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Por Marco Rubio

Nota del Editor: El senador Marco Rubio, un republicano por Florida, es miembro de los comités del Senado de Relaciones Exteriores e Inteligencia. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.

(CNN) — En “El Padrino 2”, es bien conocida la respuesta que Michael Corleone le da a las exigencias de un senador estadounidense al decir “Mi oferta es esta: nada”.

Desde que el presidente Barack Obama anunció su acuerdo de normalización con el régimen cubano, la vida parece estar imitando el arte. La semana pasada, el presidente cubano Raúl Castro declaró que su régimen ni siquiera contemplaría las peticiones de la administración de Obama para normalizar las relaciones hasta que Estados Unidos abandone nuestra base naval en la bahía de Guantánamo, le ponga fin al embargo comercial, cese las transmisiones de radio y televisión pro democráticas hacia Cuba y compense al régimen por los “daños humanos y económicos” que Estados Unidos le ha infligido, según él, al pueblo cubano. El mes pasado, el principal negociador del régimen resumió su posición de manera incluso más sucinta después de la primera ronda de conversaciones para la normalización entre Estados Unidos y Cuba en la Habana, al decir que “el cambio en Cuba no es negociable”.

En otras palabras, envalentonado por la primera ola de concesiones que Obama le dio al régimen de Castro en el acceso a más dólares estadounidenses, este quiere aún más a cambio de nada.

Cuando tratas con tiranos, no puedes hacerlo con amabilidad. Cuando se intenta ese acercamiento y se realizan concesiones unilaterales, los tiranos no las interpretan como gestos de buena fe. Las interpretan como debilidad. Esta es una lección que la administración de Obama no ha aprendido de sus negociaciones con Irán, Corea del Norte y Rusia e incluso con terroristas como los talibanes.

El martes, el pueblo estadounidense tendrá su primera oportunidad de escuchar de parte de la administración de Obama acerca de sus acuerdos con el régimen de Castro cuando yo presida una audiencia del Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Estoy ansioso por escuchar las perspectivas de los funcionarios del Departamento de Estado, a pesar de que ya estoy preocupado por la renuencia de la administración para permitir que el pueblo estadounidense escuche directamente de los dos funcionarios de la Casa Blanca que negociaron el acuerdo con el régimen de Castro en el transcurso de 18 meses de negociaciones secretas, y sin la aportación de importantes diplomáticos y negociadores de nuestro gobierno.

Aún quedan muchas preguntas importantes sobre qué es exactamente lo que el régimen de Castro ha hecho a cambio de que Obama ha relajado las regulaciones de viajes y las regulaciones bancarias que ahora permitirán que más dólares llenen las arcas del régimen de Castro. Por ejemplo, no queda claro por qué con toda la influencia económica que inicialmente puso sobre la mesa, la administración aparentemente aceptó un acuerdo de liberar condicionalmente a 53 prisioneros políticos. Muchos de ellos fueron liberados, pero con cargos todavía pendientes o fueron amenazados con pasar más tiempo en prisión si renovaban su trabajo prodemocrático. En efecto, algunos supuestamente han sido arrestados, más cientos de nuevas detenciones que se han producido desde el anuncio de diciembre.

También permanecen preguntas acerca de qué es lo que la administración ha hecho —si es que ha hecho algo— para asegurar la repatriación de lo que el FBI calcula son más de 70 fugitivos de la justicia a quienes se les ha dado refugio seguro en Cuba, entre ellos asesinos de policías como Joanne Chesimard. También se desconoce qué es lo que la administración piensa hacer, si es que piensa hacer algo, para asegurar los reclamos por propiedades que tienen un valor de miles de millones de dólares y juicios en contra del gobierno cubano. La lista de preguntas y preocupaciones como estas continúa.

En los últimos meses, he dejado en claro que creo que el presidente y sus aliados en el Congreso están equivocados al apoyar una política que regala prácticamente toda la influencia que Estados Unidos tiene para lograr un cambio democrático en Cuba a cambio de prácticamente nada. Si bien las personas razonables pueden estar en desacuerdo con los méritos de lo que la política cubano-estadounidense debería ser en el siglo XXI, ninguna persona seria puede argumentar que Estados Unidos es más fuerte cuando le damos a un régimen cruel, como el de Cuba, todo lo que quiere de Estados Unidos, como por ejemplo el dinero que usa para reprimir a sus oponentes, mientras no obtenemos nada a cambio a excepción de más expresiones en contra de Estados Unidos por parte de un dictador geriátrico.

Ahora que Cuba ha estado en las noticias, muchos estadounidenses se preguntan por qué Cuba les interesa y por qué debería de importarles. La respuesta sencilla es que lo que ocurra con Cuba tiene implicaciones de largo alcance e posiblemente dañinas mucho más allá de la nación insular. Cuba no es el único régimen complicado con el que Obama se está involucrando en un intento por terminar el mal comportamiento. Cuando Estados Unidos se sienta a la mesa a negociar con un tirano o un régimen radical, los otros —desde Irán hasta Corea del Norte y otros países— miran de cerca y aprenden las mejores tácticas que pueden aplicar para avanzar sus propias agendas en contra de Estados Unidos. Justo como el régimen cubano supuestamente citó nuestro intercambio de cinco miembros del Talibán en las negociaciones para lograr la liberación de Alan Gross, los iraníes vieron cómo Corea del Norte explotó la diplomacia estadounidense, avanzaron lentamente las negociaciones y en última instancia lograron su objetivo de desarrollar un arma nuclear.

Por lo tanto, no debe haber ninguna duda en relación a que los regímenes de todo el mundo buscarán emular los esfuerzos hasta ahora exitosos del régimen de Castro para aprovechar las debilidades de Obama y socavar el papel de Estados Unidos como la principal potencia económica y militar del mundo.

Cuando el presidente accede a acuerdos unilaterales con el régimen de Castro, esto afecta al pueblo cubano y a sus aspiraciones de libertad. Cuando Obama permite que el régimen de Castro lo supere en las negociaciones, esto envalentona a los tiranos alrededor del mundo. Mientras el compromiso del presidente con el régimen de Castro continúa, haré todo lo que pueda para asegurarme de que esta “normalización” no se lleve a cabo a toda costa, y se convierta así en otro ejemplo de política exterior fallida que hace que Estados Unidos sea más débil en el mundo y en última instancia, menos seguro.