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(CNN)– “Mi casa fue incendiada. Mi familia no tiene a dónde ir”. Muhsin Shihab, es padre de ocho niños y el martes relató a CNN el infierno que está viviendo su familia desde que una ola de violencia derrumbó la paz en su pueblo. Los diez miembros de su familia se han refugiando en una mezquita local desde que fueron desplazados por los disturbios, no han comido durante un día y medio y no saben cuándo podrán salir de allí sin peligro. Su único pecado, ser musulmanes en Sri Lanka.

Las áreas que rodean la ciudad de Aluthgama, al suroeste de Sri Lanka, un idílico asentamiento costero que es popular entre los turistas, musulmanes y budistas han convivido pacíficamente durante generaciones.

Pero una ola de mortal violencia colectiva tras una concentración dominical de monjes integristas budista ha volado por los aires esta pacífica convivencia.

La concentración, organizada por el grupo de extrema derecha, Bodu Bala Sena (Fuerza budista), se llevó a cabo en respuesta a un supuesto altercado en el área entre un grupo de jóvenes musulmanes y un monje budista y se celebró en la previa a un importante día festivo budista.

El domingo, cuando se dirigió a la multitud, el líder del grupo BBS, Galagoda Aththe Gnanasara, dio un discurso provocador.

Las imágenes de video del evento muestran al monje vestido con un manto naranja utilizando términos despectivos para los musulmanes, y ante los rugidos de aprobación de la multitud, prometió que si cualquier musulmán ponía una mano sobre un miembro de la mayoría cingalesa, ni hablar de un monje, sería “el final” para ellos.

Luego de la concentración, monjes budistas marcharon por barrios musulmanes, incendiando y destruyendo docenas de hogares y negocios, dijeron testigos a CNN.

Tras noches consecutivas de violencia, en la que el personal de los medios de comunicación locales dicen que al menos cuatro personas murieron y dieciséis más resultaron gravemente heridas, quienes se quedaron sin hogar a causa de los disturbios se estaban refugiando en la mezquita principal de la ciudad el martes, consternados y temerosos de lo que podría venir después.

Entre ellos se encontraba Fasniya Fairooz, una mujer de 80 años de edad, abuela de tres, quien se encontraba ahí cuando el grupo irrumpió en su casa en Seenawatte, una aldea local conformada por cingaleses y musulmanes.

“Le suplicamos a los atacantes que no nos hicieran daño. Utilizaron lenguaje abusivo”, dijo. “Tomaron el Corán y lo quemaron afuera… Luego saquearon la casa”.

Su familia no tiene ningún lugar a dónde ir, dijo.

Ahmed Rahamatulla, un padre de cuatro de Seenawatte, también perdió su casa a causa de los disturbios.

“He perdido todas mis pertenencias. Mi casa fue incendiada. Todo lo que tengo hoy es la ropa que llevan puesta mis hijos”, dijo.

“No sé a dónde ir a partir de aquí. Mis hijos están asustados y en estado de shock”.

El área de los alrededores ha sido cerrada luego de los disturbios, y se trata de la peor violencia colectiva que el país ha visto en años. Soldados en transporte blindado de personal vigilan las calles en las que una vez hubo mucho movimiento; las persianas permanecen cerradas en lo que queda de los locales incendiados.

En una casa cercana, la ciudadana estadounidense Rameeza Nizar, de 47 años, se vio inesperadamente varada en el hogar de su madre, quien se encuentra postrada en cama, durante una visita que hizo desde Washington D.C. para asistir a un evento familiar.

“Todas las noches han sido una pesadilla”, dijo a CNN. “No hemos dormido por temor a que haya ataques. Mantenemos las luces apagadas, pero permanecemos juntos dentro de la casa”.

Ayoob Saja, quien es musulmán y doctor en un hospital local, dijo que su comunidad estaba en un “ciclo de temor” como resultado de la violencia, en la que la gran mayoría de quienes fueron tratados por heridas eran musulmanes.

Dijo que tres de las personas que murieron eran musulmanes, dos de ellos murieron tras recibir disparos durante la violencia el domingo, y otro murió a causa de sus heridas el martes.

La cuarta víctima fue un tamil que trabajaba como guardia en una granja de propiedad musulmana en la ciudad cercana de Welipenna, y fue atacado durante la continua violencia el lunes por la noche.

Dieciséis personas habían resultado gravemente heridas, dijo, entre ellas un joven cuya pierna fue amputada el miércoles, mientras cientos de otras personas tuvieron heridas menores. Más de 80 hogares fueron destruidos en los disturbios, dijo.

Mientras una fuerte presencia militar está ahí para implementar un toque de queda y prevenir más violencia, esto le ha dado poco consuelo a la comunidad, dijo.

“Las fuerzas armadas están apoyando a la mayoría”, dijo, refiriéndose a los cingaleses budistas que representan más o menos a tres cuartos de la población de Sri Lanka. Alrededor del 10% del país es musulmán, según el censo de 2011.

“Están vigilando a la mayoría de la población que han atacado a nuestro pueblo”.

El grupo culpado de incitar a la violencia, Bodu Bala Sena, ha negado cualquier responsabilidad.

Al ser contactado por CNN, Gnanasara dijo que no estaba disponible para hacer comentarios al respecto. Pero Dilantha Vithanage, el director ejecutivo del BBS, dijo a CNN que “categóricamente negamos que los integrantes de nuestro grupo estén involucrados en los ataques”.

Dijo que el ataque anterior del monje en un día santo budista había molestado a las personas en la comunidad cingalesa.

Respecto al discurso de Gnanasara, dijo: “Es cierto que nuestro sacerdote habló con palabras fuertes. Bendijo a la multitud después de entonar versos. Les predicó que se comportaran de manera pacífica”.

Las acusaciones en contra del BBS, dijo, eran “un intento de incurrir en una falta de respeto hacia el clero budista y el budismo”.

El radicalismo budista ha ido en aumento en Sri Lanka, al igual que en Myanmar, donde un movimiento nacionalista dirigido por un monje ha sido culpado de suscitar disturbios violentos en contra de grupos minoritarios musulmanes.

El jueves, a un prominente monje budista moderado, quien había luchado por la harmonía entre religiones, lo encontraron atado y arrojado en una carretera en las afueras de Colombo, luego de aparentemente haber sido secuestrado y agredido, dijo la policía.

La supuesta víctima, Wataraka Vijitha Thero, había sido amenazado públicamente por Gnanasara durante una conferencia de prensa interconfesional que se llevó a cabo con líderes musulmanes en abril, dijo un vocero de la policía. El jueves, fue hallado con cortaduras en su cuerpo y fue hospitalizado.

Muchas personas en Sri Lanka, entre ellas los propios aliados políticos del presidente Mahinda Rajapaksa dentro del gobierno, critican a las autoridades por permitir que se lleve a cabo la violencia colectiva.

Mangala Samaraweera, un legislador de la oposición para el distrito de Matara, ubicado al sur, dijo a CNN que creía que el Bodu Bala Sena contaba con el apoyo tácito del gobierno de Rajapaksa, una opinión que comparten muchos habitantes de Sri Lanka. Rajapska ha negado públicamente cualquier vínculo con el grupo.

El grupo Bodu Bala Sena en gran parte ha podido operar con impunidad, ya que los previos ataques atribuidos a la organización no han sido castigados.

Rauff Hakeem, el ministro de justicia de Sri Lanka y el líder del partido político musulmán más grande del país, dijo en el parlamento que a la policía les habían dicho que detuvieran la concentración, pero que no habían cumplido con la orden.

También culpó al BBS de incitar a los “ataques desenfrenados en contra de los musulmanes”, y le dijo a CNN que estaba sopesando el futuro de su partido en el gobierno -conformado de una alianza de partidos- en espera de la respuesta oficial a la violencia.

Mohamed Aslam, el legislador local para el Congreso Musulman de Sri Lanka de Hakeem, también culpó a la policía por permitir que los disturbios ocurrieran, y dijo que estuvo a punto de recibir un disparo en el período posterior a los mismos.

“En esta área, los musulmanes y cingaleses han llevado vidas pacíficas ayudándose unos a otros. Esta es la primera vez en la que la policía ha permitido una concentración como esta, en la que se incitó a hacer ataques en grupo”, dijo a CNN.

“La reunión del domingo del grupo Bodu Bala Sena despertó sentimientos religiosos. Hubo ataques colectivos. La policía se hizo de la vista gorda”.

Pero el superintendente principal de la policía, Roshan Silva, quien está a cargo del distrito donde se desencadenó la violencia, negó cualquier responsabilidad policial por la misma. “Tomamos todas las precauciones. La acusación de que no actuamos lo suficiente es falsa. Desplegamos oficiales de la policía por todas partes”.

La policía dijo que se han hecho 55 arrestos a causa de la violencia, mientras investigaciones por parte del departamento de investigación criminal y la división de crímenes de Colombo se enfocan en mayores preguntas en torno a la culpabilidad criminal por permitir que la concentración se llevara a cabo.

Un grupo de más de 300 ciudadanos de Sri Lanka preocupados, entre ellos académicos, abogados y periodistas, firmaron una carta abierta en la que condenaban el “discurso de odio” de BBS, afirmando que creían que la violencia estaba directamente relacionada con los comentarios provocadores hechos por Gnasara.

“Por lo tanto, hacemos un llamado a que las autoridades tomen medidas inmediatas para arrestarlo y acusarlo de todas las muertes y destrucción ocurridas en el área”, leía la carta.

Cuando regresó al país luego de una reunión de los países del G77 en Bolivia, Rajapaska visitó un pueblo musulmán afectado y prometió que “se haría una investigación imparcial y se castigaría a los responsables”. No hizo referencias al BBS.

Muchos negocios musulmanes en la capital de Sri Lanka cerraron el jueves en protesta a la violencia.