Por Teo Kermeliotis, para CNN

(CNN) — Un joven negro está arrodillado bajo las prendas que cuelgan de las tuberías oxidadas dentro de una bodega derruida. Está descalzo y lleva los pantalones enrollados hasta las rodillas mientras golpea contra el suelo su camisa mojada para quitarle la suciedad. Cerca de él hay un grupo de hombres; algunos están en cuclillas lavando sus ropas raídas, algunos están de pie, desnudos, tratando de limpiar su cuerpo desgastado por el trabajo.

No es una escena de la vida en prisión, aunque bien podría serlo. Se trata de las regaderas comunitarias para los mineros de Sudáfrica en la época del apartheid tal como las capturó el fotógrafo pionero Ernest Cole hace unas cinco décadas.

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Era un hombre bajo (medía apenas metro y medio) y tenía un gran ojo para los detalles; Cole fue uno de los primeros fotoperiodistas negros de Sudáfrica. Sus imágenes cautivadoras y a menudo clandestinas documentaron diversos aspectos de la vida de los negros en la era delapartheid y dejaron ver la opresión y la desigualdad económica que su pueblo soportó durante esa época brutal y las condiciones miserables en las que se obligaba a los mineros a vivir.

En 1967, un año después de haber partido al exilio, Cole publicó su primer y único libro de fotografías titulado House of Bondage (la casa de la esclavitud). El libro se prohibió en Sudáfrica, pero se vendió rápido y recibió los halagos de la crítica.

A pesar de su éxito inicial, Cole murió desamparado y solo en Nueva York en 1990 y hasta hace poco se desconocía su historia.

Sin embargo, Cole ganó renombre en años recientes gracias a las muchas exposiciones en Sudáfrica y el extranjero. Ahora, la Galería Grey de la Universidad de Nueva York lleva a cabo la más reciente conmemoración de su innovadora obra al albergar la primera exposición itinerante de 120 extraordinarias impresiones blanco y negro en plata/gelatina del archivo de Cole.

“La vida y obra de Ernest Cole estuvieron dominadas por el sistema de segregación racial”, dice Gunilla Knape, curadora de la exposición que termina el 6 de diciembre. “Fue el tema de su obra fotográfica más importante, fue la razón por la que se exilió y se volvió un extraño apátrida pero reconocido en el mundo”, prosigue.

“La historia de Ernest Cole es poco conocida y esta exposición pretende arrojar luz sobre su vida y su obra, poner una parte de una gran colección de fotografías suyas a disposición de un amplio público internacional, sobre todo en el país de origen de Cole”.

Una misión peligrosa

Cole era hijo de un sastre y una lavandera. Nació en Eersterust, un gueto negro cerca de Pretoria, en 1940. Fue el cuarto de seis hijos y creció en el campo con una de sus tías porque sus padres querían protegerlo de la delincuencia en los guetos de la ciudad.

Cole se reunió con sus padres durante la adolescencia y fue entonces cuando se interesó en la fotografía. Un amigo de la familia le regaló su primera cámara a los 15 años y desde entonces la llevó a todas partes; siempre tomaba fotos de sus amigos, familiares y la gente de su comunidad.

Cole empezó a trabajar en 1958 como asistente de cuarto oscuro e impresión en la revista Drum Magazine, una publicación radical sobre estilo de vida de los negros de Johannesburgo. También se inscribió en un curso de fotografía por correspondencia y en 1960 salió de Drum para trabajar como fotógrafo en jefe en un semanario sudafricano y como fotógrafo independiente para la prensa internacional.

Durante esa época, Cole se topó con los ensayos sobre fotografía de Henri Cartier-Bresson, el célebre fotógrafo francés. Inspirado en el estilo de Cartier-Bresson (particularmente con su renuencia a recortar sus imágenes), Cole emprendió una misión peligrosa para capturar las injusticias del sistema de segregación racial y darlo a conocer a la gente fuera de Sudáfrica.

“Su intención era crear historias que ilustraran al mundo respecto a lo que ocurría en Sudáfrica”, explica Knape. “Su misión era lograr el cambio a través de sus imágenes”.

Fotografías poderosas

Para lograr su objetivo, Cole recurría frecuentemente a tácticas subrepticias como trabajar sin flash y esconder su cámara en loncheras cuando visitaba las minas o las prisiones. Fingió que era un huérfano para convencer a las autoridades de que lo reclasificaran como mestizo, engaño que le brindó mayor libertad para viajar en zonas en donde exigían que los negros mostraran un permiso.

Las poderosas fotografías de Cole son sutiles pero incendiarias y dan una aguda muestra del significado de ser negro durante el apartheid: hay fotos de guetos destruidos para dar cabida a los asentamientos de los blancos, de bancas con el letrero “solo para europeos”, de trenes suburbanos atestados, de hombres negros esposados a los que arrestaron por estar en zonas para blancos sin contar con un pase, de mineros oprimidos que soportan revisiones humillantes y condiciones de vida degradantes.

Otras fotografías, más alegres, muestran a unos niños jugando con cañones de agua, amigos que ríen y parejas que bailan.

“Vivía con su gente”, dice Knape. “Documentaba sus luchas, sus alegrías, todo, así que realmente sabía qué ocurría a su alrededor”.

En 1966, Cole fue arrestado junto con un grupo de mafiosos con los que había entablado una relación para capturar imágenes de su vida. La policía le dijo que para evitar la cárcel tenía que volverse su informante, así que decidió huir de Sudáfrica y apenas pudo llevarse las impresiones para su libro.

No obstante, la vida en el exilio (primero en Europa y luego en Estados Unidos) fue dolorosa para Cole. Solo y sin un centavo, pasó gran parte de su tiempo en las calles y los subterráneos de Nueva York. Murió de cáncer de páncreas a los 49 años, en febrero de 1990, una semana después de que Nelson Mandela saliera de prisión.