Por Alex Court, Antonia Mortensen y Jessica Ellis, para CNN

(CNN) – En las tierras fértiles del distrito de Kasese de Uganda, kilómetros y kilómetros de plantaciones de banano salpican el verde paisaje. Esta región es una de las mayores zonas productoras de banano de este país del este central de África, donde la mayoría de las personas se ganan la vida a través de la agricultura de subsistencia.

Sin embargo, la fruta rica en nutrientes no es la única fuente de ingresos para los agricultores de la región. Después de recoger la cosecha, los lugareños extraen la fibra de banano a partir del tronco de la planta. Este material se puede utilizar para una amplia gama de productos que van desde artículos para el hogar y artesanías hasta bolsos y tejidos.

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Para aprovechar todos los subproductos que se pueden obtener de estas plantaciones, un grupo de sobrevivientes de los accidentes que resultan de las minas terrestres del lugar formaron una cooperativa cuyo objetivo principal es fabricar cuerdas a partir de la fibra de banano y venderlas para obtener ganancias monetarias. Para fabricar este producto, los miembros de la Asociación de Sobrevivientes de Minas Terrestres de Kasese suavizan las hojas con agua y luego las dividen en pequeños trozos, dependiendo del color y el grosor de la cuerda que quieren hacer.

Después de tejer la fibra de banano, la cooperativa vende las cuerdas al por mayor a varios clientes. Una de sus compradoras más antiguas es la diseñadora de muebles Evelyn Zalwango, quien utiliza las cuerdas para muchas de sus creaciones, las cuales incluyen camas y sillas. “Nos dimos cuenta de que estas fibra y su color son muy bonitos”, explica Zalwango.

Además de ser hermosa, la fibra es un producto viable y que no conlleva ningún costo debido a que es muy abundante en Uganda. En 2011, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reportó que las cosechas de banano cubrían el 17.5% de la tierra cultivable del país, por lo que éste representa el segundo cultivo más abundante de Uganda después del maíz.

Un pasado problemático  

El distrito de Kasese, ubicado en la región oeste de Uganda, es un área especialmente fértil para cultivar banano. Sin embargo, también es un área con una historia complicada. Muchos de los trabajadores han perdido miembros de su cuerpo debido a las minas terrestres y municiones presentes en esta parte del país.

La mayoría de los explosivos fueron colocados por los rebeldes de las Fuerzas Democráticas Aliadas durante la rebelión que duró 20 años en contra del presidente Museveni. A pesar de que el conflicto terminó en 2005, las secuelas de la guerra aún permanecen en la comunidad. Muchos de los sobrevivientes recurrieron a este oficio después de perder su capacidad para cultivar en la región montañosa de donde son originarios.

Debido a estas montañas, sin embargo, la comunidad continúa siendo pequeña. “Hasta ahora, contamos con 136 personas en nuestro registro”, explica Neathu Ahab, coordinador de la Asociación de Sobrevivientes de Minas Terrestres de Kasese. “Aún hay muchas personas que no están registradas debido a que tenemos poco apoyo financiero; muchos de ellos se encuentran en áreas de difícil acceso porque no tienen los recursos necesarios para atravesar las montañas”.

Aquellos que han logrado llegar a Kasese no sólo se han beneficiado del hecho de que es una región relativamente plana, lo cual facilita su movilidad, sino que también tienen la oportunidad de generar dinero. Desde que el proyecto de fibra de banano comenzó hace dos años, los precios casi se han duplicado y algunos trabajadores ganan hasta 4 dólares al día – en un país donde la UNICEF reportó que en 2011 aproximadamente el 40% de la población vivía con menos de 1,25 dólares al día, estos trabajadores tienen ventajas.

Acercando a las personas  

Pero Wilson Bwambale, el coordinador de la Red en contra de las Minas (AMNET-R, por sus siglas en inglés) explica que los beneficios para los trabajadores no se limitan a remuneraciones monetarias.

“Este trabajo es importante por dos razones”, explica. “Primero, es una actividad que genera ingresos y segundo, cuando los trabajadores se reúnen para tejer, se forma una alianza de apoyo, tienen la oportunidad de sentirse comprendidos por los demás —en otras palabras, el proyecto de las cuerdas los une”.

Si bien el proyecto ya ha tenido algo de éxito, Ahab quiere que la cooperativa continúe creciendo. El coordinador de la asociación sabe que se requiere de más capacitación para los trabajadores para poder aprovechar al máximo este producto natural, pero es evidente que los mayores beneficios vendrán al crear más productos a partir de la fibra y mejorar la calidad de los mismos. Con esto, los sobrevivientes de las minas terrestres tendrían mayores ingresos, y también esperanza y valentía para un futuro más próspero.