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Por Madison Park

(CNN) — Uno tras otro, los testimonios han sido condenatorios, perturbadores y a veces agotadores.

Un sobreviviente de un campo de prisioneros en Corea del Norte relató el caso de una mujer embarazada cercana a la inanición que dio a luz a un bebé… una nueva vida nació contra todos los pronósticos en un campo deprimente. Un agente de seguridad escuchó el llanto del bebé y castigó a la madre golpeándola. Ella le rogó que le dejara quedarse con el bebé, pero él siguió golpeándola.

Con las manos temblorosas, la madre se vio obligada a levantar a su recién nacido y sumergirle el rostro en agua hasta que el llanto cesó y se formó una burbuja de agua en la boca del bebé.

Es solo un ejemplo de la clase de testimonios que se escucharon durante una investigación de 11 meses sobre las supuestas violaciones a los derechos humanos en Corea del Norte que se documentó en un reporte que la Comisión de Investigación sobre Derechos Humanos de Naciones Unidas publicó el lunes.

La comisión concluyó que Corea del Norte ha cometido crímenes contra la humanidad. La comisión investigó asuntos relacionados con el derecho a la alimentación, los campos de prisioneros, la tortura y el trato inhumano, las detenciones arbitrarias, la discriminación, la libertad de expresión, el derecho a la vida, el libre tránsito y las desapariciones forzadas, entre ellas los secuestros de otros ciudadanos.

El panel reportó un catálogo asombroso de tortura y de abusos generalizados, incluso contra los más débiles de Corea del Norte, que revela a un Estado brutal que “no tiene paralelo en el mundo contemporáneo”.

Aún no se sabe qué impacto tendrá el reporte ni si China, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y aliado incondicional de Corea del Norte, obstruirá las acciones que pretendan restaurar los derechos humanos.

Recabar pruebas

Desde que se creó el año pasado, la comisión de investigación examinó imágenes satelitales, pruebas y testimonios de más de 100 víctimas, testigos y expertos en relación con Corea del Norte. Algunos de los testimonios se tomaron confidencialmente a causa de las preocupaciones por la seguridad de los familiares que permanecen en Corea del Norte.

La atención internacional se ha concentrado anteriormente en Corea del Norte y en poner un alto a su programa de armas nucleares, pero, en respuesta a los crecientes reportes sobre abusos contra los derechos humanos en el aislado Estado, el Consejo para los Derechos Humanos de la ONU estableció la comisión en marzo.

Para muchos de los norcoreanos que testificaron, hacerlo significó reconocer el sufrimiento por el que han pasado al vivir y huir del régimen. Se dice que en Corea del Norte se sigue el principio de “culpabilidad por asociación”: se castiga a los familiares y a las generaciones venideras por los supuestos delitos de una persona.

Pyongyang se ha negado a cooperar con la investigación y desconoce la validez de la comisión. La comisión de investigación solicitó acceso a Corea del Norte e invitó a sus autoridades a examinar sus pruebas y a contribuir con el proceso.

En mayo de 2013, Corea del Norte envió una carta en la que señalaba que “rechaza total y categóricamente a la Comisión de Investigación” y no ha respondido a las cartas subsiguientes, de acuerdo con Michael Kirby, exmagistrado de la Alta Corte australiana; Sonja Biserko, de Serbia, y Marzuki Darusman, de Indonesia.

A través de su agencia noticiosa oficial, KCNA, Corea del Norte condenó en agosto las audiencias y las tildó de “farsa” para “escuchar el testimonio de la basura humana”.

Una vida en prisión

A lo largo de las audiencias públicas que se celebraron en Seúl, Tokio, Londres y Washington D.C., los sobrevivientes hablaron de la tortura y el aprisionamiento por ver telenovelas o por tratar de conseguir alimentos para mantener a sus familias. Muchos de ellos terminaron en campos de prisioneros por cruzar la frontera hacia China o porque sus familiares eran sospechosos para el régimen.

Los campos de prisioneros de Corea del Norte han durado dos veces más que los gulags soviéticos de Stalin y mucho más que los campos de concentración nazis.

Uno de los testigos dijo que los internos jóvenes de los campos de prisioneros norcoreanos están tan desesperadamente hambrientos que comen gusanos o serpientes vivas que encuentran en el campo para sentir algo en el estómago.

“Como vimos morir a tanta gente, nos acostumbramos”, declaró uno de los sobrevivientes de un campamento. “Lamento decir que nos acostumbramos tanto que no sentíamos nada. En Corea del Norte, a veces la gente que estaba al borde de la muerte pedía algo de comer. Cuando alguien moría los desnudábamos y usábamos su ropa. Los vivos tienen que seguir adelante; los muertos, lo siento, pero están muertos”.

Jee Heon A contó a la comisión la historia de su estancia en una prisión norcoreana. La enviaron allá luego de repatriarla desde China. Se hizo amiga de una jovencita llamada Kim Young Hee y se volvió como una hermana para ella. Mientras las obligaban a trabajar en los campos, buscaban alguna clase de pasto para comer ya que las raciones que les daban en la prisión no eran suficientes. “Terminábamos nuestro trabajo y nos íbamos a recoger pasto o plantas que sabíamos que podíamos comer”, contó Jee. “Entonces los guardias nos vieron, uno llegó corriendo y nos pisó las manos y luego nos llevó a un lugar en donde nos dijo que nos arrodilláramos”.

Las obligaron a comer el pasto, la raíz y la tierra como castigo. Después de comer la tierra, Kim tuvo diarrea y empeoró. “No había nada que pudiera hacer”, dijo Jee. “No podía darle medicamentos. Cuando murió, ni siquiera podía cerrar los ojos. Murió con los ojos abiertos. Lloré como nunca”.

Envolvió el cuerpo de Kim en una bolsa de plástico y los otros prisioneros la enterraron en una loma, junto con otros 20 cuerpos de prisioneros.

“Cubrimos el hoyo con tierra congelada, pero luego de una semana, cuando fuimos a la tumba, ya no estaba, los cuerpos no estaban allí. Sentimos algo raro cuando subíamos la loma. Más tarde supimos que el viejo que cuidaba el lugar dejó que sus perros se comieran los cuerpos. Crió cinco perros y los perros se comieron las cabezas y las extremidades de los cadáveres”.

Esta es la realidad que se vive en una prisión de Corea del Norte, declaró Jee. Terminó su testimonio al decir: “Estoy avergonzada, estoy avergonzada de estar aquí. La gente está muriendo, pero como estaba desesperada por sobrevivir, no pude ayudar y soy culpable de eso”.

“Vivo como una prisionera; la razón para vivir, la razón por la que tuve que venir a Corea del Sur, además de mi libertad, es sobrevivir y vivir en nombre de quienes no lo lograron. La gente murió sin razón. Para ayudar a sus almas a descansar en paz tengo que rendir cuentas de su vida”.