Lance Armstrong, exciclista profesional.

Por Matt Majendie, para CNN

Nota del editor:Advertencia: Este artículo contiene lenguaje explícito que podría ofender a algunos lectores. 

(CNN) — Ha pasado un año y medio desde que Lance Armstrong se sentó enfrente de Oprah Winfrey y admitió que todo era una mentira, cada palabra. En la caída, todo lo que construyó sobre esa mentira se vino abajo a su alrededor.

De ser virtualmente deificado por sobrevivir al cáncer y sus subsecuentes siete victorias exitosas en el Tour de Francia, un logro récord que ahora fue eliminado de los libros de historia, el estadounidense fue demonizado.

La caída lo dejó como persona no grata en la fraternidad ciclista y vilificado en redes sociales pero, de alguna forma sorprendentemente, afirma ser bien recibido en la sociedad.

“En esta época, hay muchos medios para que las personas lancen los comentarios más atroces que puedas pensar, solo tienes que ver los comentarios que estarán al final de este artículo”, dice Armstrong de 42 años a CNN, en una entrevista telefónica desde su casa en Aspen, Colorado, Estados Unidos.

“Pero la vida día a día es positiva. Nunca me tiraron m*****, ni una vez, y estoy sorprendido por eso. Por supuesto, a veces siento que alguien quiere decir algo, pero nunca ha ocurrido”.

La mentira, o mentiras de Armstrong; ha habido un sinnúmero, más elbullying y la traición… lo dejan saber que ha quedado expuesto a todo tipo de abuso. Llámalo como quieras, pero en sus palabras lo que desató fue una “tormenta horrible, una caída en desgracia, una desgracia”.

Y, para decirlo sin rodeos, “todavía hay un poco de drama”. Varios de los casos legales que siguieron una vez de que su dopaje fue finalmente expuesto se han resuelto, pero el mayor de todos ocupa un lugar preponderante.

La pelea de Armstrong con el gobierno federal de Estados Unidos por el patrocinio de su exequipo de ciclismo tiene ramificaciones potenciales de 100 millones de dólares para un hombre que previamente fue una de las estrellas deportivas más rentables del mundo.

“Tengo mucha confianza en que ganaremos”, dice. “No creo que nadie pueda afirmar verdaderamente que el Servicio Postal de Estados Unidos fue perjudicado. Ganaron mucho dinero del contrato y obtuvieron lo que esperaban.

“Trabajé muy duro por ellos y estoy orgulloso. Además no había una relación técnica entre mi persona y el Servicio Postal de Estados Unidos. En muchas formas, no soy diferente de (sus excompañeros) Tyler Hamilton o Floyd Landis o quien sea. Simplemente éramos independientes”.

Armstrong saborea una lucha. Es lo que lo hizo un gran ciclista, con las sustancias y demás, y está listo para otra. Pero es ese amor por una lucha lo que lo defraudó como ser humano.

“Definitivamente tengo una actitud de ‘j*****’”, dice. “Lucho en el entrenamiento, lucho para ganar carreras, lucho para motivar a los chicos en el equipo.

“Ese descaro es algo grandioso para eso pero no es un gran lugar para las relaciones personales. Simplemente no tenía el interruptor para apagar eso. Me ayudó en la bicicleta pero también me llevó a donde estoy hoy en día”.

La lista de aquellos a los que lastimó, y que no lo perdonarán, es larga: el tres veces ganador del Tour, Greg LeMond; el periodista David Walsh, quien pasó más de una década intentando exponer a Armstrong; y sus examigos Frankie y Betsy Andreu, por nombrar algunos.

Muchos cuestionaron si la mea culpa pública del texano en Oprah y otras disculpas fuera de cámara son suficientes, ¿o necesita mostrar más arrepentimiento?

“Eso es algo difícil de responder”, dice. “No puedes hacer justicia en una conversación de una hora. Fue una situación para muchas personas de que era demasiada información, como ‘¿m*****, es en serio?’ pero para otras personas; fanáticos del ciclismo, fanáticos del deporte, para otras partes de la población, no fue suficiente, no fui lo suficientemente lejos”.

Armstrong dice que lo lamenta repetidamente en la conversación pero, al mismo tiempo, sabe que no le importa a muchas personas. “No culpo a nadie por pensar, ‘no confío en este hombre con toda esta m***** durante 10 años’”, añade.

Algunos aceptaron las disculpas, como su exmasajista Emma O’Reilly, a pesar de que efectivamente la etiquetó como una prostituta alcohólica, mientras que otros, como los Andreu y LeMond, no lo han hecho.

“Los LeMond nunca aceptarían mi llamada telefónica, así que no puedo hacer nada sobre eso”, dice, “y no voy a ir y acampar en la puerta de alguien.

“Mi primera llamada se la hice a Betsy y mi disculpa fue aceptada pero, si eso es posible, parece que ahora fue revocada. Lo importante es que lo siento, se los dije, y se los dije en serio. Está bien, no quiero relacionarme con estas personas, pero eso no cambia el hecho de que estoy avergonzado por mi comportamiento y lo siento. Me hubiera gustado que la disculpa se hubiera quedado”.

Todo esto derivó de una mentira, negarse a decir la verdad de que se dopó. Perdió la cuenta de las personas a las que les mintió. Recuerdo estar cara a cara con Armstrong en el autobús de su equipo momentos después de que terminara una introducción al Tour de Francia. Le pregunté si alguna vez se había dopado. Dijo categóricamente que no, y de manera muy convincente.

“Era bueno interpretando el papel”, admite. “Después de la 850ª vez, no es como que vaya a decir, ‘Matt, pareces un buen hombre. Voy a ser honesto contigo’. Una vez que dices ‘no’ tienes que seguir diciendo ‘no’.

“Si esto no hubiera ocurrido con la investigación federal, probablemente todavía diría ‘no’ con la misma convicción y tono que antes. Pero eso se acabó”.

¿Pero seguramente una mentira así te consume? “En ese momento no me sentía cansado”, contesta.

Entonces, ¿qué hay de la moralidad? Ser padre de cinco hijos; dos niños y tres niñas, ¿no se sentía moralmente mal? “Bueno, esa es una conversación para mis hijos. Pero hubo muchas cosas en esa mentira, no nada más que dijera ‘no’. No podía cambiar la historia”.

Hay otros que perpetuaron la mentira, quienes fueron parte del encubrimiento, y podrían enfrentar sanciones.

Sin embargo, Armstrong insiste en que no se trata de pasar la culpa. “Soy un adulto, tomé mis propias decisiones y necesito ser responsable de eso”, dice. “No voy a culpar a las personas. Muchas personas han culpado a alguien más pero eso es una m*****”.

“Nadie me forzó o me molestó, así que no voy a decir, ‘no es mi culpa’. Me culpo a mí, esa es la conclusión”.

Existe una sensación de que Armstrong intenta reconstruir su dañada reputación. Parece improbable que sea recibido de nuevo a la sociedad del ciclismo, y ya pasaron los días en los que se reunía con presidentes y los famosos de Hollywood, aunque insiste en que todavía es amigo de esas personas.

Hubo amigos que dejaron de llamar o responder sus llamadas (“algunos sorprendentes”, dice) pero lentamente parece salir de su bunker. Recibió a la revista Esquire en su casa, y está la entrevista ocasional, pero está convencido de que no es parte de una ofensiva premeditada de control de daños.

“Sé que a veces se ve como eso, pero no hay ninguna campaña de relaciones públicas”, dice. “Te hablo porque anduve en bicicleta con Scott Mercier (un exciclista profesional que dejó el deporte en lugar de doparse y que se convirtió en un amigo improbable y compañero de Armstrong para andar en bicicleta). Dijo, ‘este tipo está bien, deberías hablar con él’ y eso es todo lo que hay.

“No hay una gran sala de estudio donde analicemos ideas y digamos ‘hagamos lo de Esquire, hablemos con Matt de CNN’. Solo voy con la corriente”.

¿Qué sigue para Armstrong? Tiene planes de reiniciar su fundación original de cáncer, la Fundación Lance Armstrong que precedió a Livestrong, aunque no estableció un marco de tiempo, y hay planes inminentes para lanzar un tercer libro. Teniendo en cuenta que el primero, It’s Not About the Bike, tuvo una falsedad importante en el centro, encontrar al autor correcto para asumir el proyecto podría ser difícil.

Pero es algo que quiere hacer, y esta vez promete que será completamente transparente.

“Necesito escribir un libro y necesita ser bastante abierto”, dice Armstrong, quien afirma que no ha leído ningún libro sobre él, o visto alguno de los programas, desde que se entrevistó con Oprah, al describirlos como un “pozo negro”.

“El libro necesita ser bastante intenso y transparente. Necesito ‘explotar’; ponerlo allá afuera y dejarlo reposar. Mientras más pronto mejor. Tiene que ser el libro correcto, el tono correcto y no debe de haber nada de m*****”.

Sin embargo, tiene dudas sobre si le dará un cierre.

“Eso depende de cómo sea recibido. Podría ser un caso de un paso hacia delante y 10 pasos hacia atrás. M*****, no lo sé. Estoy completamente comprometido a poner todo allá afuera”.

Traza paralelismos del libro con la terapia. Algunos sugirieron que Armstrong incluso podría tener problemas psicológicos; al mostrar comportamiento asociado con el “trastorno de personalidad narcisista”, de acuerdo con el psicoterapeuta y autor Joseph Burgo, que se remonta a su crianza difícil, un padre que no fue parte de su vida, y que fue criado por una madre soltera.

Claramente le dio la lucha e impulso para ser exitoso, pero también pudo ser un prejuicio mental.

Sin embargo, la sugerencia de terapia provoca risas. “Mi terapia es andar en bicicleta, jugar golf y tomar una cerveza”, responde.

“Mira, todos tenemos estos eventos en nuestras vidas, ya sean buenos, malos o medios. No he llegado a hacerla (la terapia). Lo entiendo totalmente, pero es algo que todavía no ocurre”.

Sin embargo, hubo mucho tiempo para el autoanálisis, para evaluar las indiscreciones pasadas. “Un poco de reflexión me ayuda a aprender y crecer, pero no voy a obsesionarme”, dice.

Armstrong no es el primer ciclista en negar el dopaje, y no es el primero que fue atrapado en su mentira.

El exganador del Tour de Francia, Bjarne Riis, tuvo permitido continuar en el deporte como entrenador del equipo a pesar de admitir tardíamente que se dopó cuando era ciclista. Sin embargo, Armstrong ni siquiera pudo formar parte de las competencias de nado del Masters de Estados Unidos.

“No estoy enojado”, insiste. “Creo que la mayoría de las personas son lo suficientemente inteligentes para analizar la situación y decir, ‘eso no tiene sentido’. Creo que más y más personas tendrán esa visión con el paso del tiempo”.

Para alguien que dominó su deporte entre 1999 y 2005, un hombre que fue tan desafiante antes de aceptar que su legado se arruinó, ¿duele ver a otros nombres que permanecen en los libros de récords durante una época en la que el dopaje era aparentemente tan común?

“Lo que destaca mucho en las mentes de las personas es que todos sabemos lo que ocurrió en estos otros años, pero esos se paralizaron”, dice.

A pesar de su franqueza reciente, una serie de preguntas todavía circula alrededor de Armstrong. ¿Ha cambiado? ¿De verdad está arrepentido? ¿Sobrevivirá a una caída tan gigantesca de la gracia pública?

La mayoría dirá que es el mismo Lance de siempre; y dice que está feliz de que otros sean jueces.

“Eso lo responde mejor alguien más. Mi opinión es que no importa. Pregúntale a otras personas; eso va a ser una verdadera respuesta… y hazme saber qué dijeron”.