Por Meera Senthilingam, para CNN
(CNN) – Si piensas en la psicodelia, probablemente pienses en cosas como colores brillantes, alucinaciones, espiritualidad y en una experiencia mística en general. Durante siglos, las culturas de todo el mundo han usado estas drogas en contextos sociales, religiosos y medicinales. Sin embargo, ahora se está aprovechando la capacidad que estas drogas tienen para alterar nuestra función cerebral como una terapia potencial para varios trastornos mentales como la ansiedad, la depresión, las adicciones y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
“Sólo al perder tu ser puedes encontrar tu ser”, explica Robin Carhart-Harris, médico del Imperial College en Londres.
Estas tal vez no sean palabras usuales para un científico, pero la biología las respalda. “La gente trata de huir de las cosas y de olvidar; sin embargo, con las drogas psicodélicas se los obliga a enfrentarse y verse realmente”, señala.
Las drogas a las que Carhart-Harris se refiere son los alucinógenos como los hongos y específicamente la sustancia química activa que contienen: psilocibina. “Estamos empezando a identificar la base biológica de la supuesta expansión mental que se relaciona con las drogas psicodélicas”, dice. La psilocibina no causa adicción y para los investigadores es interesante ya que tiene la capacidad de hacer que los consumidores miren el mundo de forma distinta. El equipo del Imperial College empezó a descifrar el por qué.
Carhart-Harris analizó el cerebro de 30 voluntarios sanos luego de que se les inyectara psilocibina y descubrió que las regiones más primitivas del cerebro, que están asociadas con el pensamiento emotivo, incrementaban su actividad y que la “red de función por defecto” del cerebro, relacionada con el pensamiento de alto nivel, la consciencia de sí y la introspección, estaba desorganizada y mostraba menos actividad.
“Sabemos que varias enfermedades mentales, como el TOC o la depresión, se relacionan con el exceso de conectividad del cerebro y con que la red de función por defecto se conecta en exceso”, dice David Nutt, profesor de Neuropsicofarmacología y líder del equipo del Imperial College. Nutt fue asesor sobre drogas para el gobierno de Reino Unido, pero lo despidieron en 2009. No puede “ser tanto asesor del gobierno como detractor de las políticas gubernamentales”, escribió un parlamentario británico en ese entonces.
El exceso de conectividad que Nutt describe provoca que la gente que sufre depresión se sumerja y se concentre excesivamente en pensamientos negativos sobre sí. “Al alterar esa red (con psilocibina), puedes liberarlos de los síntomas de la depresión al demostrarles que es posible escapar de esos pensamientos”, explica.
Se calcula que la depresión afecta a más de 350 millones de personas en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. El enfoque farmacéutico actual para el tratamiento son los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS) como el Prozac, que incrementan los niveles de serotonina en el cerebro para mejorar el estado de ánimo. Sin embargo, los ISRS no son efectivos para todos, tardan en hacer efecto y por lo general se recetan durante largos periodos para mantener el efecto.
Nutt cree que la psilocibina podría cambiar las cosas si se usa como parte de un paquete terapéutico en el que la alteración de la mente y el enfrentamiento que provocan los psicodélicos se combinan con terapia para administrar a la gente solo una o dos dosis del tratamiento. “Nunca habíamos tenido fármacos con efecto instantáneo. Esto podría crear un cambio de paradigmas para ayudar a que la gente entre en un estado de pensamiento distinto en el que puedan permanecer”, dice.
Sin embargo, subrayó que la psilocibina debe administrarse con el apoyo de un profesional como parte de la terapia clínica. La psilocibina es ilegal en muchos países y en Estados Unidos forma parte del Anexo 1 de la clasificación de drogas. Las drogas del Anexo 1 “tienen un alto potencial de abuso y no sirven a ningún propósito médico legítimo en Estados Unidos”, según el Departamento de Justicia de ese país.
El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos señala que se han reportado casos de efectos negativos a largo plazo (como reminiscencias, riesgo de padecer enfermedades psiquiátricas y atrofia de la memoria). Algunas personas que tienen experiencias atemorizantes cuando consumen psilocibina pueden tener reacciones de pánico, lo que podría causar que se lastimen o lastimen a otras personas.
Sin embargo, este nuevo estudio solo ha arañado la superficie del cerebro y la consciencia. “El cerebro organiza información y predice el mundo exterior, pensamos que la psilocibina interrumpe eso y lo vuelve más caótico”, dice Nutt. “La gente tiene alucinaciones porque en vez de ver el mundo como el cerebro espera que sea, ves lo que el cerebro está haciendo”.
Este caos podría tratar no solo la depresión, sino también las adicciones (tabaquismo, alcoholismo), padecimientos que fueron objeto de algunos de los primeros estudios sobre sustancias psicodélicas en las décadas de 1950 y 1960, antes de que se implementaran leyes contra las drogas.
“Con la psilocibina, la gente se siente reorganizada (tras la terapia) y la naturaleza de la reorganización es tal que deja sentir sus efectos en las actitudes ante las adicciones”, explica el profesor Roland Griffiths, de la escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos estiman que hay 42 millones de fumadores en ese país y que la adicción causa una de cada cinco muertes por año. En los estudios iniciales de Griffiths y su equipo sobre el tratamiento de la adicción al cigarro, el 80% de las personas lograron dejar de fumar hasta seis meses después del tratamiento. Sus estudios indican que la terapia con psilocibina podría ser más rápida y más eficaz que las terapias a largo plazo, como la de reemplazo de nicotina.
Los mecanismos que están detrás del cambio aún no se comprenden del todo, pero se cree que la terapia aumenta la motivación y la eficacia, por lo que la gente confía más en su capacidad de dejar de fumar. “La red de función por defecto consiste en patrones de conducta habitual y la disminución de la actividad de este sistema podría permitir que alguien piense diferente”, propone Griffiths. “La gente dice que ya no se sienten forzados por su adicción”.
Los estudios a pequeña escala que Michael Bogenschutz hizo sobre el alcoholismo en la Universidad de Nuevo México arrojaron resultados igualmente prometedores; las mejoras más importantes se presentaron en las personas que recibieron psilocibina y no solo terapia. “El grado de mejora se relacionó en gran medida con la intensidad de los efectos subjetivos de la psilocibina”, dice Bogenschutz.
La terapia con psilocibina aún está lejos de la aceptación general y es necesario llevar a cabo ensayos a mayor escala en entornos controlados. “Las primeras investigaciones son prometedoras, pero se necesitan más estudios”, comenta Owen Bowden-Jones, miembro del Real Colegio de Psiquiatras de Reino Unido.
“Se requerirán más investigaciones para determinar si estas drogas funcionan en entornos clínicos y si son seguras para los pacientes”, dice.
Sin embargo, los equipos del otro lado del Atlántico imaginan un futuro en el que las clínicas aprobadas administren estas sustancias psicodélicas en un entorno de apoyo con el fin de tratar varios padecimientos mentales. “No es probable que se vuelva el tratamiento típico”, concluye Nutt. “Pero podría usarse con las personas (con depresión) cuando los ISRS no funcionen”.