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Por Paula Newton

Ottawa (CNN) –– A Christianne Boudreau le tiembla un poco la voz cuando recuerda cómo su hijo se convirtió en un militante de ISIS. Cada palabra parece estar teñida de ira y pesar, pero sobre todo, de determinación.

El proceso de radicalización es gradual y persuasivo, dice. Y mortal. Su hijo, quien se unió a las filas de ISIS en Siria, murió en combate hace más de un año.

“Es muy fácil que lleguen a nuestros hijos, que tengan acceso a ellos”, dijo.

El hijo de Boudreau, Damian Clairmont, se convirtió al Islam después de un período de muchos problemas en Calgary, Canadá.

La madre recuerda que la religión de su hijo le traía paz. Ella no sospechó nada cuando Clairmont le dijo que se iba a Egipto a estudiar árabe.

En realidad, el joven de 22 años estaba en Siria junto a los combatientes de ISIS. Lo mataron mientras estaba en combate cerca de Alepo en enero de 2014. (En aquel momento, Alepo era considerada como la ciudad más peligrosa de Siria, ya que ahí se llevaban a cabo intensas luchas entre las fuerzas del gobierno, rebeldes y militantes de ISIS).

¿Cómo fue que su hijo —quien aparece en las fotografías de rodillas al lado de un árbol de Navidad, o recogiendo hojas sin camisa cuando era niño, o sentado en una canasta de lavandería cuando era bebé— terminó perdiendo su vida en la lucha por la creación de un califato islámico en Oriente Medio?

Boudreau ahora le está dando su voz y apoyo a dos organizaciones que tratan de combatir la radicalización. Hayat Canadá y ExtremeDialogue.org son dos nuevos recursos en línea para padres, profesores y comunidades que ayudan a contrarrestar el mensaje del extremismo y el reclutamiento.

“La manera en la que gran parte de esto se lleva a cabo es que un reclutador principal siembra la ideología en su mente y el Internet la refuerza con la información que pueden buscar y con otros contactos que fácilmente pueden hacer en línea”, explicó Boudreau.

Su mensaje se reduce a esto, algo parecido a los anuncios en contra de las drogas: habla con tus hijos acerca de ISIS antes de que ellos lo hagan.

“Tenemos que empezar a armarnos nosotros mismos con el conocimiento, la percepción y la educación, tenemos que poder abordar estos asuntos y hablar con nuestros hijos desde una edad temprana”, agrega Boudreau. “Hacemos lo mismo con la educación sexual, con las drogas, y este es solo un aspecto más en el que nuestros hijos enfrentan un desafío”.
La falta de entendimiento y recursos disponibles para las familias como la suya fue devastadora, señaló.

En especial sentía miedo por los hermanos menores de Clairmont.

“Vivíamos en un agujero negro de trauma realmente desesperado y no sabíamos cómo salir de él. Además, yo tenía miedo de que el enojo los consumiera, que no pudieran lidiar con este tipo de trauma y que siguieran el mismo camino”, añadió.

Durante su niñez en Calgary, en la provincia de Alberta, Boudreau recuerda a su hijo como un pequeño adorable, cálido y compasivo. Eso cambió en la escuela secundaria, cuando tuvo problemas con sus compañeros y se convirtió en un chico solitario.

Intentó suicidarse luego de cumplir 17 años, cuenta su madre. Después de su recuperación, se convirtió al Islam.

“Vi que empezaron a ocurrir cambios positivos. Empezó a socializar otra vez. El viejo Damian que conocía de cuando era mucho más joven estaba empezando a salir a luz. Estaba socializando, era un joven tranquilo, centrado, no bebía, no consumía drogas… había muchos cambios positivos”, comentó Bourdeau.

Pero eso cambió cuando Clairmont se fue a vivir solo, se cambió de mezquita y empezó a buscar más y más contenido radical en línea, contó su madre.

Lo que aprendió Boudreau es que mientras los jóvenes pueden radicalizarse en línea, no hay nada para contrarrestarlo o generar preguntas acerca de lo que se les dice.

“De hecho, lo que está allá afuera es solo algo que puede reforzar esas ideas, así que verdaderamente tenemos que empezar a desafiar las ideologías que están siendo colocadas en sus mente”, dijo Boudreau.

Oficiales de seguridad canadienses llamaron a su puerta en 2013 para darle la noticia de que se sospechaba que Clairmont era un militante y probablemente se encontraba en Siria, no en Egipto.

La siguiente vez que hablo por teléfono con Clairmont, ella confrontó a su hijo y él admitió que estaba en Siria.

“Se vio obligado a ir ahí y ayudar a salvar a mujeres y niños para detener la tortura, para detener a Bachar al Asad, y eso es lo que lo llevó ahí, ya que me dijo ‘finalmente estoy haciendo algo productivo por mi vida, mamá’”, añadió Bourdreau.
Ella dijo que a su hijo le lavaron aún más el cerebro en Siria, y que con el tiempo se unió a ISIS, ya que consideró que ellos eran el grupo más fuerte y que tenía más probabilidades de sobrevivir si luchaba a su lado.

Boudreau desearía que el gobierno canadiense hubiera tenido el poder en ese entonces para hacer lo que está haciendo ahora: confiscar los pasaportes de los canadienses que se cree, se están comunicando con terroristas.

Ella quiere que el gobierno vaya incluso más allá, al detener, dar consejería y ayudar a quienes están siendo adoctrinados en el extremismo.

Hay familias, explica, que están desesperadas mientras ven cómo sus hijos son atraídos por la propaganda yihadista.

“El mayor problema que tenemos es que los padres —muchas veces— quieren poder culpar a alguien más”, dijo. “Queremos pensar que nuestros hijos están a salvo y que esto nunca nos podría ocurrir. Siempre le va a suceder a alguien más. Ese es un gran error que todos cometemos como padres”.