había pedido hacer e ignoraban lo que tales operaciones podrían implicar. Quienes sí estaban conscientes de ello presentaban serias dudas, y a menudo recibían drogas de sus reclutadores para que cumplieran con lo que les pedían. Algunos de los niños cambiaban de opinión en el último momento y así encontraban refugio en Sabaoon.

Engañar niños para que lleven a cabo ataques suicidas no es una táctica nueva. En junio de 2007 en la provincia de Gazni, al sur de Afganistán, los talibanes no lograron engañar a Juma Gul, un niño de 6 años, para que cometiera un atentado suicida. Al ponerle el chaleco, los talibanes le repetían que “flores y comida aparecerían en cuanto presionara el botón”.

Mientras caminaba hacia su objetivo, Juma vaciló. Decidió no presionar el botón y en su lugar pidió ayuda de soldados del Ejército Nacional Afgano qu se encontraban en un lugar cercano. Ellos desactivaron el artefacto que portaba.

El incidente fue decisivo. Abdul Rahim Deciwal, el principal administrador de Athul, el pueblo de Juma, le ofreció al chico y a su hermano reunirse con los ancianos del pueblo, quienes expresaron una fuerte desaprobación respecto a la táctica e incluso empezaron a colaborar con las fuerzas de la OTAN para eliminar a los talibanes.

Incidentes como este parecen indicar que los talibanes están adoptando la estrategia de los insurgentes iraquíes, quienes se conocen por utilizar niños para camuflar vehículos bomba o embaucar a los conductores a portar artefactos explosivos improvisados, (IED, por sus siglas en inglés), a veces sin su conocimiento. En esos casos, se trataría de bombas detonadas por control remoto.

El informe de esta semana del ataque que se trató de llevar a cabo no incluía un detonador a control remoto, y la niña de 10 años no tuvo éxito en completar la misión de quienes la enviaron. Sin embargo, desde hace mucho tiempo, las fuerzas afganas de seguridad han tenido conocimiento de esta táctica particularmente insidiosa.

El vocero del talibán, Qari Yousef Ahmadi, ha negado que el grupo utiliza niños combatientes, y cuando ocurrió el incidente que involucró a Juma Gul, reveló que el talibán contaba con cientos de adultos que están listos para perpetrar misiones suicidas. “No necesitamos usar a un niño”, dijo. “Va en contra de la ley islámica y el derecho humanitario. Esto sólo es propaganda en contra del talibán”.

Tales declaraciones pueden ser cuestionadas fácilmente.

Por ejemplo, en los documentos presentados públicamente que fueron tomados de su complejo en Abbottabad, Paquistán, Osama bin Laden reconoció que “la mayor parte del trabajo en Afganistán se ha volcado al objetivo de atraer y preparar a los jóvenes”.

Más recientemente, en noviembre, hubo informes de los medios de comunicación respecto a que la policía afgana había prevenido que un niño de 12 años llevara a cabo un ataque en el distrito de Panjwaj en Kandahar; el niño supuestamente llevaba un chaleco explosivo e iba de camino a una escuela local de niñas.

Cuando los niños se ven forzados a participar en el terrorismo, se convierten en víctimas y sufren traumas por las experiencias que viven en el proceso. Por ende, ellos explotan y victimizan a otros. Muchos permanecen en el movimiento hasta la edad adulta y aún más allá. Y esto no sólo ocurre en sus países de origen: Los esfuerzos por preparar a niños y adolescentes como una generación futura de militantes también han sido revelados en grupos dispersos dentro de Estados Unidos y el Reino Unido.

Quizá el caso mejor conocido que se ha dado recientemente es la desaparición de más o menos 17 adolescentes y jóvenes somalíes-estadounidenses de Minneapolis.

Jonathan Evans, el ex director general de British Security Service, o MI5, advirtió que al Qaeda tiene en la mira a jóvenes vulnerables, incluso a los que son de corta edad, en tales comunidades como reclutas terroristas, lo cual pone de manifiesto la necesidad de proteger a los niños en todas partes de ser expuestos al extremismo violento. Evans explicó lo siguiente: “Están radicalizando, adoctrinando y preparando a personas jóvenes y vulnerables para que lleven a cabo actos de terrorismo. Este año, hemos visto individuos de tan sólo 15 o 16 años involucrados en actividades relacionadas al terrorismo”.

Tales realidades plantean serios retos para contrarrestar el extremismo violento, en especial cuando la mayor parte de esfuerzos hoy en día ponen énfasis en debilitar el atractivo de las ideologías conflictivas. La mayoría de los niños no son reclutados con fundamentos ideológicos, y en los casos en los que ellos parecen estar bajo algún tipo de influencia ideológica, es evidente que no lo comprenden.

Ya sea niños reclutados por el talibán paquistaní, o jóvenes somalíes reclutados en Minneapolis, hay un papel importante que las familias y las comunidades deben jugar para proteger a los niños de ser vulnerables a las garras de extremistas violentos.

Estos esfuerzos no pueden limitarse al marco de la lucha contra el terrorismo. Éste es un reto de los aspectos básicos de la protección infantil.