Centenares de inmigrantes, principalmente del oeste de África, llegaron al sur de Italia durante los últimos días (CNN).

(CNN) – Estaban acurrucados en la parte de atrás de un remolcador. Algunos no tenían zapatos. Sus abrigos y chaquetas, aún mojados, estaban apiladas en un enorme contenedor detrás de ellos.

Los 117 inmigrantes, en su mayoría de África Subsahariana, llegaron al puerto de Augusta, en Sicilia, alrededor de la 1:00 p.m. del martes, luego de que el remolcador los recogiera frente a la costa de Libia.

Los dos botes en los que habían estado apenas se encontraban en condiciones para navegar, me dijo el capitán montenegrino del remolcador. Según dijo, tirarían los abrigos que desecharon.

Perdidos en el mar

Habíamos volado hacia Sicilia desde Roma, luego de que nos informaran que unos 400 inmigrantes se habían perdido en el mar. La tragedia se suma a la creciente cifra de víctimas fatales entre aquellos que huyen de la guerra y la pobreza en África y el Medio Oriente.

En lo que va de este año, hasta 900 personas han perdido la vida. El año pasado, al menos 3.200 personas murieron mientras hacían el viaje. Desde el año 2000, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), casi 22.000 personas han muerto mientras huyen a través del Mediterráneo.

Podrían haber muerto miles, pero aún más han logrado, con éxito, hacer el peligroso viaje. Este pequeño grupo en Augusta se encontraba entre los casi 10.000 inmigrantes que han llegado a las costas italianas desde el fin de semana, según la Guardia Costera italiana. Debido a que la primavera está iniciando y los mares están más tranquilos, parece que el flujo de inmigrantes no cede.

El grupo, en el que se encontraban 31 mujeres, estaba compuesto en su mayoría por nigerianos y gambianos. A medida que se bajaban del bote, representantes de la Cruz Roja italiana hicieron una rápida inspección visual para comprobar que no tuvieran fiebre y sarna, así como cualquier signo de enfermedad. Descubrieron que una mujer tenía dos meses de embarazo.

‘Tenía miedo’

Timothy, un nigeriano de veintitantos años, me dijo que salió de su casa hace nueve meses. Él les pagó 1.000 dinares libios a los traficantes de personas en Trípoli, más de 700 dólares, para el viaje. Para él, es una fortuna.

Le pregunté a Jibril, de 28 años de edad, originario de Gambia, por qué había dejado su hogar. “No es como en Europa”, me dijo. “Después de la edad de 20 o 25 años, tienes que hacer planes para tu futuro. Pero en Gambia, no podía hacerlo. Mi familia no tiene nada. Son personas pobres”.

Mercy, de Kano, al norte de Nigeria, parecía horrorizada. Con voz débil me dijo que había dejado Kano porque su familia temía que fuera secuestrada por Boko Haram.

“Yo tenía miedo”, me dijo Al-Haji, de 25 años de edad y originaria de Gambia, al referirse al viaje de Libia. “Estaba tomando un gran riesgo. Si no lograba entrar en Europa, moriría”.

Otro hombre, de Liberia, me dijo que había vivido y trabajado en Libia durante 15 años, pero que le aterraba la posibilidad de que ISIS ganara aún más territorio.

Un traductor egipcio que trabaja para la policía italiana me dijo que tenían información en relación a que reunieron a un grupo grande de sirios en un depósito de Trípoli y que se esperaba que harían el viaje a Italia en los próximos días.

Aún faltan más

Al parecer todas las víctimas de las múltiples tragedias y desgracias de África y el Medio Oriente —la agobiante pobreza, la guerra y el surgimiento de ISIS— están llegando a las costas de Italia.

Las guerras, los disturbios, la conmoción, la miseria e injusticia que he cubierto durante los últimos 20 años en Siria, Libia, África Occidental y en otras partes parecen haberse unido para recordarle a aquellos que han disfrutado de la relativa paz y prosperidad de Europa de que ninguna persona puede vivir aislada.

El pequeño grupo de inmigrantes en Augusta ha sido acogido por las autoridades italianas. Han sido alimentados, se les ha dado ropa, recibieron tratamiento médico y serán llevados al campamento de inmigrantes al norte de Italia.

La mayoría intentará avanzar hacia al norte, a países como Francia, Bélgica, los Países Bajos y el Reino Unido, donde las oportunidades económicas son mejores que en Italia, país que ha sido azotado por la austeridad. Otros se quedarán en Italia, tratando de ganarse la vida al desempeñar una actividad transitoria, como vendedores ambulantes y mendigos.

Y mientras se logran establecer, de alguna manera u otra, llegarán más y más personas a las costas de Italia.