Guatemala posee una de las peores tasas de desnutrición crónica en el mundo. Se considera un problema "invisible" debido a que a veces es difícil detectar sus efectos perjudiciales (CARE).

Nota del editor: Este reportaje fue posible gracias a un recorrido de aprendizaje en Guatemala que CARE nos proporcionó.

(CNN) – El niñito tímidamente se asoma detrás de la falda de su madre. Él y sus padres están de pie, descalzos sobre la tierra, fuera de su casa hecha de láminas. La pobreza familiar es evidente, pero el impacto que tiene sobre su salud no se puede apreciar de inmediato. El pequeño Héctor de tres años sufre de lo que algunos llaman un problema “invisible”.

Como la mitad de todos los niños menores de cinco años en Guatemala, él tiene un retraso en su crecimiento debido a la desnutrición crónica. Los niños con retraso en el crecimiento pueden parecer normales, pero su peso es significativamente menor que el promedio.

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Pero aún existen más consecuencias siniestras ocultas a la vista. El retraso en el crecimiento afecta el desarrollo del cerebro y la capacidad de aprendizaje, lo cual aumenta las posibilidades de que los niños abandonen la escuela y que, como consecuencia, sus perspectivas laborales disminuyan. También debilita el sistema inmunológico, lo cual puede conducir a frecuentes periodos de enfermedades.

Guatemala está sufriendo de una crisis de desnutrición crónica, especialmente en las comunidades indígenas mayas, donde siete de cada 10 niños padecen retraso en el crecimiento. Según el Programa Mundial de Alimentos, el país tiene la cuarta tasa más alta de desnutrición crónica en el mundo.

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Muchas personas en Estados Unidos pueden sorprenderse de que esto esté sucediendo prácticamente justo en su patio trasero. Ellos podrían asociar la desnutrición con los rostros demacrados y cuerpos escuálidos de niños hambrientos en África y otras zonas afectadas por la hambruna.

Ese tipo de desnutrición se considera aguda y puede ser potencialmente mortal. Pero la escasez de alimentos no es el principal problema en Guatemala. Muchos niños están recibiendo lo suficiente para comer, pero su comida carece de los nutrientes necesarios.

A pesar de que el país produce una gran cantidad de frutas y vegetales, muchas cosechas se exportan o se destinan a los mercados urbanos, y nunca terminan en las mesas de las familias rurales pobres. Sus alimentos básicos tradicionales que incluyen maíz, tortillas y frijoles pueden evitar el hambre, pero no la desnutrición.

Las raíces de la crisis son profundas

Gran parte de la exuberante tierra fértil de Guatemala se concentra en las manos de unos pocos, lo que ayuda a explicar por qué el país tiene uno de los peores índices de desigualdad de ingresos del mundo. La mitad de todos los guatemaltecos viven en la pobreza, y la cifra se eleva al 70% y aún más en las zonas indígenas.

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Los indígenas mayas han sido marginados y privados de tierra desde la conquista española en la década de 1500. Siglos de represión tomaron un giro aún más oscuro durante la guerra civil que inició en 1960. La Organización de las Naciones Unidas dice que el 83% de las 200.000 personas que murieron eran mayas. Casi dos décadas después de que los acuerdos de paz terminaron el conflicto, muchas comunidades indígenas permanecen aisladas en áreas de profunda pobreza.

Estas comunidades también a menudo carecen de la infraestructura fundamental para prevenir el retraso del crecimiento, incluyendo el acceso al agua potable. El agua contaminada puede causar infecciones gastrointestinales que impiden que el cuerpo absorba los nutrientes.

La alta tasa de matrimonios precoces también es un factor. El Population Council (consejo de población) dice que más de la mitad de todas las niñas en zonas rurales de Guatemala se comprometen a los 18 años. Muchas comienzan a tener hijos cuando ellas mismas todavía son niñas. Estos bebés tienen un mayor riesgo de desnutrición en comparación con los hijos de madres mayores.

De la misma manera en que las causas del retraso en el crecimiento son multifacéticas, también lo son las soluciones.

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“Sabemos qué se debe hacer para evitarlo”, dice Kelly Saldaña, subdirectora de la Oficina de Salud, Enfermedades Infecciosas y Nutrición de USAID. “Eso no significa que sea fácil”.

Saldaña dice que con tantos factores involucrados, los esfuerzos de prevención son priorizados por lo que tendrá el mayor impacto. Mientras que los problemas tales como la pobreza no pueden ser resueltos de la noche a la mañana, existen pasos que pueden ayudar a los niños en este momento si vienen dentro de una ventana de oportunidad crítica.

1.000 días: Una ventada de oportunidad

Los expertos están de acuerdo en que la intervención es más efectiva durante un periodo conocido como “1.000 días”.

“Empieza cuando una mujer da a luz y se extiende hasta el segundo cumpleaños del niño”, explica Saldaña. “Es un período crítico para el desarrollo cognitivo, donde la situación nutricional es muy importante para los resultados futuros.

Si la desnutrición crónica se produce durante ese periodo de tiempo, el daño es irreversible en gran medida. Los niños de dos años, con toda su vida por delante podrían sufrir una discapacidad permanente. Christian Skoog, representante de UNICEF en Guatemala, se refiere a las consecuencias como una “cadena perpetua”.

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El gobierno del presidente Otto Pérez Molina ha establecido como una prioridad la estrategia de los 1.000 días. Es una parte clave de una iniciativa llamada “Pacto Hambre Cero”, la cual tiene como objetivo reducir la desnutrición.

Se dirige hacia las municipalidades que están en mayor riesgo, pero la necesidad supera con creces los recursos.

Con vidas en juego, la crisis no puede esperar. Ahí es donde los grupos de ayuda intervienen.

Promoviendo embarazos saludables

Juanita Tzunún habla animadamente en quiché, uno de casi dos docenas de dialectos mayas en Guatemala. “Cuando una mujer está embarazada, tiene que cuidar de sí misma”, dice ella. “Ella no debería cargar cosas pesadas y tiene que comer cinco veces al día, tres comidas completas y dos refrigerios, para que su bebé nazca con un buen peso”.

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La enfermera auxiliar sostiene un gráfico ilustrado que muestra las señales de peligro que pueden surgir en el embarazo. Ella le habla a un grupo de mujeres indígenas que están reunidas en Quetzaltenango, y les explica cuáles síntomas requieren de un chequeo clínico y cuáles requieren de atención de emergencia.

Tzunún y otras enfermeras juegan un papel clave en el programa llamado “Tres pasos hacia la salud” y que es manejado por la organización humanitaria CARE. Ellas instruyen a las mujeres indígenas que escogen sus comunidades como “promotoras de salud” en los aspectos básicos de la salud materno-infantil. Estas mujeres luego difunden la información dentro de sus aldeas.

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El programa y otros similares son enlaces cruciales entre las madres y los establecimientos de salud. Muchas mujeres rurales guatemaltecas tienen acceso limitado a la atención médica. El hospital más cercano está a menudo muy lejos, y el transporte –incluso un boleto para el autobús– puede ser excesivamente costoso.

Detectando los problemas a tiempo

Mauricia, de 18 años de edad, es una de las madres que recibe visitas a domicilio. Ella está sentada en su cama en el pueblo de Tizate, sosteniendo a su bebé envuelto en una manta. Él apenas tiene 3 semanas de edad y ni siquiera tiene un nombre aún, pero los trabajadores de salud ya están monitoreando su crecimiento.

En su dialecto local mam, Mauricia le dice a una enfermera auxiliar que no le dará a su bebé agua ni atol, una bebida hecha de maíz. Ella únicamente le dará pecho durante seis meses, uno de los pasos más importantes para prevenir el retraso en el crecimiento infantil.

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Nutri-Salud, uno de los programas de USAID que apoyan al Ministerio de Salud de Guatemala, le proporcionó a Mauricia vitaminas y suplementos durante el embarazo, así como asesoramiento sobre la forma de cuidar a su recién nacido. La asistencia es esencial en este pueblo, donde las madres tradicionalmente dan a luz en casa con la asistencia de una comadrona y su escolaridad es muy limitada.

Los trabajadores de la salud utilizan un cartel de una rueda gigante con ilustraciones para asegurarse de que Mauricia está siguiendo los pasos recomendados durante el período de 1.000 días. También la ayudan a registrar gráficamente el crecimiento del bebé en un folleto emitido por el gobierno. La detección temprana de un problema es de importancia fundamental.

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“Incluso si el bebé se encuentra en la zona normal, el momento en que la curva cae incluso un poco, sabemos que algo ha salido mal”, dice Patricia O’Connor, directora de Nutri-Salud de USAID. “Así que intervenimos a tiempo antes de que el niño se vuelva desnutrido”.

El programa también ofrece asesoramiento para mejorar los servicios sanitarios e higiene, incluyendo el lavado de manos y cubrir las letrinas. Todos juegan un papel fundamental en la prevención de la desnutrición crónica.

“No es solo el resultado de no comer bien”, dice O’Connor. “Tiene que ver con el entorno en el que las familias están viviendo, que cuenten con agua limpia y que se mantengan saludables. Los niños enfermos no pueden absorber los nutrientes”.

Fomentando decisiones más saludables

La educación sobre el valor de los alimentos nutritivos también es clave para romper el ciclo de la desnutrición crónica. Las dietas deficientes son comunes incluso en algunas comunidades agrícolas, como en el pueblo natal de Héctor, Estancia de la Virgen.

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Haroldo Chiquín dice que muchos pequeños agricultores consideran que sus cultivos son demasiado valiosos como para conservarlos para sí mismos, por lo que venden todo en el mercado. El coordinador de CARE trabaja con un programa que motiva a los agricultores a conservar un 20% de lo que producen para sus propias familias.

Sin embargo, Chiquín dice que el atractivo de los alimentos empacados también es un problema, sobre todo los productos como las sopas ramen. “Los niños están consumiendo las sopas chinas preparadas que venden en las tiendas”, dice. Los cereales azucarados y aperitivos también tienen una alta demanda.

CARE está apoyando una iniciativa del gobierno para capacitar a los maestros respecto a cómo educar a los niños acerca de la nutrición apropiada. Adelfo Xalin León lo está implementando en su clase de tercer grado.

“¿Qué es la seguridad alimentaria?” les pregunta a sus estudiantes. “No solo es tener algo en el estómago, sino algo que nos brinde nutrientes”. Los niños juegan un juego similar al Bingo para aprender la diferencia entre alimentos saludables y los que tienen calorías vacías.

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En el aula de al lado, los estudiantes de segundo grado está haciendo compras en un “mercado” y aprenden cómo evitar las gaseosas y aperitivos empacados, y comprar, en su lugar, frutas y verduras locales.

Una niña se sienta sola en su escritorio mientras que los otros cargan canastas con frutas y verduras frescas. Cuando se le preguntó por qué no estaba participando, ella dice que no tiene “dinero”. No se sabe qué pasó con su dinero, pero le avisan al maestro y le da algunos billetes. La niña sonríe y se levanta de un salto para unirse a los otros compradores.

Solo se trata de una imitación de dinero, por supuesto. Pero representa el problema demasiado real que muchas familias guatemaltecas enfrentan. León dice: “Podemos decirles (a los niños) lo que deberían comer, pero no tenemos control sobre sus recursos económicos. Eso es un factor que hará la diferencia entre una buena y una mala nutrición”.

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Todo el país está pagando el precio

Eso nos lleva de vuelta al meollo de la crisis. Las comunidades más afectadas por el retraso del crecimiento son aquellas que están sumidas en la pobreza más extrema, ya que carecen de los medios para comprar o cultivar suficientes alimentos saludables.

Pero no nos engañemos… todo el país está pagando el precio. CARE dice que la desnutrición le cuesta a Guatemala más de 3.000 millones de dólares cada año, gran parte de eso se debe a la pérdida de productividad.

¿Qué pasaría si todo el capital humano estuviera bien alimentado y fuera capaz de contribuir plenamente a la sociedad? ¿Qué pasaría si se le diera rienda suelta al potencial sin explotar de millones de niños?

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Prevenir el retraso en el crecimiento y la desnutrición crónica tiene un claro sentido económico. Pero esta crisis no tiene que ver tanto con números, sino con la vida humana.

Los niños están siendo despojados de su capacidad para desarrollar plenamente sus talentos y hacer realidad sus sueños. Están siendo condenados a una vida de problemas para cuando llega su segundo cumpleaños, su futuro potencialmente brillante es destinado innecesariamente a la penumbra.

Los grupos de asistencia están ayudando a los niños para que logren darle un inicio saludable a su vida. Pero necesitan nuestra ayuda inmediata para llegar a todas las personas en riesgo. Cada día que pasa, más niños quedan fuera del alcance de esa ventana de oportunidad crítica.