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Por Ivan Watson y Gul Tuysuz, CNN

(CNN) – Las preguntas que los turcos hicieron el viernes estuvieron matizadas de temor.

“¿Qué está pasando? ¿Qué sucedió? ¿Por qué no puedo entrar al metro?”, preguntó una mujer mayor que llevaba puesto un pañuelo blanco y tenía varias bolsas de compras, mientras se encontraba de pie afuera de la entrada a una de las estaciones de metro más ajetreadas de Estambul, la cual estaba cerrada con barricadas.

Ella era una de los millones de turcos que quedaron confundidos y preocupados por el peor apagón que se vivió en el país en más de una década.

Docenas de ciudades a lo largo de Turquía se quedaron sin energía durante horas el martes.

Millones de personas se vieron afectadas, entre ellas pasajeros que quedaron varados en trenes y metros paralizados. Los trabajadores municipales se vieron obligados a evacuar el túnel Marmaray de Estambul, donde el apagón dejó a los pasajeros atrapados debajo de las fuertes aguas del estrecho de Estambul.

Más de 24 horas después, los funcionarios turcos seguían haciendo un esfuerzo por tratar de explicar el corte de energía.

El ministro de energía sugirió una posible falla en las líneas de transmisión. El primer ministro no descartó la posibilidad de que se tratara de un ataque terrorista.

El misterioso colapso de gran parte de la red eléctrica del país desencadenó un torrente de descabelladas teorías de conspiración en las redes sociales.

Algunos usuarios de Twitter llegaron hasta el punto de sugerir que los apagones eran una preparación para las elecciones que se llevarán a cabo en junio, de acuerdo con lo programado.

En Turquía hay una tierra fértil para que los rumores se extiendan.

En el transcurso de los últimos cinco años, las fuerzas de seguridad han arrestado a cientos de generales del ejército, fiscales, activistas de la sociedad civil y comandantes de la policía, y los han acusado de ser miembros de conspiraciones variadas cuyo objetivo es derrocar al gobierno.

La mano dura que el gobierno usa cada vez más para reprimir la discrepancia pública, aunada a la abierta censura de los medios de comunicación y el Internet, también han contribuido a que haya una atmósfera política sumamente polarizada y profundamente desconfiada.

Incluso el veterano primer ministro de Turquía, Bulent Arinc, recientemente señaló que los partidarios de la oposición ahora lo ven “con odio” en lugar de con el reticente respeto que disfrutó cuando su partido político llegó al poder en las elecciones de 2002.

Mientras tanto, los misteriosos apagones son un tema delicado para algunos turcos, luego de un incidente surreal ocurrido la noche de las elecciones en 2013, el cual presuntamente involucró a un saboteador felino. Es decir… un gato que supuestamente deambuló hacia un transformador de energía.

Eso fue hace casi un año, una serie más pequeña de cortes de energía afectaron a algunos centros de votación durante las elecciones municipales a nivel nacional, lo que dio lugar a que presentaran acusaciones no corroboradas de fraude en la votación.

El Partido de la Justicia y el Desarrollo que estaba en el poder terminó llevándose la victoria por un cómodo margen, pero pocos turcos se sintieron tranquilos con la explicación del ministro de energía en relación a que los apagones del día de la votación fueron ocasionados por un gato que se perdió.

Cuando la electricidad estaba empezando a regresar a Estambul el martes, surgió una nueva crisis.

Sitios web vinculados a un grupo militante extremista de izquierda conocido como el DHKP-C empezaron a publicar escalofriantes fotografías de un hombre enmascarado que sostenía una pistola contra la cabeza de un rehén frente a banderas comunistas.

De alguna manera, dos pistoleros se habían infiltrado al Palacio de Justicia, el juzgado monolítico en el centro de Estambul. Ahí, tomaron como rehén a Mehmet Selim Kiraz, el fiscal a cargo de uno de los juicios más sensibles del país desde el punto de vista político.

Los pistoleros exigían las confesiones de los oficiales de la policía acusados de disparar una lata de gas lacrimógeno contra Berkin Elvan, un chico de 15 años que resultó herido de gravedad durante las protestas antigubernamentales que se dieron en Estambul en 2013.

La muerte del chico luego de meses en un coma inducido médicamente desencadenó una nueva ola de protestas y levantamientos en contra del gobierno.

El martes, en medio de la crisis de rehenes en el juzgado, el gobierno turco impuso un secreto de sumario que prohibía que las emisoras informaran sobre el asedio en el Palacio de Justicia.

Este tipo de prohibición es una medida que el gobierno turco ha utilizado repetidamente en años recientes para contener los informes sobre ataques terroristas mortales.

Como es bien sabido, el gobierno cerró Twitter y YouTube en un esfuerzo por ponerle fin a escándalos políticos altamente embarazosos que involucraron actividades de corrupción.

En última instancia, el asedio del martes en el juzgado terminó en una mortal lluvia de balas que le causó la muerte a ambos pistoleros y dejó al fiscal herido de gravedad. Funcionarios turcos dicen que las fuerzas especiales hicieron una redada en el juzgado solo después de que los militantes empezaron a disparar.

En Internet y en las calles, algunos turcos empezaron a vincular a los apagones generales de electricidad con la toma de rehenes dentro de uno de los edificios mejor protegidos de Turquía, aunque son pocos los detalles que sugieren que los dos incidentes están relacionados.

Solo horas después del tiroteo, explotaron las tensiones de nuevo en el juzgado.

El jefe de la policía de Estambul había hecho un llamado a una conferencia de prensa. A medida que los periodistas se abrían paso a través de la seguridad en la entrada del juzgado que ya se encontraba vacío en gran medida, algunos espectadores empezaron a cantar “ladrones del gobierno”. Solo horas después de un devastador lapso de seguridad en el Palacio de Justicia, la policía empezó a detener a los manifestantes que lanzaban insultos en contra de su gobierno electo.

Las reacciones a la desconcertante serie de eventos del martes pusieron de manifiesto varias verdades acerca de la Turquía contemporánea.

El país se encuentra tenso y confundido después de años de crisis políticas consecutivas.

La censura con mano dura ha dejado a los medios de comunicación dominantes en una posición de sentirse desconfiados y desacreditados por grandes segmentos de la sociedad. Y la ausencia de un espacio común y creíble para compartir información ha empujado a los críticos del gobierno a la alternativa de las redes sociales.

En medio del estallido de optimismo y activismo de la sociedad civil en los primeros y vertiginosos días de la Primavera Árabe en 2011, Turquía a menudo era calificada como un posible modelo democrático para los países en el Medio Oriente. Muchos de esos países árabes desde entonces han quedado sumidos en el conflicto, la represión y la inestabilidad.

Mientras tanto, Turquía se siente cada vez más vulnerable a los demonios que han surgido por sus propios errores.