(CNN) – Solo hay una forma de empezar una entrevista con Joan Fontcuberta. ¿Por qué, le pregunto, debería creer alguna palabra de lo que dice?
“Me gusta esa pregunta”, dice el distinguido artista conceptual español, cuando nos encontramos en el café del Museo de la Ciencia de Londres.
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“Creo que dudar es el primer paso hacia el conocimiento racional. No dudar implica sumisión, lo cual es peligroso”.
A decir verdad, hay más razones para dudar de Fontcuberta que de cualquier otro.
Después de todo, este es el hombre que ha bromeado, esquivado y se ha enredado en su camino hacia la cima del mundo del arte.
Archivos falsos
En 1987, en una exposición llamada Fauna, fingió que había encontrado los archivos ocultos de un zoólogo alemán llamado Dr. Peter Ameisenhaufen, que contenían muestras de animales que antes eran desconocidos para la ciencia.
Diez años después, convenció al mundo de que un cosmonauta ruso se había perdido en el espacio en 1967, y dicha desaparición no se había dado a conocer.
La patraña engañó a la televisión española, que lo reportó como un hecho antes de darse cuenta de que el nombre del cosmonauta, Ivan Istochnikov, era una traducción al ruso del propio nombre del artista.
Y a la edad de 59, el minúsculo y desafiante Fontcubierta no ha perdido nada de su entusiasmo por “jugar con las nociones de la autoridad”.
El mes pasado, fingió “curar” una exposición en París llamada la Colección Trepat, la cual mezclaba fotografías genuinas de los años cuarenta y cincuenta con sus propias imitaciones, haciéndolas pasar por un solo archivo.
Desde ahora hasta noviembre, el Museo de la Ciencia (ese bastión del empirismo) está presentando una importante exposición retrospectiva de la obra de Fontcuberta, titulada “Más extraño que la ficción”.
Inicia con la taxidermia, por ejemplo una ardilla con la cola de una serpiente y una cabra con alas; luego, hay fotografías de “constelaciones” que en realidad son motas de polvo en un parabrisas de un auto y termina con imágenes del propio artista realizando “milagros”, como la levitación, vestido como un monje cristiano.
La exhibición es fascinante en términos visuales, graciosa de forma subversiva e infernalmente inteligente. También es profundamente inquietante.
Entonces, ¿qué hay detrás de Fontcuberta que lo hace tan decidido a engañar al mundo?
Momento explosivo
“Cuando tenía 13 años, estaba experimentando en química y me quemé la mano”, dice, mientras bebe un expreso.
“Me interesaba probar cosas, y construía cohetes con pólvora. Material pirotécnico Era maravilloso y muy efectivo. Pero un domingo, mis padres se habían ido de viaje y yo estaba solo con mi primo”.
“Y me quemé la mano”.
“Psicológicamente, eso fue muy fuerte. Me cambió la vida por completo. Empecé a esconder la mano para que la gente no viera mi problema, lo que produjo relaciones humanas muy complejas. La vida se volvió cuestión de múltiples verdades”.
Debido a la lesión en su mano, continúa diciendo, lo excluyeron del servicio militar, lo que le dio “tiempo para jugar con la fotografía”.
Como no podía manejar la cámara rápidamente, descartó el fotoperiodismo. Así que se convirtió en un “artista fotográfico contemplativo”.
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Me muestra el muñón de su dedo índice izquierdo. Tengo mis dudas.
Él le ha dicho a otros periodistas que perdió su dedo mientras construía una “bomba casera”.
¿Me está engañando a mí, o a ellos? (¿O es que esta entrevista me volvió paranoico?)
“Bueno, podrías considerarlo una bomba”, dice.
“Más o menos. Solía hacer artefactos explosivos y los tiraba por la ventana. También hice submarinos explosivos con sodio. Fabriqué submarinos y barcos en miniatura y, los hice estallar con minas”.
El mundo de Joan Fontcuberta sí que es extraño.
Máquina de propaganda
Dejando de lado las bombas y los cohetes, fue el clima político en el que llegó a la mayoría de edad lo que formó la carrera de Fontcuberta.
Antes de 1975, Franco gobernaba España como una dictadura.
El clima de represión y la ubicuidad de la propaganda en la infancia de Fontcuberta lo llevaron a una obsesión por desafiar la autoridad en todas sus formas.
“Franco ya no es el enemigo, pero para mí, él simplemente era otra manifestación particular e histórica del autoritarismo”, dice.
“Yo lucho contra todo tipo de autoridad, en la religión, la ciencia, la política y el arte. No creo en las jerarquías”.
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¿Eso lo convierte en socialista? “Soy una extraña combinación de socialismo con un poco de anarquía”, dijo.
“Pero también soy un pragmatista. Reconozco que una democracia representativa es necesaria. Pero tiene riesgos, y debemos seguirle prestando atención al sistema. Esa es la razón por la que me considero un anarquista. Estoy tratando de arreglar los problemas del autoritarismo que podrían surgir en una democracia representativa”.
Un ojo irreverente
Él ilustra esto al citar la fotografía. El fotoperiodismo documental, dice, es valioso como un “ojo en la distancia”, que le muestra a las personas cosas a las que de otra manera nunca serían expuestos.
Su papel es el de “oculista”, ya que se asegura de que el ojo permanezca exacto al cuestionar la veracidad de lo que nos muestra.
La religión es un blanco favorito
Aunque lo criaron como católico, cuando era adolescente experimentó con el Zen y otras religiones alternativas, antes de convertirse en un agnóstico comprometido.
“La razón por la que a menudo bromeo acerca de la creencia religiosa es que nos lleva al dogma y para mí, el dogma es una estupidez”, dice.
“No estoy de acuerdo con la fe. Creo que debemos mantener una mente que cuestiona las cosas”.
Entonces, ¿qué sigue para Fontcuberta? “Tengo un montón de ideas y no suficiente tiempo”, dice.
“La gente a menudo se enoja conmigo, y me acusa de ser un mentiroso. Pero nunca miento. Solo creo ambigüedades y animo a la gente a que cuestione las cosas”.
Suspira y se termina su café. “Mi madre siempre me advierte que un día iré a parar en la cárcel. Pero tengo más confianza en la humanidad que eso”.
Joan Fontcuberta: “Más extraño que la ficción” se está presentando en el Museo de la Ciencia, Londres, del 23 de julio al 9 de noviembre de 2014.