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Por Wayne Chang y Andrew Stevens, CNN

(CNN) — En Hong Kong, hay un negocio en el mercado negro que está creciendo como si tuviera levadura: los tarros de galletas de mantequilla.

Tanto turistas como habitantes de la ciudad se forman durante horas fuera de las panaderías hongkonesas para conseguir un bote de galletas Jenny —a 9 dólares cada uno.

La popularidad de este alimento ha hecho que varias panaderías las horneen y vendan en grandes cantidades. Debido a la competencia, la tienda donde se vendían originalmente colocó un letrero contra las galletas “falsas”.

La pequeña tienda, ubicada en Tsim Sha Tsui, uno de los distritos comerciales más importantes de la ciudad, está llena de clientes que buscan las “pequeñas galletas de ositos”, como se conocen en Asia.

Incluso hay personas que son contratadas para quedarse en la fila y adquirir las galletas, a cambio de una retribución económica del 70% del importe total de la compra, algo que las panaderías también intentan desalentar.

A unos metros de la fila de las galletas, hay mujeres mayores con letreros de papel que anuncian la venta de galletas. Pero cuando ven a las cámaras acercándose, se desvanecen y vuelven a comenzar en una esquina alejada.

La emoción que se vive en Hong Kong por las galletas de oso no es un ejemplo aislado.

En otras partes del mundo, el furor por la comida también se ha ganado los corazones y estómagos de las personas, solo para desaparecerse en algunos meses.

Desde los cronuts (una dona hecha con masa de croissant) y las hamburguesas de ramen, hay comida por la que la gente espera horas. ¿Vale la pena?