Por Cecilia García Muñoz

(CNNMéxico) — La genialidad con la que Roberto Gómez Bolaños construía los guiones en la incipiente televisión mexicana, lo hizo acreedor de ser llamado el pequeño Shakespeare, o ya mexicanizado, Chespirito.

Gómez Bolaños construyó un canal de comunicación con personas de todas las edades, estratos socioeconómicos y de múltiples nacionalidades que se ha mantenido vigente por más de 40 años.

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Chespirito es conocido por su trabajo para la televisión, pero su obra no se queda ahí. Abarca desde programas de radio, obras de teatro, películas, hasta la composición de música y de poesía.

Descrito por quienes trabajaron con él como un hombre justo, sencillo y de una gran visión y enorme talento, Gómez Bolaños diseñó personajes basándose en la superación de la miseria humana con un poco de ingenio y mucha fuerza de voluntad.

Chespirito ha asegurado en entrevistas en televisión que a través del humor logró superar de la mejor manera sus defectos. Su menuda complexión y la muerte de su padre cuando tenía siete años, le generaron inseguridades y miedos que canalizó, cuando muy joven, en violencia y pleitos.

“Era yo muy peleonero, por lo mismo de que era miedoso”, narra el comediante en el programa especial sobre su vida que realizó recientemente Biography Channel.

El miedo luego sería un motor creativo que diera vida al superhéroe más famoso de América Latina: el Chapulín Colorado. Este personaje fincaba su valentía en la superación de sus propias limitaciones, cobardía y falta de pericia, con nobleza, agilidad y mucha fuerza de voluntad.

La agilidad de movimientos fue un rasgo característico de los personajes que Chespirito creó y luego, “sin querer queriendo”, interpretó. La intención primigenia de Gómez Bolaños no era ser actor, pero las ideas plasmadas en sus libretos en muchas ocasiones no podían ser mejor ejecutadas que por el autor mismo.

Roberto Gómez Bolaños fue un hombre deportista. En su juventud practicó el boxeo para desfogar la agresividad en la que encauzaba su miedo, pero sobre todo, fue y es un amante del futbol.

Su buena condición física, su baja estatura (1.60 metros) y delgada complexión, le permitieron darle a personajes como el Chavo, el Chompiras, el Chapulín Colorado y Chaparrón Bonaparte, un idioma corporal que acompañó a los juegos lingüísticos de sus chistes.

Su programa de comedia, que comenzó en 1970, también llevó a la inmortalidad su alma de niño con el personaje del huérfano cuya guarida es un barril en el patio de una vecindad: el Chavo.

Adiós a la ingeniería para jugar en la vecindad

Gómez Bolaños decidió estudiar ingeniería, tal como uno de sus tíos que se dedicaba a hacer juguetes. Aunque sí se requería creatividad para ello, pronto se percató de que la carrera no consistía en lo divertido de diseñar y probar juguetes. Entonces tomó una oportunidad que se le presentó como escritor creativo en una agencia publicitaria llamada D’Arcy para no volver a separarse de su vocación de escritor.

Nutrió a sus personajes con las ocurrencias, ademanes y personalidades de sus hijos; elementos frescos para interpretar personajes que llegaron a cautivar a menores y adultos.

Frases como: “Es que me dio cosa” del doctor Chapatín, los brincos de emoción del Chavo del ocho, los ademanes como la repetición de palabras “eso, eso, eso”, se los vio a sus hijos cuando eran pequeños y los incluyó en sus guiones.

“No hay de queso, nomás de papa”

De acuerdo con expertos de la televisión y estudiosos del lenguaje, como Juan de Dios Luque Durán, autor del ensayo Los juegos lingüísticos: fallos comunicacionales, humorismo verbal y reflexión metalingüística, uno de los principales legados de Chespirito es justamente la astucia con la que diseña juegos verbales y que causa humor.

Pareciera que los personajes de Chespirito hablaran dos idiomas, partiendo del recurso del cual se vale el comediante: cuando los niños comienzan a aprenden a utilizar el idioma y confunden ante los adultos el significado de las palabras en contextos específicos.

Un ejemplo es cuando Don Ramón dice la palabra “delatora” y el Chavo le contesta “no se dice de la tora, se dice de la vaca”.

“El Chavo del Ocho es sin duda la mejor serie que se ha hecho sobre el lenguaje dirigido a los niños y este hecho, entre otros, le garantiza su vigencia futura”, escribe Luque Durán.

El esfuerzo de Roberto Gómez Bolaños por hacer guiones limpios, divertidos y didácticos ha sido reconocido con diversos premios: el de la Herencia Hispana en 2011, así como reconocimientos alusivos a lo mejor en programas dirigidos a niños. “Mis programas no eran dirigidos a los niños solamente, sino a toda la familia”, ha explicado en numerosas ocasiones.

Aunque el mérito de sus libretos destaca en la forma, también lo hace en el fondo.

“(El Chavo) es un niño que carece de muchas cosas, pero que lanza, a mi modo de ver, por lo menos esa fue mi intención, un mensaje de optimismo. Se puede carecer prácticamente de todo, como le sucedía al Chavo: no se sabía quiénes eran sus papás, es decir, no los tenía, no tenía juguetes, no tenía desayuno casi ningún día… pero tenía amigos, gente que lo quería, se divertía…”, explicó Roberto Gómez Bolaños sobre su personaje emblemático en una conferencia de prensa años atrás.

El legado dejado en el barril del Chavo

El patrimonio artístico de la obra de Roberto Gómez Bolaños, que engloba personajes como doña Florinda, el profesor Jirafales, Ñoño, el señor Barriga, el Botija, el Chompiras, el Chapulín Colorado, el Chavo, Quico, el doctor Chapatin, Jaimito el cartero, doña Clotilde la bruja del 71, la Chimultrufia, entre otros es ahora administrado por su hijo Roberto Gómez Fernández, quién ha sabido mantener vivo el legado de Chespirito en nuevos formatos como el teatro infantil y los dibujos animados.

Aunque el personaje de la Chilindrina, interpretado por María Antonieta de las Nieves, está bajo un litigio por los derechos de autor del mismo, los programas y películas de Roberto Gómez Bolaños siguen al aire en México y diversos países haciendo recordar y reír a grandes y conquistando a nuevo público.

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